Lección número 1 de Granados Chapa

RETRATOS  HABLADOS

    •    “Nunca escriba o diga algo de una persona que no se le pueda decir a la cara”

Hacer periodismo es una tarea de vida, de preparación académica, pero sobre todo de sensibilidad, de empatía con los muchos que no tienen voz porque la suerte misma los colocó en una condición en la que resulta imposible hacerse oír. Es una profesión, un oficio, es todo lo que nos imaginamos desde la época de estudiantes. Pero es ante todo una responsabilidad, porque lo que pensamos lo firmamos con nuestro nombre, a veces incluso acompañado por una fotografía para dar testimonio de que existimos y respondemos por lo que publicamos.
    Miguel Ángel Granados Chapa, sin duda el personaje hidalguense más reconocido en estos menesteres, afirmaba con serenidad: “nunca escriba o diga algo de una persona que no se le pueda decir a la cara”. Es un principio básico, fundamental, en tiempos que bajo el anonimato es posible injuriar, lastimar por encargo a una persona.
    Creo, siempre lo habré de creer, que quienes nos dedicamos a este oficio o profesión, tenemos una gran suerte, primero porque trabajamos en lo que amamos, y segundo, porque en estos tiempos de la fugacidad, aún podemos ver impresas nuestras palabras, con la seguridad que no desaparecerán con un simple clic.
    También porque rebasado medio siglo de vida y muy cercanos a eso que se llama tercera edad, mantenemos vigentes los principios básicos del quehacer periodístico que demandan sensibilidad humana.
    Lo he precisado con insistencia: la historia del poder político no puede dividirse entre buenos y malos, porque necesariamente se nutre de ambas cualidades (la bondad y la mezquindad) para enfrentar una realidad siempre complicada. Hay políticos de más nivel que otros, pero de ninguna manera son seres superdotados, genios o algo por el estilo. Son igual que usted, que yo, que cualquiera. En no pocas ocasiones derivan en una enfermedad y obsesión por conservar o alcanzar ese dichoso poder, para finalmente perderse en el camino.
    El ejercicio periodístico busca explicar, analizar ese proceso, y alertar cuando la ambición desmedida raya en lo enfermizo. Busca, como su origen mismo, dar voz a los que han sido ofendidos, lastimados, olvidados por esa acción.
    Y no, la tarea del periodista no cambia a ninguna sociedad, no es el agente de las movilizaciones. Solo es una voz que intenta evitar que los hombres de poder asuman carácter de dioses. No hay dioses entre los humanos, es un absurdo pensarlo.
    Solo eso.
    Y en esta tarea el respeto a la vida personal del hombre o la mujer que se dedica a la política siempre es vital, porque atreverse siquiera a cuestionar lo que cada cual hace en lo más personal de su existencia, denigra al que lo intenta, lo coloca en su verdadero nivel de miseria humana.
    Es la razón de que en los primeros años de ejercer esta profesión, causa tanto gusto y orgullo ver impreso nuestro nombre junto al texto que escribimos. Nos enorgullece, pero también nos hace responsables. Somos, existimos para dar la cara por lo que publicamos, y también para decirle en la cara al que cuestionamos.
    Tal vez resulte una anotación lógica, simple, pero en estos tiempos que con tanta facilidad se lincha a través de las redes sociales, parece vital precisarlo.
    Las bajezas definen a sus autores intelectuales, y como tal no merecen comentario alguno.
    Es todo.

Mil gracias, hasta el próximo lunes.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta    

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