Un Infierno Bonito

PEDRO “EL CHAPULÍN”
Eran como las 9 de la mañana cuando una niña desesperada tocó con una piedra la puerta 2 de la mina de San Juan Pachuca. El Velador salió a ver quién era y le preguntó:

    •    ¿Qué quieres, niña?

    •    Vengo a buscar a mi papá, mi mamá se está muriendo y lo necesitan en la casa.

    •    ¿Cómo se llama tu papá?

    •    Pedro Torres Hernández, aquí trabaja.

    •    Aquí trabajan muchos, ¿cómo le dicen?

    •    “El Chapulín”

    •    ¡Ya sé quién es! Pero no sé dónde está trabajando Pásate al fondo del patio, ahí hay unas ventanas pintadas de verde, tocas y preguntas.

La niña se metió corriendo por el patio, al pasar por el tiro de la mina fue detenida violentamente  por uno de los encargados.
    •    ¡Déjeme, Suélteme!

Los gritos de la niña llegaron al cuarto de Primeros auxilios, donde se encontraba  el jefe de seguridad Rafael Carrillo, quien es esos momentos se cambiaba de ropa para bajar a la mina, de inmediato salió preguntando:
    •    ¿Qué escándalo es ese?

    •    Esta niña, se iba a pasar por el tiro de la mina.

La niña se le zafó de la mano, con la manga de su suéter se limpiaba los ojos, el señor Carrillo le preguntó:
    •    ¿Qué es lo que vienes a hacer aquí?

La niña, llorando espantada, le contestó:
    •    Vengo a buscar a mi papá, mi mamá se está muriendo.

    •    ¿Quién es tu papá?

    •    Se llama Pedro Hernández, le dicen “El Chapulín”

Uno de los mineros dijo:
    •    Trabaja con el barretero Pascual Jarillo, en la mina de Santa en el nivel 530.

El señor Carrillo le hizo una caricia a la niña y le dijo:
    •    Vete a tu casa, es muy peligroso estar aquí, se te puede caer una piedra.

La niña se dio la media vuelta y salió corriendo por donde entró, el señor Carrillo se acercó al brocal de la mina y tocó la campana para que subiera la jaula, después llegó el calesero y le dijo:
    •    Ve al nivel 370 y le dices al motorista que le avise a Pedro “El Chapulín” que lo necesitan en su casa.

Para la suerte del motorista, encontró un cochero y le dijo:
    •    Me dijo  Carrillo que le avisaras a Pedro “El Chapulín”, que lo necesitan en su casa.

Para dar el recado, tenía que subir 60 metros de escaleras verticales y caminar más de un kilómetro, llegó hasta donde estaba y le pasó el recado:
    •    ¡Que te necesitan en tu casa!

Pedro se puso pálido y dijo:
    •    ¡Mi vieja!

Dejó todo lo que estaba haciendo y corrió como loco todo el túnel, sin importarle que hacía un calor que apenas se soportaba, llegó al despacho del 370, tocó varias veces, estaba muy nervioso; bajó la jaula, el calesero le dijo:
    •    Están haciendo faena en el nivel 30, es a donde te puedo llevar.

    •    Por favor.

Estando en el nivel 30, Pedro se metió por el túnel que llega a la Hacienda de Loreto, pero allá tuvo problemas, no lo dejaban pasar.
    •    Lo siento mucho compañero, pero por aquí no puedes salir, regrésate por donde viniste.

    •    Es urgente, mi esposa está muy enferma, tengo que verla.

    •    Lo siento mucho, pero de aquí no sales.

Llegó el jefe de veladores de la Hacienda de Loreto y le dijo:
    •    Es mejor que no pierdas tu tiempo, ni se lo quites a los compañeros, es la misma compañía, pero cada quien tiene su gente y sus puertas, de aquí no sales.

    •    ¡Por Dios se los juro! Me urge salir.

En un descuido de los veladores, les dio un aventón, haciendo que cayesen al suelo y salió como alma que lleva el diablo, rumbo a la mina de San Juan, que estaba un  poco más arriba, la gente que vive por esas calles miraban con asombro a un hombre semidesnudo, lleno de lodo, con lámpara y casco y atrás, un grupo de gente que le gritaban que se parara o disparaban, cuando llegó a la puerta número uno, de  San Juan Pachuca,  tocó desesperadamente, gritándoles que le abrieran, cuando abrieron, empujó la puerta con todas sus fuerza, hasta tumbó al velador, se metió corriendo, más adelante lo agarraron, le torcieron el brazo y al momento en que le iban a pegar les gritó el Jefe de Seguridad:
    •    -¡Déjenlo! Entrega tu equipo, cámbiate y vete a tu casa. 

Medio se bañó y llegó a la puerta 2, al verlo, el velador se le puso enfrente:
    •    ¡Alto!

    •    Déjame salir, me están esperando en mi casa.

    •    De aquí no sales.

Y ya quería cerrar la puerta con llave, cuando el señor Carrillo le hizo una señal para que lo dejara salir; corriendo como loco llegó al barrio del Arbolito, subió por la calle del Porvenir y entró en una casa, casi al llegar al cerro. Su mamá lo estaba esperando y le dijo:
    •    Ya se la llevaron a la Clínica Minera,

De nuevo “El Chapulín” bajó corriendo por las calles empedradas, por Galeana agarró la calle de Guerrero y no se detuvo hasta entrar a la Clínica, con la lengua de fuera por el cansancio y agitado, no podía hablar, Le dijo uno de los doctores:
    •    Lo siento mucho, acaba de morir su esposa. Ya venía muy grave.

    •    Déjeme verla.

    •    ¡Pase!

Se recargó en su pecho y le dijo en el oído: “me hubieras esperado vieja”. Le dio un beso en la frente y lloró desesperado, escuchó una voz que le dijo:
    •    Haga favor de salirse, 

    •    ¡Déjeme otro ratito!

    •    Mejor vaya a arreglar lo del funeral.

Pedro se separó lentamente de su esposa, sin quitarle la vista, dio unos paso para atrás, movió la cabeza y salió a la calle, caminaba a paso lento, era muy grande  su dolor, pero más su preocupación porque no tenía dinero para enterrarla, sin dejar de llorar caminó por las calles del centro de la ciudad, hasta que llegó donde estaba el sindicato minero, se metió a una oficina y le dijo a la secretaria:
    •    Señorita, ¿me puede pasar con el secretario por favor.

    •    ¿Qué es lo que desea señor?

    •    ¡Mi esposa acaba de morir y no tengo dinero, quiero que me haga un préstamo!

    •    ¡Deje verlo, espérame aquí!

La secretaria, al ver su dolor, entró casi corriendo y le dijo al secretario tesorero:
    •    ¡Señor hay un compañero muy angustiado que solicita un préstamo!

    •    ¡Dígale que no estoy, que salí a la ciudad de México!

“El Chapulín” salió del sindicato con la mirada al suelo y llegó con trabajo a su casa, se soltó a llorar, se le acercó su mamá y le dijo:
    •    Dios te ayudará a soportar todo tu dolor. Tengo guardados unos centavos de la jubilación que me dieron cuando tu padre murió, te los voy a dar, no te preocupes, arregla lo que tienes que hacer.

Cansado, triste y sin ilusiones “El Chapulin” arregló lo del sepelio, los vecinos del barrio cooperaron para las flores, el café y el pan, para el velorio Doña Magos se prestó a rezarle los rosarios, y así pasaron las horas, la gente se fue a descansar, solamente quedaban la familia de Pedro “El Chapulín”. Le dijo su mamá:
    •    Hijo, ve a la iglesia y pídele al señor cura que si te hace el favor de venir a rezarle a tu mujer.

“El chapulín” llegó a la iglesia y encontró a sacerdote en los pasillos, le besó la mano y le dijo:
    •    Padrecito, mi esposa murió ayer.

    •    Debemos ser fuertes, son pruebas que nos pone Dios.

    •    Le pido de favor que si puede irle a rezar a mi casa.

    •    ¿Dónde vives?

    •    En el barrio del Arbolito.

    •    ¿Traes coche?

    •    No, padre.

    •    ¡Eres casado por la iglesia?

    •    ¡No!

    •    Entonces, ¿cómo quieres que vaya a tu casa si son pecadores, si han vivido en amasiato? ¡No voy! vete y no me quites el tiempo.

El sacerdote se metió a la sacristía dejando parado a Pedro, que muy triste regresó a su casa, se sentó junto al ataúd y soltó el llanto, al escucharlo, su mamá Doña Julia salió y le preguntó:
    •    ¿Qué pasó con el Señor cura?

    •    ¡No quiso venir, el cabrón!

Esa tarde enterraron a Isabel, bajo un fuerte aguacero, los acompañantes buscaron donde había un refugio, “El Chapulín”, su mamá y su hija, de 8 años, permanecieron bajo el agua mirando cómo los enterradores hacían su trabajo, el agua se llevaba las lágrimas que les escurrían por sus mejillas.
Pedro se quitó su chamarra y le dijo a su hija:
    •    Llévate a tu abuelita  a la salida del panteón, hay una capilla, ahí se atajan el agua y me esperan “El Chapulín” esperó hasta que enterraron a su mujer y después todo mojado llegó por su mamá y su hija.

    •    Estás muy empapado hijo, a ver si no te hace mal.

Regresaron a su casa y cerca de la medianoche la señora escuchó llantos y murmullos.
    •    ¡Virgencita Santa, estás ardiendo en calentura. Hija prende el bracero, ve a ver a mi comadre Juanita, a ver si no tiene una yerbita para bajarle la fiebre.

La señora le hizo un té al “Chapulín” pero al ver que no mejoraba, pidió ayuda a los vecinos para llevarlo a la Clínica Minera y como a las dos horas falleció de pulmonía. Pasó el tiempo y Sandra, la hija del  “Chapulín”, aquella niña que años atrás fue a buscarlo a la mina, se casó con Víctor y tuvieron varios hijos, al mayor le puso por nombre Pedro y como se parecía a su abuelo,  en el barrio le dicen “El chapulín”.

 

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