• “Lo conocí como un rayo de luz, partiendo el cielo en miradas de color azul”. Javier Blake
Sentado en un espacio de la casa, con un poco de temor y euforia en esos ojos azules, se encontraba un diminuto minino. Portaba sólo un pequeño collar adecuado para el tamaño de la bolita de pelos y, a la menor provocación o intento de caricias, no dudaba en amedrentarse y exhibir los pequeños, pero filosos colmillitos.
Antes de esa llegada, pesaban mucho las tardes vacías propias de un corazón magullado por el amor inesperado y, cuando uno se siente así, incompleto, son pocas las cosas que pueden renovar la perdida esperanza o el gozo que la compañía de otros humanos, causaban en la barriga.
Esos vacíos tétricos y los desvelos lamentables, seguidos de las mañanas con las manos llenas de aceite y grasa de automotor, fueron soportables gracias a esa visita que no fue planeada, pero que en definitiva sí era necesaria, no sólo para mí sino para quienes compartían las paredes amarillas conmigo.
El vocablo ruso ‘sputnik’ se refiere a dos cosas: un satélite, y un compañero de viaje. Y en el particular caso de esta memoria, asumo enteramente que ese gatito, ha sido ambos.
Mi compañero de viaje se sentía abrumado en un espacio nuevo, y esa misma fatiga me acompañaba a mí aunque fuese inquilino del lugar llamado hogar. Pero fue justamente ese gatito de pelaje blanco y profunda mirada celestial, quien me hizo entender que a veces, uno necesita un cómplice para lidiar con la pesadez de la vida cuando el pecho está desgarrado.
Aquí les pregunto, ¿cómo han sobrevivido ustedes sin el amor de un animal que se postra en tu pecho, y sutura heridas que él no causó?
Las noches eran un ritual que implicaba que, cuando más tristes fueran los pensamientos, más intensos serían los ronroneos a las 2:30 de la mañana. Mientras más gris hubiera en la mente y el corazón, más azules serían esas miradas tiernas que venían acompañadas de maulliditos chillones pero muy sinceros.
Fue a fines de enero, un par de años atrás, cuando el gatito bautizado como “Copito”, pasó a ser el jefe de la casa. En apenas unos días se adueñó no solo de los espacios y rincones no explorados, sino de los corazones de quienes habitaban este lugar. Siendo muy franco, nunca me habían gustado los gatos, pero esta vida tiende a dar vueltas alocadas y a generar milagros en donde antes sólo existía la nada. “Copito” fue y aún es ese milagro.
Su arribo me hizo creer que en ocasiones, los Dioses te envían a seres celestiales para ser salvado de la penumbra. Mi minino fue eso, el nuevo protector de un corazón hastiado, el dueño de mis quincenas (literalmente) y la salvación que uno espera encontrar en mesías inmortales, pero que llega con la simpleza y gloria de un par de ojitos azules, y todo el calor y amor independiente que un Copo puede ofrecer.
Claro está que no todo ha sido radiante, pues muestra de las hostilidades y juegos entre amo y esclavo, se encuentran registradas en la piel mía y jamás en la de él. Ya entrando a los 25 años, la agilidad y reflejos no se pueden comparar con los de un animal cuya virtud es ser justo eso: ágil y temerario.
Tampoco ha sido todo mío el gusto de saberme “su sirviente”, pues esos ojos azules tienen el poder de someter a las voluntades más fuertes. Sin importar personas ni necesidades, todos al final quieren un poco de esa paz que el gatito transmite. Y cuidado con sentarte en su sillón preferido o usar sus sillas de reposo, porque seguramente habrá de ir hasta esos puntos sólo para demostrarte quién es el jefe.
Ten cuidado también con abandonar jamón o pollo, porque entenderá que le ofreces un tributo a su peculiar belleza y forma de gobernar.
Pero, ¿ya qué se le va a hacer? Si luego de dos años la felicidad perdida en los fríos días invernales vividos en Tlatlauquitepec, regresó en forma de pelusa interminable y carreras a toda velocidad por la pequeña mansión del Copito que, estaba destinado para ser la salvación de esta vida.
¡Hasta el próximo martes!
Postdata: Incluso cuando más difíciles han sido las jornadas, él ha estado acurrucado cerca, dormitando pero muy alerta, jamás nos ha dejado ni lo hará, porque como todo buen amo, siempre verá por el bien de sus protegidos.
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