Palestina, un reclamo de libertad y de justicia

EL ÁGORA

Para  Doña Faribe Saba Nazal,
Doña Lucrecia Isabel Giadalah Sanhueza
y Don Antonio Jarufe Jarufe

La historia reciente de Palestina es la de un pueblo resiliente y férreo, que resiste con valentía los embates del occidentalismo implacable encabezado por el gobierno Israelí, el cual, mediante el auspicio de los Estados Unidos de América y de diversas naciones europeas, ha arrojado a miles de personas inocentes hacia un camino de violencia y sufrimiento durante décadas.

En 1917, impulsado por el movimiento sionista, el ministro británico de relaciones exteriores -Foreign Office-, Sir Arthur James Balfour, firmó a 3,500 kilómetros de distancia, desde el escritorio de su oficina en Londres, una carta que cambiaría radicalmente el destino de los palestinos. En ese documento prometía la creación de un país para los judíos, dándole lugar a un pueblo en el hogar de otro.

Así, tras poco más de cincuenta años de ocupación, la indiferencia e ineficacia de la Comunidad Internacional para lograr una solución pacífica al conflicto resultan indignantes, puesto que la causa palestina, en tanto que implica la búsqueda de una vida digna y el respeto del derecho a la autodeterminación, está debidamente legitimada.

Al observar los mapas que muestran la evolución de los territorios arrebatados por Israel, desde antes de 1946 a la fecha, es posible constatar la voracidad de un proyecto de Estado que se cimenta en múltiples violaciones a los derechos humanos, entre las cuales hallamos limitaciones a la libertad de circulación, detenciones y reclusión arbitrarias, tortura y malos tratos, homicidios ilegítimos, uso excesivo de la fuerza, transgresiones a las libertades de expresión, reunión y asociación, así como desalojos forzosos y demoliciones. No obstante, hoy sigue siendo políticamente incorrecto hablar en voz alta de la hipocresía de Israel y sus aliados, a pesar de la contundencia de los datos que demuestran que la pugna no acontece, ni remotamente, en circunstancias de igualdad. 

Por poner un ejemplo, de acuerdo con el Informe 2017/2018 Sobre la Situación de los Derechos Humanos en el Mundo de Amnistía Internacional: “Más de tres años después del final del conflicto de Gaza e Israel de 2014, en el que habían muerto alrededor de 1.460 civiles palestinos —muchos en ataques manifiestamente ilegítimos, crímenes de guerra incluidos—, las autoridades sólo habían dictado auto de procesamiento contra tres soldados por saqueo y obstrucción de una investigación”.

Y a pesar de todo esto, los palestinos no han sabido agachar la cabeza. Son gente afable, noble y de buen corazón, con una riqueza cultural y herencia profundas, que se distingue por su capacidad de sobreponerse a la tragedia generacional que significa provenir de una nación indefinidamente ocupada. En efecto, el pueblo palestino reside allá, entre los muros, simbólicos y materiales que ha levantado Israel, pero también se encuentra alrededor del mundo, en los hijos y nietos de los palestinos inmigrantes y que se niegan a abandonar su identidad, manteniéndose orgullosos de su tradición.

La humanidad tiene una gran deuda con los palestinos y con otros pueblos árabes, que han sido estigmatizados injustamente y  sometidos a múltiples crisis humanitarias. Y que no se me mal entienda, mis consideraciones no tiene nada que ver con aspectos religiosos o dogmáticos, sino con el reclamo universal de libertad al que todos sin excepción, tenemos derecho a aspirar.

*Abogado y profesor del Tecnológico de Monterrey

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