PEDAZOS DE VIDA
No era la imagen del legendario dragón de China, ni era de algún otro tipo de dragones de la antigüedad, no era un dragón de Komodo, ni mucho menos. En la ilustración aparecía lo que muchos habían detectado como Quetzalcóatl, sin embargo nadie se había percatado de que a lo largo de su cuerpo emergían unos pares de patas, mismas que señalaban claramente que no se trataba de una serpiente.
Quetzalcóatl se traduce como “serpiente emplumada”, pero las serpientes no tienen patas, luego entonces, esa no era una serpiente. En el dibujo que enmarcaba el Chicomostoc, se apreciaban las plumas, e incluso lo que se podría tomar como una lengua bífida, sin embargo entre las plumas salían una protuberancias semejantes a las delgadas patas con las que la cultura China, dibujó a los dragones.
Junto al libro estaban todos los instrumentos que se requerían para poder consultar en esa biblioteca europea, los ejemplares de la historia mexicana, de sus culturas y de los secretos que el pueblo posee en el libro de la memoria que pasa de generación en generación a través de la lengua, a tal grado, que con las modificaciones del tiempo, aquellos libros aparecían de fantasía y de realidades enterradas por el tiempo.
Sin embargo, allá, del otro lado del mundo, en la corona del cielo comenzaba a formarse el dragón blanco, la serpiente. El Itzcoatl, la serpiente de obsidiana, con sus pies que se clavan en la tierra, con su cuerpo que avanza desintegrándose en agua que ha de amamantar las planicies, los cerros, y que habrá de recargar los manantiales dadores de vida.
Había un dragón en el códice mexicano, al menos era lo que creía, sin embargo con el paso del tiempo dentro de la biblioteca, el descubrimiento se disipó, no había razón para que el Quetzalcóatl tuviera pies, y menos para que fuera un dragón, no podía darse la posibilidad de que dos culturas tan alejadas compartieran algo de este tipo en su cultura.
Aunque sí cabía la posibilidad de que una mujer con cola de pescado, la Acíhuatl, fuera un tipo de sirena, pero no cabía la posibilidad de que un dragón llegara del otro lado del mundo a conquistar culturas, a lo mejor en el transcurso del viaje y siguiendo los preceptos de Darwin, a la serpiente le salieron garras para poder alimentarse en el camino, de esta forma Quetzalcóatl, comenzó a pescar, y allá del otro lado del mundo aprendió a escupir fuego, seguramente, así fue…