Un Infierno Bonito

EL DÍA DE LAS MADRES.

Nunca podremos olvidar que constantemente la gallina está contenta, lastimándose el pecho durante días sobre los huevos, cuando los siente animados, con mucho tiento y amor rompe los cascarones, para ayudar a salir a sus polluelos, cuando todos han salido los cuida, dándoles protección, los alimenta y con valor los defiende, con paciencia los tolera y con mayor cuidado los abriga.

Todas nuestras madres sufren enfermedades desde la preñez, dolores, riesgos peligrosos en el parto; al nacer el hijo, hay desvelos para ella, sufrimientos y muchos sacrificios para verlos crecer, preocupaciones por   vestirlos, calzarlos y darles alimentos y buena educación.
Cuando son jóvenes lo primero que hacen es abandonar a su madre y unirse a otra mujer. Pero la madre siempre es madre, jamás se olvida de sus hijos, los quiere con cariño al igual que cuando los sintió en el vientre, sin embargo, los hijos se avergüenzan de ella, como le pasó a una mujer muy noble.
Ángela Hernández Pérez era viuda; su esposo Ramón se había matado en la mina, vivían en una casa en el callejón de Manuel Doblado del barrio de la Palma. Con el poco dinero que le dio la compañía puso un changarrito, con eso se la pasaba, a su hijo Juan lo metió a estudiar la primaria en la Escuela Justo Sierra, con trabajos hizo que terminara la secundaria, porque ella no quería, por nada del mundo, que su hijo trabajara en alguna mina de las muchas que había en Pachuca.
Al pasar el tiempo, Juan se enamoró perdidamente de Luisa, la hija de un viejo borracho. Era muy ambiciosa, le pedía que la llevara al cine, que le hiciera regalos que el muchacho no podía darle, insistiéndole que dejara la escuela y se metiera a trabajar a la mina, en aquel entonces era lo único que había. La señora lloraba por la decisión de su hijo, trabajaba doble turno para juntar dinero y casarse, en poco tiempo fueron a pedir a la novia y fijaron la fecha mucho antes de lo que habían calculado. Luisa miraba con desprecio a la mujer que iba a ser la futura suegra, la criticaba en lo que hacía y sus modos de hablar. Juan no le daba importancia porque adoraba a su novia.
A la señora los años la habían maltratado físicamente, su modo de vestir   de negro la hacía ver mucho más vieja de lo que era. Luisa platicaba con Juan;
      –  Le deberías de decir a tu madre que se cambie de vestido, parece zopilote.
      –  Es que siempre le ha guardado luto a mi padre.
      –  Espero que en nuestra boda no vaya así, porque la saco.
La señora quería mucho a su hijo, al saber que trabajaba en la mina, tenía
miedo de que le pasara lo que a su padre, nunca le reprochaba nada, era hijo único.
El día en que se casaron, hicieron una gran fiesta, echaron la casa por la ventana, se gastaron todo el dinero que tenían, Ángelita les dio sus ahorros para que se fueran a su Luna de Miel en Acapulco, duraron 15 días, a su regreso la llevó a vivir a su casa, para la señora fue un infierno (pero no bonito). Luisa demostró sus cualidades como mujer muy floja, todo le molestaba, se la pasaba acostada, hasta la hora en que iba a llegar su esposo era cuando se levantaba para recibirlo.
    •    Ya vine mi amor.

    •    Siéntate en un momento le hablo a tu mamá para que te sirva de comer.

    •    Déjala, sírveme tú.

    •    ¡¿Yo?! Bien sabes que nunca hacía nada en mi casa, menos aquí que tengo chacha. Mi madre te dijo claramente que tenías el deber de darme todo lo que se me antojara, no nací para sirvienta.

    •    Pero mi amor, mi jefecita está muy cansada, es una viejita

En esos momentos entró la señora Ángela y le preguntó a su hijo.
    •    ¿Cómo te fue?

    •    Bien, jefa

    •    Te voy a servir de comer.

    •    De una vez a mí, suegra, ya me dio hambre.

Cuando terminaron de comer, Luisa le dijo a su marido.
    •    Llévame a la casa de mi mamá, quiero verla.

    •    Ay, mi amor, ve, allá te alcanzo, por Dios que vengo muy cansado, en la mina llevamos unas friegas de perro.

Los meses pasaron y Luisa le dio a Juan la gran noticia de que estaba embarazada, él como buen cristiano, la abrazó, la besó y le dijo:
    •    Voy a trabajar con más ganas para que a mi hijo no le falte nunca nada, esto hay que celebrarlo. Te voy a llevar a cenar al mejor restaurante que hay en Pachuca.

Pero el gusto le duró dos días a Juan, tuvo un accidente dentro de la mina,  lo llevaron al Hospital de la Compañía, al saberlo su mamá casi se volvía loca, le comunicó a su esposa:
    •    Mi hijo se accidentó en la mina, vamos a ver cómo se encuentra.

    •    Vaya usted, yo me voy a la casa de mis padres mientras sale, me dijo el médico que no tuviera preocupaciones por mi bebe.

Ángelita estuvo toda la noche afuera del hospital, esperando noticias, porque no la dejaron entrar, al día siguiente le dijeron que estaba delicado pero que no lo podía ver, la señora no se movió del lugar, soportando las inclemencias del tiempo, hasta que por fin le dieron unos minutos para que hablara con él, secándose las lágrimas se acercó hasta su cama, con las manos le hizo el cabello para atrás con mucho cariño y le dio un beso en la frente, Juan abrió los ojos y lo primero que le preguntó fue por su esposa.
    •    ¿Cómo está Luisa mamá?

    •    Bien

    •    ¿Por qué no vino a verme?

    •    Se quedó esperando que llegaras a la casa.

    •    Pobrecita, ha de sufrir mucho, para la otra vez dile que venga y tú te quedas en la casa, porque solamente dejan entrar a una persona.

    •    Le voy a decir.

    •    Vete mamá, para que le digas que estoy mejorando mucho; me cayó una piedra grande en mi pierna.

    •    Sí hijo, se lo voy a decir.

La señora llegó a su casa, fue a buscar a su nuera para decirle lo que le pedía su hijo y le contestó.
    •    Ay señora, cómo cree que voy a ir, cuando llegue a su casa me avisa para que me vaya, pero mejor déjelo que esté bien, yo no voy a estar cuidando enfermos, recuerde que estoy embarazada.

Pasaron los días, las semanas y Juan no dejaba en preguntar por su mujer, la señora no tenía palabras que decirle que ella no quería verlo. Un día la ambulancia lo dejó en la puerta de su casa, se puso muy triste cuando no vio a Luisa, su esposa, le preguntó a su mamá:
    •    Jefa ¿Dónde está mi mujer?

    •    Ahorita viene.

    •    Llámela pronto, porque me muero de ganas de abrazarla, no sabe cómo la extraño.

Ángelita no aguantó el llanto y le contó la verdad.
    •    Perdóname hijo que te haya mentido pero desde que te accidentaste, tu mujer se fue a la casa de sus padres, tiene días que no la he visto, ya no quiere recibirme.

    •    Voy a buscarla.

    •    No te muevas, me dieron instrucciones de que no debes de hacer movimiento en tu pierna o quedaras rengo, voy a avisarle que estás aquí para que venga.

La señora fue hablar con su nuera, le rogó, le suplicó que regresara a su casa, que su hijo la estaba esperando. Luisa le contestó que regresaba pero con condiciones, que tenía que aceptar, que luego le decía cuáles eran. Entró a la casa y con lágrimas de cocodrilo se fue a hincar cerca de su cama y le dijo:
    •    ¡Mi amor, qué bueno que estás de regreso! Muchas veces quise ir a verte, pero tu madre me lo impidió, me dijo que ella tenía más derecho que yo y como te quiero mucho, me hice a un lado.

    •    No te preocupes, amor mío, así son las madres de celosas, pero ya estamos juntos.

Pasaron los días y Juan comenzó a caminar normalmente y su señora platicó con él.
    •    Le deberías de alquilar un cuarto a tu mamá para que se vaya a vivir,  no le caigo bien y además nos está robando nuestra privacidad.

    •    Le voy a decir, a ver qué dice, porque esta casa se la dejó mi papá para que nunca saliera de ella, lo que deberíamos de irnos somos nosotros.

    •    No seas baboso, ni modo que me vaya. ¿Y los muebles? Piénsalo.

A tanta insistencia, Juan se enfrentó a hablar con su mamá y le dijo:
– Ya tengo rentado un cuartito usted
          – ¿Para mí?
          – Si jefa, esta casa está llena de recuerdos de mi padre. Luego la he visto llorando, ya le llevé una cama, allá estará cómoda, yo le llevaré dinero cada semana, no estará sola, porque en la vecindad vive mi madrina.
La señora no aguanto las lágrimas, mirando a su hijo, le dijo:
    •    Esta casa me la dejó tu padre.

    •    Sí mamá, pero su recuerdo la está matando, váyase, ya le empaque sus cosas.

Juan Acompañó a su mama a otro barrio,  la dejó en un cuarto y regresó a su casa, al pasar el tiempo, le dijo a su señora:
    •    Ahorita vengo vieja, voy a llevarle dinero a mi jefa.

    •    No tienes porqué llevarle dinero, nosotros lo necesitamos más, recuerda que hay que ahorrar porque falta poco que llegue nuestro hijo.

Abrazos, besos y caricias de la señora hicieron que Juan se olvidara por completo de su mamá, Era un 10 de mayo, al salir de su trabajo, vio que toda la gente, principalmente los niños le llevaban un regalo a su mamá, Juan compró un ramo de rosas muy hermosas,  sin avisarle a su esposa, se dirigió a buscar a su madre, donde hacía meses la había abandonado, al llegar, estaba tendida dentro de una caja de las más humildes, rodeada de cuatro velas, lloró gritándole que lo perdonara, su madrina le dijo que se fuera. Se refugió en el alcohol, volviéndose un borracho, como no trabajaba, lo echaron del trabajo, Luisa lo corrió de su casa, han pasado los años y el remordimiento de Juan ha sido tan grande que cada 10 de mayo lo vemos desarropado, tomado sobre una tumba en el Panteón Municipal, llorando arrepentido de lo que le hizo a su madre.

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