Un Infierno Bonito

“LA MUJER DEL PELUQUERO”

Era mediodía cuando la señora Rebeca, la vieja del peluquero, estaba que se la llevaba la grosería  porque no le llegaba dinero para ir al mercado y hacer la comida, se paseaba como leona enjaulada y se asomaba cada rato por la ventana, de momento agarró su rebozo y salió a paso veloz para irlo a buscar a la peluquería, que se encontraba a dos cuadras de donde vivía, le iba a caer como abonero en quincena, porque llegó noche y cuando se salió temprano no le dejó dinero.

Al llegar encontró al “Chícharo” su ayudante, que con una liga trataba de matar las moscas que se paraban en los espejos, al ver a la señora, se levantó rápido haciéndole un saludo militar.
    •    ¿Dónde anda mi señor?

    •    No sé señora, tiene varias horas que se salió, sólo me dijo ahorita vengo, ya lo han venido a buscar varios clientes.

    •    ¿No sabes dónde fue?

    •    De seguro ha de estar en la cantina echándose la copa del amigo, pues son las 12 del día.

    •    Vete de volada a buscarlo y le dices que lo estoy esperando.

    •    ¡Hijole! Se va a enojar, hace rato que fui a buscarlo lo encontré en la cantina “La Sangre Minera” porque a un señor le urgía que lo pelara de volada, apenas le iba a dar el recado cuando me dio una trompada en el hocico y  me gritó: “Ya te dije una y otra vez que aunque fuera mi madre a la peluquería a buscarme le dijeras que no estaba para nadie, pareces pinche burro”

Total que entre muchos gritos, la señora lo convenció. Llegó de vuelta el “Chícharo” a la peluquería y le dijo a la señora:
    •     Que se vaya para su casa, que no lo esté molestando porque si se enfada ni pelos le va a dejar.

    •    Regresa y dile que si no viene en 5 minutos, lo voy a sacar a madrazos.

“El Chícharo” le puso miles de pretextos a la señora, pero ella se desesperó, lo sacó de las greñas y le dijo:
    •    La que manda soy yo y sácate a dejar el recado o tú me la vas a pagar.

Lo empujaba mientras le decía:
    •    Obedeceme cabrón o te despido.

Muy temeroso, el muchacho se encaminó a la cantina, para no regarla se metió por debajo de las persianas y entre muchos borrachos buscó a su maestro Rubén, que se jugaba las tandas en la rayuela. En el momento en que iba a tirar “El Chícharo” le dijo:
    •    Maistro que lo busca su…

La voz del “Chicharo” ciscó al peluquero y la moneda no cayó en el ladrillo, enojado le soltó un golpe en la nariz, tumbándolo hacia atrás, rozándose los ojos de lágrimas.
    •    ¡Chicho pendejo, me echaste a perder mi tiro, ¿qué chingados quieres?

“El Chícharo” se limpiaba la sangre de la nariz, y llorando le volvió a repetir lo primero.
    •    Dice su señora que vaya de volada a la peluquería o de lo contrario viene a sacarlo de las greñas.

Todos los que estaban en la cantina soltaron la carcajada y le dijeron:
    •    ¡No sabíamos que tu vieja te pegaba! Aquí vienes a decirnos que el que manda en tu casa eres tú y salen que eres un pinche mandilón.

El peluquero le dijo muy serio a su ayudante:
    •    Ve y dile a esa pinche vieja que se regrese a su chiquero, porque si voy, me la voy a llevar arrastrando de las greñas y le voy a poner una pela a puro madrazo. Así se lo dices, sin quitarle una palabra. Y tú sácate de aquí, dile también que tú eres mi ayudante en la peluquería y no andas de mandadero.

“El Chicharo” regresó a la peluquería y en venganza en contra de su patrón, cambió las palabras de lo que le iba a decir:
    •    Dice el maestro que “se vaya a bañar, pinche vieja cochina y que le va a reventar el hocico para que no ande de chismosa” y me dijo otras cosas de su mamá de usted, que no le puedo repetir.

La señora se puso negra de coraje y dijo entre dientes:
    •    Hijo de toda su peluquera madre, pero ahorita que lo vea, se le va a presentar el diablo encuerado.

Al salir de prisa chocó con don “Chayo” y lo mandó de nalgas al suelo, era un viejito chaparrito; lo levantó y le puso su sombrero.
    •    Dispénseme señor “Chayo”, pero estoy como agua para pelar pollos, déjeme sobarle la pelona.

    •    No se preocupe señora, sólo venía a pelarme, pero no veo al maestro.

    •    El maestro no está por el momento, pero  soy su secretaria de confianza en cortes de pelo.

Sin darle tiempo de hablar lo cargó y lo sentó en el sillón
    •    ¿Cómo quiere  que lo pele? Le voy hacer un corte juvenil, con copete al frente.

    •    ¡No se burle de mí, señora, si está mirando que estoy pelón, sólo quiero que me corte el cabello de atrás y de las puntas.

    •    Era sólo una broma para que usted recuerde los tiempos en la que andaba de Pachuco, ¿dónde va tan a aprisa que tiene el coco sudado?

    •    Voy a una junta de vecinos, para que pongan una barda arriba porque cuando llueve se bajan las piedras.

    •    ¡Ah! Que don “Chayo”, usted todo el tiempo de político tirándole piedras al gobierno, tenga mucho cuidado porque en el PRI hay muchos borregos y no lo vayan a agarrar a topes.

La señora le metió las tijeras y lo dejo listo en menos que canta un gallo, le puso el espejo en la parte de atrás para que don Chayo se viera como había quedado.
    •    De verdad no me gusto como me corto el pelo, por el poco que tengo se notan las mordidas. Más del lado derecho.

    •    Usted tiene la culpa por estar platicando, se mueve mucho como si tuviera chincual, moviendo la cholla para todos lados, eso me descontroló. Pero dejando todo atrás, está usted servido son 50 pesos de la pelada.

    •    Esto es un abuso su marido me cobra 30 pesos

    •    No sea codo don “Chayo” págueme y no discuta, ahora si no está contento vuélvase a sentar y lo emparejo.

    •    Déjelo así, con no volver a esta peluquería es suficiente.

Don “Chayo” salió a la calle diciendo groserías, la señora agarró su bolsa para salir, en esos momentos entró “El Cascajo” y su hijo.
    •    ¿No está el maestro?

    •    No don Héctor, pero estoy yo en su representación ¿Cuál es su Pex?

    •    Vengo a que pele a mi hijo.

    •    ¿Este es su hijo? Yo pensé que era el Tío Cosa que sale en la televisión.

    •    Hágale un corte de pelo bonito, en la escuela los pinches maestros quieren que lo pelen como sardo.

    •    No se preocupe Héctor, lo voy a pelar a la moda, en un momento lo voy a dejar como muñeco

    •    Se lo encargo mucho, voy al centro a hacer unas compras.

    •    Váyase tranquilo, si se tarda un poco, yo pongo a su hijo corriente en su clase, por ahí supe que reprobó por burro.

Doña Rebeca metía las tijeras como si fuera profesional, los pelos del niño caían por montones.
    •    Bárrele bien “Chicharo” no te vayas a resbalar con los pelos del chavo, parece que tenía muchos meses de no pelarse. Como a las dos horas, regresó el “Cascajo” y se sorprendió al ver a su hijo.

    •    ¡Señora! ¿Qué le hizo a mi hijo?

    •    ¡Pelarlo!

    •    ¡No la chingue, lo dejó todo mordido!

    •    Quedo bien, si no le gusta cómprele una cachucha y asunto arreglado.

Héctor agarró a su hijo de la mano y salió echando madres de la peluquería.
    •    ¡Oiga, págueme!

    •    Pinche vieja, todavía que dejó a mi hijo todo mordido, pero cuando vea al maestro Rubén le voy a enseñar las chingaderas que hizo, pero me cae que la voy acusar con la procuraduría del consumidor.

Doña Rebeca hizo un gran coraje porque no le pagaron y fue en busca de su señor, llegó a la cantina “Sangre Minera” se asomó por la puerta y pudo ver el peluquero, estaba bailando un danzón, se ponía la mano en el ombligo y se movía con mucho ritmo, pero la señora no le dio chance de terminarlo, abrió las puertas de un caballazo y le puso una cachetada que lo hizo rodar al suelo.
    •    ¡Órale cabrón! Vámonos para la casa.

El peluquero sin reponerse del golpe miraba para todos lados y sus compañeros de parranda estaban que se morían de risa, la señora lo levantó de los cabellos y a punta de madrazos se lo llevó a la peluquería.
    •    Aquí te voy a encerrar por lo menos 15 días, para que aprendas a amar tu trabajo y no trates de escaparte porque te busco por cielo, mar y tierra para darte de una vez en toda tu madre.

La señora metió al peluquero a su negocio y bajó la cortina, se puso de carcelera en la puerta cada que llegaba un cliente, la señora abría, lo metía y volvía a cerrar, cuando el peluquero terminaba le tocaba a su esposa para que abriera, salía el cliente ella le cobraba y volvía a cerrar. De esa forma el peluquero aprendió la lección y durante mucho tiempo no salió a la cantina. También corrió al “Chícharo” y no le pagó indemnización, acusándolo de alcahuete.

Related posts