LAGUNA DE VOCES

   •    Jóvenes, guardianes de la eternidad


Todos los acontecimiento trágicos que vive el país tienen un escenario de fondo al que pocos se pueden asomar, y donde, al final de cuentas, se toman todas las decisiones que finalmente mueven piezas del tablero a su antojo, unas veces para hacernos creer que estamos en vísperas de la bonanza absoluta en lo económico, otras que es inminente una nueva revolución. Pase lo que pase, eso casi podría asegurarlo, el esquema tradicional de una sociedad como la mexicana y muchas en el mundo, seguirá intacto: los más pobres en su mismo papel de miseria, lo más ricos en la carrera desenfrenada por poseer más a costa de lo que sea.
    Celebro la entrega absoluta de los jóvenes en una búsqueda constante por el cambio, y en una actitud definida de absoluta incredulidad. No es que la vida los haya hecho así, porque en todo caso los de más años hemos sufrido tantas decepciones que no creer en nada resulta hasta lógico. No es así.
    Los jóvenes no creen en nada no por desengaños constantes, ni un pesimismo a ultranza. Son así porque deben serlo, porque están obligados ante los que hemos dado el brinco a la resbaladilla que lleva al otro mundo, a tratar, intentar que las cosas simplemente no sean como son. La juventud lleva un cúmulo de responsabilidades, pero una, fundamental, es no asumir la actitud de que todo está bien, porque con ello acabarían por fulminar todo futuro posible.
    Son los guardianes de la eternidad como escribirá Asimov, y su tarea es crucial, definitiva para evitar la eternización de simples mortales en el poder, cualquiera que sea su filiación partidista; porque la enfermedad de los hombres poderosos no se adquiere por ser de izquierda, centro o derecha, simplemente es propia del que decide no escuchar a nadie, como no sean alabanzas.
    Los jóvenes juegan en ese aspecto el papel vital de la humanidad, porque no buscan, no quieren el poder, al menos hasta determinada edad. No les interesa, y en resumidas cuentas es algo totalmente opuesto a sus sueños, a sus ideales.
    Es más, los poderosos les resultan repugnantes, personajes enfermos de origen, y representantes de una sociedad secreta que ha perdido todo contacto con la sensibilidad humana. Y por supuesto, tienen mucho de razón.
    Son los únicos decididos al sacrificio total, incluso de la vida, porque intuyen, saben que su capacidad de entrega absoluta, en ese y otros asuntos, tiene fecha de caducidad y después, aunque así lo quisieran, ya no podrían arriesgar lo mucho o poco que hayan logrado, por la simple y sencilla razón de que la juventud no es eterna.
    También pueden ser presa de los adultos que se hacen pasar por jóvenes,  que por lo tanto los pueden utilizar a su entero gusto y conveniencia, pero eso ya no es su responsabilidad, aunque muchos quieran decir lo contrario.
    Todo el proceso de vida de las sociedades en el mundo, vive periódicamente un proceso en el que la juventud se encarga de llevar a cabo una depuración completa, con todo y la oposición de los que han dejado esa edad hace mucho tiempo.
    No han sido pocas las veces en que mis hijos me preguntan lo que opino de lo que sucede en México, las marchas, las protestas por la tragedia del país.
    Veo un escenario de fondo, pongo la desconfianza en la mesa de las ideas, la sospecha de que manos de poder y adultas tiren los hilos desde la tramoya, pero puedo asegurarles, sin temor a equivocarme, que con todo y pese a todo, hoy como hace cientos de años, son ellos, los jóvenes, los que realizan la depuración obligada en toda sociedad, para que los viejos como uno, dejen para siempre la idea de que el poder les ha sido entregado por toda la eternidad.
    La eternidad pertenece a los jóvenes, los de edad, y todos los que fuimos algún día, y pese a notros mismos, siguen vivos en algún lugar del tiempo.
    Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta

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