Las extrañas anotaciones, halladas en el interior de un antiguo “mikve” (baño ritual judío) inscritas en arameo transliterado al hebreo, han despertado la curiosidad de los principales arqueólogos.
Hallazgos arqueológicos en Jerusalén los hay casi con cada nueva construcción. La mayoría de ellos pasan desapercibidos. No así las inscripciones halladas recientemente en un barrio del sur de la ciudad santa.
Las extrañas anotaciones, halladas en el interior de un antiguo “mikve” (baño ritual judío), han despertado la curiosidad de los principales arqueólogos que estudian el pasado de Jerusalén.
“Pueden ser desde un simple grafiti a un profundo mensaje espiritual, pasando por una descuidada decoración o una llamada de emergencia en tiempos de necesidad”, dice el investigador Alex Wiegmann, director de la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAI) para este lugar.
A unos cuatro metros por debajo de la superficie, los arqueólogos que supervisaban la obra por exigencia de la legislación local descubrieron hace dos meses la boca de una cavidad enyesada que fecharon en el siglo I, el final del período del Segundo Templo.
Los baños rituales judíos, empleados para la purificación espiritual, existían en Jerusalén por decenas, pero el de Arnona no solo es uno de los más grandes sino que destaca por la colección de dibujos e inscripciones que sus usuarios nos dejaron.
“Hay varias interpretaciones porque no se han conservado enteras y la caligrafía es descuidada. Puede que, simplemente, sean nombres de personas, o que se trate de simbología para bendiciones de parte de una fuerza sobrenatural o, incluso, de maldiciones”, matiza Wiegmann, quien dice no tener la más mínima pista sobre los autores.
La cavidad estaba cuidadosamente enyesada, una cubierta que los arqueólogos han extraído en placas para someterlas a exhaustivos exámenes de laboratorio y encontrar restos microscópicos que ayuden a completar las letras y palabras.
Según el arqueólogo, están en arameo transliterado al hebreo en un distintivo tipo de letra cursiva, una costumbre de finales del período del Segundo Templo, el bíblico centro de culto judío que estaba situado apenas cuatro kilómetros más al norte y que fue destruido en el año 70 por los romanos, al mando del general (y luego emperador) Tito.
“No sabemos su propósito, si los hizo una o más personas, si fue una expresión espontánea o alguien los pidió, si trataban de trasladar un profundo mensaje espiritual o eran una petición de ayuda ante un evento traumático”, agrega Wiegmann en referencia a la revuelta judía contra Roma entre el 66 y el 70.
“¡Todo es una incógnita! En los próximos meses quizás los expertos puedan descifrar de qué se trata”, afirma el arqueólogo.