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RETRATOS HABLADOSn

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   •    Sencillo homenaje a los que cierran edición


La conclusión de cada año resulta, con dramática frecuencia, una de las épocas más complicadas en la redacción de cualquier periódico por la disminución evidente de material informativo, amén de traducirse en un ambiente complicado de asimilar porque muy pocos entienden con certeza, el porqué deben continuar la rutina de los once meses pasados si de lo que menos se trata es de acatar los dictámenes de la rutina.
    No es fácil saberse inmerso en un eterno preguntarse cómo será el mundo “allá afuera”, donde todos celebran y dan por sentado que después de todo la vida no es tan cruel, y hay días enteros para no preocuparse absolutamente de nada.
    Sin embargo, igual que en la policía, la Cruz Roja, los Bomberos, los despachos contables que deben hacer el cierre de año, son muchos, muchísimos los que han pasado buena parte de su vida con la certeza que después de todo diciembre no es diferente a los otros meses del año.
    Algunos, incluso, mantienen el encierro el mero 24 y el 31 de diciembre, o como en los periódicos los días después de esas fechas, nada más para dejar constancia que la vida no es muy seria en sus cosas.
    Y no, está claro que no es asunto fácil convertirse en el fantasma errante que se ausenta de la fiesta del 24 porque al otro día debe trabajar temprano.
    Durante mucho tiempo me tocó estar en la mesa de redacción de un diario en esa tarea.
    Y es que como reportero existe por lo menos la posibilidad de adelantar material o mandarlo ahora por internet, pero como encargado de mesa la maldición es definitiva y no habrá poder humano que permita abandonar la oficina antes de la media noche. Así que la mejor actitud es la resignación y la certeza de que al otro día, al mirar la edición siempre bien cuidada pero de vida efímera, se podrá decir con mucho orgullo: “¡deber cumplido!”.
    Porque, seamos realistas, son pocos los que luego de la desvelada del 24 o del 31, se levantan temprano para buscar la edición del periódico, todavía menos en estos tiempos de las versiones electrónicas. Salvo que ocurra un hecho extraordinario que amerite buscar la confirmación en un impreso, la rutina también cumplirá su misión de hacernos la vida más melancólica.
    Sin embargo los encargados del cierre de edición en un diario tienen una luz propia que los distingue de todos: les gusta su trabajo. No pueden irse a la cama si de pronto se les mete entre ceja y oreja que cometieron un error al revisar la última página antes de que pasara a la rotativa. Sufren como condenados si decidieron convencerse de que todo estaba bien aunque pensaran lo contrario.
    Por eso no les duele ver pasar las horas que otros, especialmente en estas fechas, dedican a los brindis a diestra y siniestra con amigos. Se saben parte esencial de un mecanismo de reloj que pierde la orientación si no le demuestran cariño a su labor.
    Se trata de un universo único, vital, que le transmite alma al trabajo más sacrificado, junto con el de rotativa y diseño, a un periódico.
    Por aquello de que ya es diciembre me acordé de cada uno de los compañeros y compañeras que dan vida al periódico que usted tiene en sus manos.
    Ver pasar la vida en una lucha diaria con la corrección, el cabeceo de notas, la jerarquización de la información, la eterna plática con el área de diseño para confirmar si la página está bien, puede resultar mortal para quien simplemente no se amolda a ese estilo de existencia.
    Pero es siempre un reto, una carrera contra el tiempo, un gozo para quien tiene esa vocación de construir todos los días el mejor de los trajes para el cuerpo de la información.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta