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Mochilazo en el tiempo

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Es imposible imaginar la capital sin estructuras de hierro o acero. Para saber más, platicamos con la Dra. Roberta Vassallo, especialista en la arquitectura de acero y docente en la materia.

Vassallo nos explica que “el hierro es un mineral que en la naturaleza difícilmente se encuentra al estado puro. Lo que llamamos ‘hierro’ es una aleación entre el hierro con carbono y otros elementos. Dependiendo del porcentaje de carbono presente en la aleación, se obtienen diferentes tipos de ‘hierro’, como el fundido, el forjado y el acero”.

La primera vez que se produjo acero fue a mediados del siglo XIX; sin embargo, su producción masiva inició a fines del mismo siglo, ya que se comprobó que era un material resistente y con mayor elasticidad que el hierro forjado o fundido.

El hierro y el acero empezaron a tener relevancia ya que eran utilizados en la industria, en las fábricas o en las artes. Su maleabilidad y resistencia los hicieron llegar al campo de la arquitectura.

De acuerdo con nuestra entrevistada, en México había muchos profesionales de la construcción que dominaban este estilo.

Entre los nombres más famosos enlistó a José Ramón Ibarrola -quien construyó el “Kiosco Morisco”-, Daniel Garza -autor del “Centro Mercantil”, hoy “Hotel de la Ciudad de México”- y Antonio Torres Torija -uno de los encargados del Palacio de Lecumberri-.

Tres de las construcciones más sobresalientes de este estilo se encuentran en la colonia Santa María la Ribera. El Museo Universitario del Chopo, cuya estructura fue importada de Alemania, en sus inicios era la sede del Museo Nacional de Historia Natural.

El también llamado “Palacio de Cristal”, fue diseñado por Bruno Möhring para la Exposición de Arte e Industria Textil celebrada en Düsseldorf, Alemania, en 1902.

Después fue desarmado y traído a la ciudad; en 1909 la entonces Secretaría de Instrucción Pública rentó este inmueble para alojar el Museo de Historia Natural, el cual fue inaugurado en diciembre de 1913.

Tras el cierre del museo, estuvo varios años abandonado, hasta que en 1973 iniciaron labores de restauración y el 25 de noviembre de 1975 este recinto abrió sus puertas como “Museo Universitario del Chopo”.

Otro de los tesoros de acero de la ciudad es el Kiosco Morisco, de procedencia norteamericana. Fue creado por José Ramón Ibarrola como parte del Pabellón Mexicano en la Feria Internacional de Nueva Orléans de 1884; luego fue colocado en la Alameda Central -donde hoy se encuentra el Hemiciclo a Juárez-, y para 1910 fue trasladado a la alameda de Santa María la Ribera.

A unos metros del Kiosco se encuentra el Museo del Instituto de Geología de la UNAM: obra de inicios del siglo XX, de la autoría del arquitecto Carlos Herrera, cuya escalera es de origen alemán.

Ya en el Centro Histórico hay diversos representantes de este estilo arquitectónico: “las escaleras y todo el metal visto tanto del Palacio de Correos, como del ahora Munal, que provinieron de Italia, mientras que la estructura de acero, o el esqueleto, fue importado de los Estados Unidos”, afirma Roberta Vassallo.

En la Alameda Central hay ejemplos de hierro que esta ciudad comparte con el mundo: fuentes de hierro fundido que tienen sus orígenes en “Val d’Osne” de París, una de las fundiciones artísticas más importantes del mundo.

Las fuentes y las construcciones de acero requieren de un buen mantenimiento, cuidados específicos y, sobre todo, que los habitantes de la capital sepan de su importancia, para que el cuidado no dependa únicamente de las instituciones.