La confianza es muy fácil de perder y sumamente difícil de recuperar, esta premisa, bien importante es para que los legisladores la tengan muy en cuenta al momento de tomar sus decisiones, o mejor dicho, al momento de levantar la mano para votar aquello que realmente beneficie al pueblo en general, y no sólo lo hagan para obedecer las líneas políticas que sus líderes de bancada les han marcado; como representantes del pueblo, que velen por nuestros intereses, no por los intereses de sus respectivos partidos políticos.
Es una lástima que un sistema democrático se pueda usar solamente para beneficiar otros intereses que nada tienen que ver con la ciudadanía, pues esto es lo que tradicionalmente se venía haciendo en el pasado, traicionando la confianza que les habíamos depositado, sin dolerles lo que las mayorías estuviesen padeciendo día con día.
Es indispensable que analicen muy bien el alcance de sus actos y votar libremente y en conciencia y no por encargo de alguien; hay muchas cosas que se pueden mejorar, pero una regresión irreflexiva sólo por mostrar el músculo tarde o temprano la historia se los cobrará; el proyecto de reformas a la legislación penal adjetiva es una extraordinaria oportunidad para privilegiar la división de poderes.
Pasar un par de horas en un tianguis popular le daría a los diputados y senadores una idea de la verdadera necesidad social y tal vez, digo tal vez, podrían adquirir esa sensibilidad tan fundamental en el ejercicio de sus funciones; pero creo que eso sigue siendo utopía, pues desde el momento que ellos asumen el cargo de legisladores difícilmente se les vuelve a ver en la muchedumbre que los eligió.
Durante los quehaceres legislativos se esfuerzan por demostrar que sus trabajos son productivos y en bien de la nación, pero se ha observado que se desligan de inmediato de aquello que puede afectar su imagen política; ese es el meollo del asunto, los legisladores al acordar leyes o reformas no deben ver los votos que ello les pueda generar, sino analizar los efectos sociales que se pueden tener, muchas veces quisiera decirles: “Ya no me ayudes, compadre”.
No necesitamos encuestas sesudas para darnos cuenta de la desesperanza social, basta con ir a cualquier esquina y preguntar a “Juan Pueblo” y seguramente percibirán la frustración de cada mañana al darse cuenta de que sus expectativas de mejorar su nivel de vida aún están muy lejos, aunque se diga que estamos bien y que los problemas se van a resolver; no me gustaría volver a escuchar esa no tan vieja expresión que alguna vez dijo López Portillo cuando pidió perdón por no habernos sacado de la postración.
Recuperar la credibilidad que los legisladores del pasado perdieron por sus traiciones, solo se logrará con acciones que lleven a beneficios que la gente palpe en un mejor nivel de vida, la gente ya está cansada de mentiras y los Partidos siempre estuvieron ciegos a esa realidad.
La gente no quiere pescado, exige los elementos necesarios para que ellos puedan pescar; las promesas no alimentan nada bueno, sobre todo las promesas incumplidas, esas solo generan resentimientos.
El pueblo por muchos años ha dado el ejemplo de civilidad que nuestros representantes no han sabido privilegiar, los mexicanos somos gente pensante y seguimos esperando con dignidad.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.
Miguel:. Rosales:. Pérez:.