Agradecimientos

FAMILIA POLÍTICA

“Los amigos se conocen en la cárcel,
en la cama y en la presentación de un libro”
Sentencia popular.

Antes que nada, espero que estas letras sirvan para disculparme con los amigos que no recibieron o, por algún motivo, no tuvieron acceso a la invitación que circuló oportuna y ampliamente por las redes sociales, es lo de moda; las convocatorias escritas resultan ya obsoletas, aunque tal vez, sean más eficaces.
    Agradezco al Señor Gobernador Omar Fayad Meneses, su representación personal, por el digno conducto del Subsecretario de Desarrollo Político y del Director General de Administración de la Secretaría de Cultura, así como a mi amigo, el Señor Secretario General de Gobierno, Don Simón Vargas Aguilar.
En los jóvenes se cifran el presente y el futuro de este país, que hoy se sacude en la vorágine de la incertidumbre. Las nuevas generaciones nacieron y viven en una crisis que los diferentes gobernantes no fuimos capaces de superar en el tiempo y las oportunidades que la historia nos dio. En este sentido, lo menos que los viejos podemos hacer, es predicar con la palabra y con el único ejemplo legítimo: la honestidad. Para tener la lengua larga, hay que tener la cola corta.
Muchos chavos, en su momento han pasado por mis manos con el pretexto de la Oratoria; y digo pretexto, porque casi siempre, quienes presentan inquietudes en este sentido, caminan más allá (la Oratoria es un medio, no un fin); me cuestionan, interrogan, reclaman y hacen todo lo necesario para formar una auténtica amistad, debidamente fundada y motivada.
Es el caso de Oziel Serrano Salazar, quien hizo el honor de fungir como moderador; propios y extraños lo reconocemos por su extraordinaria cultura; por su lenguaje siempre preciso, erudito, elocuente… Oscar Pérez Márquez, novel abogado cuya facundia es innata, es nieto del histórico dirigente magisterial, Profesor Moisés Márquez Rubio; a su edad ya cuenta con sólido currículum que, por su constancia, responsabilidad y sentido de la gratitud, estoy seguro de que podrá brillar con luz propia, bajo cualquier circunstancia.
Con el patriarcal Maestro, Don Bonfilio Salazar Mendoza, nos une desde la Escuela Normal, una amistad que se acrecienta con los años. Ayer fue formal relación Maestro-alumno; hoy es una manifestación de constante cuatitud que se nutre en las letras y en las opiniones, no siempre coincidentes, que nos vinculan con inmodificable respeto.
El Maestro Juan Manuel Menes Llaguno, desde los viejos tiempos en que la Oratoria nos unió, hasta la oportunidad que la vida nos dio de trabajar juntos como Magistrados del Poder Judicial del Estado; siempre me ha hecho objeto de distinciones, tal vez inmerecidas. Una que recuerdo con singular afecto, es el regaño que me dio cuando le presenté el manuscrito de mis primeras décimas autobiográficas. Me definió como sonetista y me endilgó, sin decirlo, el viejo estigma de que “chango viejo, no aprende maroma nueva”. Incursionar a estas alturas en una forma poética distinta a mi paradigma de catorce versos, le parecía tan sacrílego, como el hecho de que él dejara la crónica para dedicarse a escribir recetas de cocina. Tiempo después, amablemente rectificó y como compensación, me prestó las instalaciones de su escuela, con todo el apoyo de su familia y colaboradores, para la presentación, en la cual, él, como siempre, hizo una extraordinaria intervención, con base en el significado etimológico y la circunstancia literaria de Un Regaño, así como la intención alburera de meter los pies al agua.
Aunque la asistencia (que no la convocatoria) fue selecta, sin importar el brillo de mi estrella política, no puedo intentar la mención de todos; apelo a la comprensión de quienes me acompañaron, ante la dictadura de la circunstancia, que me obliga a mencionar unos pocos nombres; pero eso sí, muy representativos: La Sra. Silvia García de Alba, Don Darío Pérez González y sus fieles escuderos, Piedraza y Costeira; lo que queda de los Maestros Hernán Mercado Pérez, Jaime Flores Zúñiga y Juan Salomón Jorge Uribe; los señores notarios Dorothy Busto Villarreal y Federico Gómez Jiménez; mi dilecto amigo, Doctor Sergio Raúl Salinas Salazar y sus canchanchanes Pancho y Roberto (mis grandes cuates de toda la vida); el joven director de Plaza Juárez, Javier Peralta; mis familiares de Tlaxcala, con la representación de mi querido tío Juan (hermano de mi madre); amigos y parientes de San Juan Solís; abogados, colaboradores y compañeros de trabajo en las diferentes etapas de mi vida.  Todos, todos, los que honraron con su presencia tan, para mí, grata ceremonia, reciban la gratitud de Rocío I, Rocío II, Erick, Alan y Jorge Ángel.
¡Gracias a todos!

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