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El Zapato

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RELATOS DE VIDA

Faltaban pocas horas para que el día acabara, y representaban horas de emoción y a su vez de angustia para Javier, un señor de aproximadamente 35 años, quien hace 15 días había sido despedido del trabajo, bajo el argumento de recorte de personal.
Si bien había recibido su liquidación, la guardaba como un gran tesoro para sobrevivir el tiempo que tardara en conseguir un nuevo espacio laboral; por ello sus sentimientos se encontraban en disputada.
Por un lado la emoción, porque era vísperas de la llegada de los Reyes Magos y su hijo de 6 años había escrito en su carta su deseo: recibir unas pulseras lanza telarañas, iguales a las que usara su super héroe favorito “Spiderman”; por otro lado también lo invadió la nostalgia, pues no hallaba cómo no dejar sin juguete a su ser amado.
La petición fue escrita exactamente el día que fue despedido y ante la anticipación, recorrió varias tiendas, pero el costo era muy elevado y no podía adquirirlo, así que se dispuso a fabricar con pedazos de piel y a ingeniar algún dispositivo que permitiera la salida de espuma conformada con jabón y glicerina.
El artefacto fue pintado cuidadosamente con el emblema del héroe, pero además contenía mucha ilusión y la tan esperada emoción por conocer la reacción de su pequeño; pero también se combinaba con la angustia de que no fuera del agrado del solicitante.
Después de días de caminar para buscar trabajo, el día estaba a punto de llegar a su fin y antes de dirigirse a su casa pasó a un cajero a sacar un poco de dinero para comprar el día siguiente de la llegada de los Reyes Magos una rosca en la panadería que se ubicaba en la esquina cerca de su casa.
Espero a que un cuentahabiente terminara de realizar su trámite y al llegar a la caja metálica, se percató de que el hombre anterior había dejado dos mil pesos; los tomó y corrió para alcanzarlo, volteó hacía varias direcciones y no lograba ubicarlo.
Regresó al cajero, sacó 300 pesos para la rosca y el chocolate, y esperó afuera de la instancia bancaria, estuvo ahí cerca de una hora, pero el desafortunado señor que olvidó el efectivo no regresó a verificar si había dejado el dinero; después de esa larga espera, Javier emprendió el camino a casa.
La noche ya era contundente, su hijo ya estaba dormido, se dirigió al árbol de navidad y observó el zapato debajo de él, se acercó y colocó el artefacto construido con todo su amor y a un costado una carta que decía “querido Manuelito, sabemos que te has portado bien, pero tuvimos algunos problemas para conseguir las pulseras que nos pediste, por eso, te hicimos con todo nuestro amor, unas parecidas; sin embargo, si no te gustan, te dejamos un poco de dinero para que tus papás te acompañen a comprar las que pediste. Un abrazo, te queremos. Tus amigos Melchor, Gaspar y Baltazar”.
Al día siguiente, muy de mañana, el pequeño corrió a verificar lo que habían dejado los Reyes Magos, primero leyó la carta, después tomó las pulseras fabricadas, las observó detenidamente, las colocó en sus muñecas y las activó desprendiendo hilos de agua y algunas burbujas.
Después de unos minutos, se acercó a su padre y le dijo –Papi, toma este dinero, creo que son 2 mil pesos, los reyes me lo dejaron para comprarme unas pulseras por si no me gustaban las que me dejaron, pero a mí me encantaron porque las hicieron ellos con sus manos, así que te doy el dinero para que tengas mientras encuentras trabajo.
Javier no pudo evitar derramar algunas lágrimas, abrazó a su pequeño y le dio el dinero a su esposa para que lo guardara con el ahorro, para usar para los tiempos difíciles que se avecinaban.