Un Infierno Bonito

“LA AGARRÓ LA DISPARADA”

Estábamos trabajando en el nivel 400 de la mina de Fortuna, teníamos que terminar ese mismo día, levantar 15 toneladas a pala entre mi compadre “El Pájaro”, y yo. Desde que llegamos lo vi como triste y preocupado, casi no hablaba y a veces, se retiraba un poco, y casi chillaba.

No me quedó otra que preguntarle:
-¿Qué te pasa compadre? No me digas que te peleaste con mi comadre.
-No, fue algo peor.
-Cuéntame qué pasó para que te desahogues, porque te veo muy triste.
Y me contó con todo detalle:
-Ayer que llegué de trabajar, mi vieja me dijo que la llevara al cine, le dije que no, y se puso trompuda, no le hice caso y le dije que me iba a echar un sueñito, y no me contestó.
Me seguí de filo y desperté como a las 10 de la noche, le dije que me diera de cenar porque tenía hambre.
De mala gana me sirvió, me desvestí para seguir durmiendo, ella también se acostó, y estaba dando vueltas en la cama, parece que tenía chincual, y escuché que estaba llorando, prendí la luz y le pregunté: ¿qué te pasa? Y me dijo:
-Me he dado cuenta que, desde hace días, no me haces caso, apenas y hablas, me acerco a ti y te vas para la orilla para no estar juntos, para mi que andas de cuzco y has de tener alguna vieja.
-No pienses mal, vieja, lo que pasa es que estamos abriendo en la mina una frente, mi compadre y yo nos estamos llevando unas madrizas, que al caminar parece que nos pesan las patas. No nos podemos rajar porque quedamos con el mero jefe de terminar en esta semana.
-Pretextos tiene el diablo para llevarse al enfermo, ¿qué dijiste? A esta la engaño con mi trabajo. Pero de una vez te dijo, ándate con cuidado porque el día que te encuentre, a los dos, a ella y a ti, les rajo la madre, en la bolsa del mandado ando cargado un cuchillo.
-No le hagas al pendejo, ni tampoco me amenaces, ¿quieres saber cómo es el trabajo dentro de la mina?
-¡Sí! Eso siempre me ha gustado, pero tú no me lo explicas.
-Párate. Te lo voy a decir para que ya te se quiten esos malos pensamientos.
Nos paramos y le dije que me pusiera mucha atención porque le iba a explicar todo lo que hacemos.
-Yo soy el perforista y mi compadre “El Gato”, es mi ayudante, diario cuando me chifla, ya sea en el turno de la mañana o de la tarde, debo de estar listo y nos vamos. Llegamos a la mina, y en la oficina entregamos nuestra ficha, esta es de aluminio, mi compadre es el número 448 y yo soy el 500.
Se las entregamos al checador y él nos da una tarjeta de asistencia, de ahí voy a ver al barretero, o sea al encargado del trabajo, cómo vamos a trabajar, a ver si hay algún cambio, subimos al baño, que es donde todos los mineros tienen sus cosas. En unos tubos de aluminio pasan por abajo una cadena que llega a una carretilla, y sirve para subir y bajar un costal donde guardamos cada quien su equipo.
Por ejemplo, en el costal, al bajarlo, saco mi gorra, mi cinturón, mi ropa, mis zapatos; si están mojados los llevo a la caldera para ponerlos a calentar, lo mismo hago con mis calzones y pantalón que voy a utilizar en el trabajo.
Mi compadre y todos hacen lo mismo. Cuando ya estamos listos nos bajamos y vamos por la herramienta que vamos a ocupar, mi compadre pide las barrenas, que son tubos de acero, una mide dos metros y otra uno, me los encarga y él va a llevarse un “toche”, que es una botella larga de fierro donde llevamos el aceite. Cuando ya tenemos todo, nos formamos para meternos a la jaula o calesa, que es donde nos bajan a las profundidades, vamos apachurrados porque va repartiendo según el nivel donde deben bajarse, nosotros nos bajamos en el 370 de la mina de San Juan. De ahí caminamos unos 50 metros y sientes el calor, lo caliente del túnel, y se tiene uno que encuerar, quedando sólo en calzones o algunos se ponen un taparrabo, que es una franela que sólo les cubre las nalgas.
Si es el  turno de las siete de la mañana, nos sentamos en el comedor y comemos lo que llevamos, y nos los bajamos con pulque. Eso lo tenemos que hacer en 10 minutos, porque nos espera el motor, que es un trenecito que nos traslada tres kilómetros, y debes de ponerte abusado porque tenemos que bajarnos rápido.
Si es el turno de la tarde, también te lleva pero no para que comas, llegamos, al detenerse, y bajarnos, caminamos un poco y tenemos que subir unos 70 metros de escaleras verticales, y luego caminar casi una hora para llegar al laborío.
Llegando ahí, vamos a traer unas conchas, llamadas góndolas, que también andan en las vías, las tenemos que llenar a pala. Cuando terminamos limpiamos bien el lugar, no sin antes ver hacia arriba si no hay ninguna piedra floja, y si las hay, con una barreta las tiramos, eso es lo que hace mi compadre, mientras yo arreglo la máquina, que le tengo que poner una pata de aluminio apretar las tuercas, conectar las mangueras del aire, del agua, y estar listos para trabajar. Haz de cuenta que tu eres mi ayudante, y vas a hacer todo lo que yo te diga
-Sí.
-Bueno. Ya terminamos, vamos a retirar la máquina para cubrirla bien, y mientras yo lo hago, vas a traer la pólvora, o sea la dinamita, y te llevas un costal, tienes que bajar y subir por donde entramos, pero esta vez vas cargando el costal lleno, que pesa por lo menos 50 kilos. Hazlo, sal, me dices que ya llegaste, y vamos a prepararla, pero antes tienes que ir por las cañuelas a donde fuiste por la pólvora o dinamita, es que no se pueden llevar juntas. Mientras llegas, yo ya soplé los barrenos, que son de dos metros con una pulgada y media de circunferencia. Ya que tenemos todo cargado, vamos a meter la dinamita en la punta de la cañuela, para que al prender vayan tronando conforme se necesita; ya dimos barrenos de cabeza, de tabla, de plata, ahora retira toda las mangueras, y te vienes ayudarme a encender las mechas.
El calor está muy fuerte, no tenemos agua, y tú debes estar muy abusada, reenviando que todo esté bien, vas a dejar el cargador o la cucharilla a unos metros. Llegas y me dices, que ya.
Entonces te digo que al prender los barrenos del centro, que son cuatro, deben de tronar juntos para que hagan un agujero, y luego los demás vayan cayendo solos. Como van prendiendo va saliendo el humo que no te deja ver, pero debes abrir los ojos para que todo quede bien, porque si por algún motivo el perforista o el ayudante se apendejan, puede tronar y ahí te mueres.
Ella me dijo:
-Entonces, ¿la disparada es la que mata a los mineros?
-Ya me estás entendiendo.
Pero como la traía para allá y para acá, me dijo que ya estaba cansada, que mejor otro dia le enseñara, le dije que no:
-Abusada, ya vamos a pegar, eso quiere decir, prender, y cuando yo te diga “corre”, corres y te metes debajo de la cama porque todo esto va a volar.
Cuando estaba descuidada, que le grito “¡Corre!”
Mi vieja que corre, que agarro el tejolote y que se lo aviento con todas mis fuerzas, y que le pega en el lomo, que soltó un grito que espantó a los perros, y quedó tirada.
La fui a levantar, y hacía unos gestos llorando, quejándose donde le pegué, yo le dije:
-Ni modo, vieja, ya te agarró la disparada.
No dejaba de quejarse, sus gritos llegaron a donde vive mi suegra y mis cuñados, que pensaron que la había golpeado, les explique que le estaba enseñando cómo se trabaja en la mina, mi suegra que me arrima una cachetada, y me dijo que para la otra le fuera enseñar a mi madre. A mi mujer se la llevaron a la Clínica Minera y se quedó internada, y me amenazaron que si algo grave le pasa yo se las voy a pagar.
Me quedé con ella toda la noche en la Clínica Minera, y no reaccionaba, de ahí me vine trabajar, y no sé qué pasó, ojalá que no sea grave, pero a ver si así se le quitan las ganas de saber cómo trabaja un minero, y no ande pensando cosas malas…

 

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