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Un Infierno Bonito

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“EL ALMA GRANDE”

Corría el año de 1984 y ,en toda la ciudad, en el ambiente minero se había corrido la noticia de que la Compañía Real del Monte y Pachuca había sido vendida a una empresa particular llamada Ancira Autrey, y mencionaban  que en poco tiempo todos los mineros serían liquidados porque serían cerrados todas las minas de Pachuca y Real del Monte.

En aquellos tiempos ya habían cerrados las minas chicas, llamadas terreros y crestones, pero a los trabajadores no les habían pagado ni un solo centavo, y como no sabían hacer más que cargar costales de piedras en el lomo y barrenar a golpe, se iban a morir de hambre junto con toda su familia. La mayoría de los mineros estaban preocupados y en la cantina se escuchaba decir:
    •    Por mí, que chinguen a su madre, ya buscaré la forma de seguir adelante, nada más que me paguen conforme al contrato de trabajo, y que me manden a hacer un reconocimiento médico, a ver cuánto tengo de capacidad en los pulmones, porque llevo más de 20 años trabajando y he de tener los pulmones hecho atole.

    •    No me jales.

    •    De las patas.

    •    Te levanto. 

Muchos de los trabajadores de la Hacienda de Loreto, de Maestranza y de demás minas, estaban preocupados; fueron al sindicato a investigar si era verdad o era puro chisme. Le preguntaron a los responsables del Sindicato Minero:
    •    Compañeros, ¿cómo es de que andan diciendo que las minas se van a cerrar y nos van a correr a todos?

    •    No sé nada, compañero, lo que deben hacer es cerrar el hocico para que no asusten a sus compañeros, en cuanto sepa, yo los voy a citar en una asamblea.

Pasaron los días, las semanas y los meses, y de momento, tronó el cuete: la Compañía Real del Monte y Pachuca cerró sus puertas y a los mineros y a los de la superficie les pagaron como quisieron los dueños de las minas;  era una empresa paraestatal, manejada por puros pinches gringos e ingleses. Pidieron un préstamo de millones de pesos al Gobierno Federal para trabajar nuevas vetas y se fueron sin regresar.
Los mineros no pudieron hacer nada, y tuvieron que aceptar lo que les daban de dinero. A muchos les cayó como anillo al dedo, porque no les gustaba trabajar, y a otros como el dedo en el anillo, porque no les pagaron como se debía; les dieron lo que quisieron. Había mucho minero borracho, tirados en el suelo en distintos barrios, durmiendo la mona; otros habían madreado a su vieja para irse con su querida, porque habían sido liquidados  por la Compañía Real del Monte y Pachuca, ayudados por el Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos de la República Mexicana Sección 1. Tenían mucho dinero.
A algunos les fue muy mal, porque se gastaron todo su dinero; a otros se los robó su vieja para irse con el Sancho. Hubo algunos que supieron guardar algo de lo que les pagaron, para no andar de mendigos. Había muchos echadores que cuando les preguntaban cuánto les habían pagado, decían que fueron muchos millones; pero han de ver sido de penicilina.
Siempre tuve la curiosidad de saber cuánto dinero les dieron de liquidación voluntaria.
Yo trabaja en aquellos tiempos en Diesel Nacional, en Ciudad Sahagún, ya me había salido desde hace años, pero nunca olvidé a mis compañeros. Un fin de semana fui a ver a mi amigo Rogelio Castro, un grandote flaco, apodado “El Alma Grande”; trabajé con él en la mina de San Juan, pero él se siguió hasta llegar a los 30 años, que trabajó como burro. Ese cuate es muy alburero; siempre ha sido difícil hablar con él en serio. Tuve la suerte de que cuando toqué a su puerta, él me abriera, porque se les esconde a los aboneros.
    •    Quihubole, pinche cuñado.

    •    Tú respingas y yo pegado.

    •    Pásale para adentro, o te doy…

    •    A tu hermana.

    •    Échame.

    •    Al cazo con todo y orejas.

    •    Serás puerco.

    •    No me pongas… ¿Qué mi largo que me vienes a ver?

    •    Diario te veo y te agarro.

    •    Me pelas…

    •    Vengo a platicar contigo.

    •    Si no soy burra.

    •    No se aburra, júntate conmigo, a ver si no me empulgas.

    •    Por atrás.

    •    Sale peor.

-¡Ya cállate el hocico, cabrón! No estés de alburero, solo vengo a hacerte unas preguntas; quiero que me digas con la verdad, cuánto dinero te pagaron en la mina.
    •    ¿Qué, eres periodista, o perredista, o a lo mejor eres de Hacienda para chingarme con los impuestos, porque tienes cara de ratón?

    •    Yo soy puro pendejo.

    •    No seas presumido. Mejor échate un pulque.

    •    Me voy a echar a tu hermana.

    •    En el lomo.

    •    Te sobo.

    •    El pescuezo.

    •    Te tuerzo.

    •    El hocico.

    •    Te tapo con mi rebozo. ¡Ya… vamos hablar en serio! Por favor, no estés de alburero.

    •    Ándale que ya me muero.

    •    De viejo.

    •    No me digas.

En esos momentos llegó su señora del mandado. Como vivimos en el barrio de La Palma, conocía a toda mi familia, y era muy amiga de nosotros. Me preguntó por mis hermanos, y luego me dijo:
    •    ¿Te vas a quedar a comer?

-Luego, luego -contestó su viejo Rogelio- Si vieja, trae las tortillas, yo aquí le doy la carne.
    •    Pélame.

    •    Con una sardina.

    •    No sé cómo estará la hija de tu madrina.

    •    Te tiene con vida, y te convida de lo que come.

    •    Te meto.

La señora puso la mesa y sirvió arroz con caldo de pollo, y unas tortillas hechas a mano, saliendo del comal; nos tomamos unos pulques y recordamos aquello viejos tiempos cuando éramos compañeros en el laborío. ¡Qué tiempos aquellos…! La mujer se fue a hacer su quehacer a la cocina y me preguntó “El Alma Grande”:
    •    ¿Cómo te cayó el pulque?

    •    No me jales

    •    De las patas.

    •    Te levanto. 

    •    Los trastes.

    •     Ahorita me estoy acordando el día que te puso en la madre el chaparro, todos pensamos que como estás grandote de un madrazo lo ibas acabar. Pero resultó al revés: te dio una santa madriza que te dejó la cara como teporocho.

Rogelio se quedó pensativo, como recordando todo lo que pasó ese día del pleito, y me dijo:
    •    Es que me agarró descuidado, yo le tenía que aventar de golpes al suelo para atinarle al pinche chaparro en el hocico, y él tenía que brincar y me pegaba en las bolas.

    •    Me juegas.

    •    En un palenque.

    •    Si no soy gallo.

    •    ¿Dónde lo tienes que no te lo hallo?

    •    Aquí.

    •    Siéntate.

    •    En tu lomo.

    •    Ya… vamos hablar en serio, cabrón. ¿Cómo te pagaron la liquidación? Te dieron tanto dinero que te volviste loco; por ahí me dijeron que tenías más lana que un borrego.

    •    La mera verdad, me dieron en toda la madre; por 35 años de trabajo en la mina me pagaron 30 días de salario mínimo por año, parte de las vacaciones y aguinaldo. Cuando me entregaron mi cheque al verlo por Dios, que les menté la madre. Llamaron a los popochas, que me querían llevar al bote. Mis cuates me calmaron, si no me cae que hubiera hecho picadillo de gendarme. ¿Sabes cuanto me dieron? ¡30 mil pesos!

“Ya ni modo. Me salí con mi cheque echándoles madres. Me mandaron al Seguro Social para que me sacaran incapacidad por los pulmones, y me dijeron que estaba bien, sabiendo que tengo los pulmones hecho atole”.
    •    Échame un brinco.

    •    Sabes cuánto me dan de pensión en el Seguro: 400 pesos al mes. ¡Que no mamen! Para no hacértela de emoción, me dijo el secretario general que me iban a dar una lana más, que tuviera paciencia; lo iba a ver y no lo encontraba. Me trajo mucho tiempo como calzón de mujer mala: para arriba y para abajo. Y no me arregló nada el pendejo. Un día le fui a exigir al sindicato, y me mandó a sacar a madrazos; dijo que ya no pertenecía al gremio, y si lo seguía presionando me iba a mandar al bote. 

“Tú como yo, como todos los mineros, sabemos que estamos silicosos; luego me da tristeza ver a mi vieja, que chilla cuando me da la tos; le pide a Dios que no me muera porque no tiene con qué enterrarme”.
Se acercó su vieja a platicarme que les había ido de la patada, que todos los días comen arroz con caldo de fríjol; apenas les alcanza lo que les dan. A Rogelio, en ninguna parte le dan trabajo. Me quedé triste porque viven en una casa maltratada, y lo más penoso fue cuando me contaron que a sus 10 hijos no les dieron, escuela; se casaron y no los van a ver a pesar de que viven en Pachuca.
Vi la cara de mi amigo que hacía pucheros al hablar como queriendo chillar; pensé salir antes de que llorara con ellos, hasta que encontré la oportunidad. Cuando, me dijo:
    •    Ah sí, dice el pinche doctor del Seguro, que debo alimentarme bien, si no me voy a morir; la verdad estoy jodido.

    •    Estás jodido porque quieres, si tienes buena nalga.

    •    No me pongas a pensar; déjame vivir tranquilo.

    •    Ya me voy, cuñado. Échale muchas ganas. Nos vemos al rato.

    •    Con tierra te tapa un gato.

    •    Saco.

    •    La lengua de perro flaco.

Así, me despedí de mi amigo Rogelio “El Alma Grande”, un minero que dejó sus pulmones dentro de una mina, pero no se le quita lo cabrón; es alburero de corazón, y tenía que responderle o me amolaba.