El fin no justifica los medios…

PIDO LA PALABRA
    •    No voy a caer en la práctica barata de la descalificación ni en el despreciable “se los dije”, ya que eso lo único que provoca es la polarización de personas


Siempre he estado convencido que, para obtener resultados diferentes, se deben intentar cosas también diferentes, pero esto no significa que podemos permitirnos construir nuestro castillo con una cimentación de paja, endeble, misma que no soportará ningún cuestionamiento, pues por muy bonito que se vea el castillo, su base tarde o temprano lo derrumbará, y no habrá argumentos sólidos para defenderlo ni mucho menos para esperar que se pidan disculpas.

El panorama que se nos pintó en campaña para conseguir un cambio, desde luego que nadie tenía argumentos para negarlo pues es obvio que todos esperamos ese cambio, además, aunado al voto de castigo que se pretendía dar a los gobiernos del pasado por tantos años de engaño, era más que garantía inobjetable para obtener un triunfo; pero llegó el momento de pasar del dicho al hecho y es ahí en donde las formas ya no se sienten tan fuertes como el fondo.

No voy a caer en la práctica barata de la descalificación ni en el despreciable “se los dije”, ya que eso lo único que provoca es la polarización de personas pero no de ideas, y yo tampoco voy a hacer el caldo gordo a la estrategia política de la actualidad; pero sí es importante señalar que hay decisiones que dejan muy mal parado al régimen que con legitimidad se debiera implantar; es inobjetable que queremos un cambio, pero hay sectores en donde parece que estamos regresando a lo mismo.

Lo mismo porque sigo viendo el cómo los líderes de los Partido siguen insistiendo en considerar a sus agremiados como menores de edad, al menos así lo estimo, pues no les permiten elegir libremente a sus nuevos representantes y tratan de imponer a sus allegados, o en algunos casos perpetuarse a través de elecciones a modo; es grotesco ver las escenas de la lucha por el hueso que provocan enfrentamientos entre miembros de un mismo Partido, algunos lo llamarán democracia; yo la llamo ambición.

Lo mismo, porque sigo viendo esa vieja práctica grotesca de detener el llamado reloj legislativo ubicándonos en el supuesto absurdo de que para ese sector de la política mexicana el tiempo no transcurre.

Lo mismo, porque una de las banderas del actual sistema es la honestidad y un ataque frontal a la corrupción, objetivo que se aplaude y se agradece, pero… los hechos nos siguen regresando al pasado, pues en la consecución de sus cuadros políticos o ciudadanos se sigue utilizando la simulación o el mayoriteo para ganar presencia en todos los sectores posibles, deslegitimando con ese hecho lo que en esencia no debería estar impregnado por ninguna mancha de duda.

La respuesta de los que defienden esas acciones, resulta tan grotesca como las acciones mismas, pues el único argumento que escucho es: “¿Por qué en el régimen anterior no protestabas como si lo haces con éste?”, y mi razonamiento a esa ridícula respuesta es que precisamente se votó por una nueva forma de hacer las cosas, que por esa razón se le dio la espalda a esos gobiernos de la traición, el engaño y la corrupción, y esa mis amigos, fue nuestra forma de protestar y rechazar al anterior gobierno, pero a la vez significó que no queríamos más de lo mismo.

Hoy sigo viendo la mofa al perdedor, sigo viendo las mismas líneas de trabajo, aceptándolo como correcto porque ahora ya no lo hace el de la tienda de enfrente; es decir, ¿lo que antes detestábamos ahora lo justificamos porque lo hacemos nosotros?

Creo que ese no es el camino, pues lejos de buscar la unidad en torno a un régimen o una persona, lo único que se está logrando es que se sigan polarizando los intereses.

La forma importa e importa mucho, pues, aunque el fondo sea excelente porque lo es, las maneras de hacer las cosas hacen pensar que el cambio fue para seguir igual.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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