LOS “PECADOS SEXUALES”

DE CUERPO ENTERO
    •    “Si se excluye la procreación, los esposos no son más que viles amantes, las esposas prostitutas y el lecho conyugal un burdel”, SAN AGUSTÍN


En este mundo infinito donde parece que todo cabe y si no se hace que quepa, la sexualidad ha buscado acomodo muchas veces con gran dificultad.
Sabemos que todos los pueblos de occidente se sustentan en una educación JUDEO-CRISTIANA, esto es bajo las premisas y doctrinas de una religión afianzada en el milagro de Dios hecho hombre, pero sobre todo en las tradiciones milenarias del pueblo de Dios es decir el judío.
El hablar del pecado no es solo mencionar una falta que bien podemos tener desde el nacimiento-pecado original-, sino aquel sello que al impregnarse en la piel no se irá salvo con el sacramento de la reconciliación y su absolución inmediata, y siempre con la promesa de volver pronto. Debe generar culpa para así pueda surgir la actitud del arrepentimiento.

Sin bien es cierto que, desde los inicios del cristianismo formal, mediante una decisión política del estado en el siglo IV (año 381), donde se buscaba con categoría abolir el paganismo y sustentar la fidelidad a un solo Dios, se ha pretendido alejar al demonio como hacedor del pecado sexual, no es más que un arranque firme a creer que el “cuerpo” como si estuviera alejado de la mente es el causante de tantos males del placer. Surge así la auto-flagelación, es decir castigar al impío cuerpo que ha osado pecar, excitarse y disfrutar.

CONSTRUYENDO PECADOS
Las mutilaciones eran comunes, en especial la castración, el ejemplo típico lo constituye el teólogo alejandrino Orígenes, que se castró durante un oficio religioso. San Jerónimo refiere en sus epístolas su lucha con el deseo, y es probable que una empresa de proporciones colosales como la traducción de los textos sagrados de sus fuentes primarias al latín vulgar –de allí el nombre Vulgata con el que será conocida–, haya sido una forma de penitencia para apartar de su mente los deseos carnales.

San Agustín intentará poner freno a estos excesos. El cuerpo como toda creación divina será considerado bueno, al igual que todas sus funciones, sólo que ha sido herido como consecuencia del pecado original. San Agustín concebirá al hombre como un ser enteramente corrompido e incapaz de toda obra buena sin la intervención de la gracia. Hablará de lo que San Pablo designaría como “naturaleza carnal”, en términos de concupiscencia, un vocablo de procedencia bíblica utilizado algunas veces por San Pablo.

San Agustín hace de la fornicación el pecado mortal por excelencia, el origen de todos los males del hombre, y dirá que la concupiscencia no ha de identificarse con los apetitos sexuales, aunque estos constituyan el ejemplo más claro del dominio de la concupiscencia sobre el hombre. La sexualidad, creada buena, ha sido alterada al punto que conlleva la idea de pecado, por eso el hombre no puede realizar el acto sexual sin apartar su vista de la contemplación de Dios y fijarla en los seres creados. De este modo, y ante la inevitabilidad de la procreación, el acto sexual es convertido en última instancia en una práctica idolátrica.

San Agustín afirma: “si se excluyen la procreación, los esposos no son más que viles amantes, las esposas prostitutas y el lecho conyugal un burdel”. De esta forma la culpa se siembra y el destino se marca.

LA PENITENCIA
En ese basto mundo de la Edad Media, donde la iglesia en su afán extenderse constante llega a más lados, no alcanza a “preparar” a sus confesores creando manuales “de uso rápido” para asignar las penitencias correspondientes sobre todo a los pecados sexuales. A estos textos se les llamó PENITENCIALES.

Veamos:
Polución nocturna: Recitar 15 salmos y 7 días de ayuno.
Polución deliberada (con ayuda manual): Idem + 20 días de ayuno a pan y agua.
Fornicación de clérigos: 3 años de penitencia.
Fornicación de obispos: Penitencia de 12 años.
Fornicación de laico: 1 año de ayuno a pan y agua (si nacía un hijo año más).

Actos homosexuales
Beso simple: 8 ayunos.
Masturbación mutua: 20 a 40 días de penitencia.
Felatio (sexo oral): 4 años de penitencia.
Sodomía (sexo anal): 7 años de penitencia.

También aparecerán en este período XV – XIX los manuales de moral. En ellos se distinguía entre “pecados según natura” y “pecados contra natura”.  Los pecados según natura contemplaban la posibilidad de la procreación, en virtud de lo cual eran considerados menos graves que los pecados contra natura. La clasificación derivada de ellos es la siguiente:
Pecados según natura: Adulterio, Fornicación, Incesto, Violación.
Pecados contra natura: Homosexualidad, Masturbación.

CONCLUSIONES
Es innegable la influencia histórica de la iglesia sobre el comportamiento sexual de los seres humanos, desde el control, la represión y el marcar pautas de comportamiento. Cada ser humano tiene la libertad de adoptar y seguir las líneas que su fe y sus creencias le guíen bien, sin embargo, viendo al pasado llama la atención las extrañas pautas señaladas siempre con la finalidad de amedrentar, para limitar o de plano suprimir el placer.

El cuerpo como un ente “separado de la mente” se creía, debería ser castigado cuando se excitaba o cometía un “pecado de la carne”, pero sobre todas las cosas se insistía en la culpa como el eje regulador de la conducta humana.

La educación de la sexualidad contemporánea respeta con claridad toda creencia y actitud de cada ser humano, sin embargo, insiste en mitigar las culpas, fomentar el ver al placer como un elemento que genera buen crecimiento de los seres vivos, y que la culpa genera más sentimientos negativos que caminos seguros para un buen desarrollo.

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