LA GENTE CUENTA
Hace no mucho tiempo en un lugar no muy lejano, un hombre y una mujer se encontraron en las circunstancias no ideales, en un tiempo que no era el indicado, y en un lugar que no era el perfecto, por ello creyeron haberse encontrado de forma fortuita, como si el destino lo hubiera querido de esa manera.
Él, de noble corazón y de buenas maneras, no evitó flecharse de ella, una verdadera beldad de ojos claros, pero de una mente inteligente, creativa, soñadora. Pero ella no veía otra cosa en él que un amigo más, alguien en quien confiar cuando las cosas se pusieran terribles, una especie de paño de lágrimas.
Por varias semanas, ellos solían salir a diferentes sitios a conversar y conocerse mutuamente: él admiró su inteligencia, su visión del mundo, a pesar de que era un tanto pesimista; ella sentía que había encontrado finalmente a una persona de verdad, a diferencia de los patanes que tuvo el desagrado de conocer: un amigo entre tantos desconocidos.
Sin embargo, él creía que las cosas estaban fluyendo como alguna vez lo leyó en sus libros, historias inverosímiles de amores imposibles, sentía que, después de tanto tiempo solo, había encontrado con quien compartir su vida, a lo mejor no para siempre, pero si un tiempo considerable.
Y como pasa siempre en este tipo de historias, debe de haber alguien que cometa un ligero error para arruinar las cosas: ella comenzó a detectar que él sentía algo más que una bonita amistad. Y lo encaró, como si él hubiera cometido una gran falla; él, como pudo, trató de zafarse, y terminó convenciéndola de que no pasaba nada más, traicionándose a sí mismo.
Las cosas parecían ir en su cauce, y él seguía al lado de ella, siendo su más grande soporte emocional, sufriendo por dentro. Hasta que en una reunión entre amigos, él sacó un chiste malo, tan malo que más bien parecía indirecta hacia ella. Y para su desgracia, ella lo interceptó. Oficialmente aquel lazo estaba quebrado.
Cuentan por ahí que estas dos personas siguen allí, haciendo su vida por separado, y aunque de vez en cuando se encuentran, se saludan, comparten algunas palabras y se van, reconocen que lejos están mucho mejor.