LALO “EL METATE”

Lalo “El Metate” trabajaba como peón en la Hacienda de Loreto, le decían así porque estaba cacarizo, cuando estaba chavito, le dio la viruela negra y le quedo la cara como metate desde chico, tuvo muy mala suerte, a todos les caía gordo y no faltaba quien le diera una patada o un coco, cuando tenía 30 años de edad, antes de que se le pasara el camión, se casó con Lupe, a quien le decían “La Charra” porque caminaba con las piernas abiertas, era una señora muy cabrona, le había dado vuelo a la hilacha con todos los del barrio, tenía un genio de la chingada y por cualquier cosa que le hacía o le decía Lalo, lo sacaba de las greñas, a la hora que fuera. Cuando “El Metate” se le ponía al brinco, le daba en la madre y lo mandaba a dormir con el perro.

Un día, al llegar tarde a su casa, su mujer le reclamó:

  • ¿Por qué llegas a estas horas, cabrón? Si sales a las 4 de la tarde, no te vayas a pasar de listo con alguna vieja, porque te capo.
  • Pasé a ver a mi jefecita, anda un poco mal, como ya está grande de edad, con los fríos le dan las reumas y se le hacen las patas de bolillo y no puede caminar, mi jefe le hizo un bastón, con un palo de escoba, al recargarse se fue de cabeza, a la pobrecita se la llevaron al hospital porque se abrió la chirimoya, apenas ayer salió.
  • Así que no puede caminar la pinche vieja, pero no deja de chupar pulque, me la debe, el otro día que fui a verla se hizo pendeja y no me saludó, pero me las va a pagar.
  • ¡Cómo serás chismosa! Ahorita que estuve con ella, me preguntó por ti, dice que cuándo vas a saludarla.
  • Mejor que se quede de por vida en el hospital, pinche vieja hipócrita, no me puede ver ni en pintura, le contó a doña Bertha, que yo te di a tomar toloache, por eso andas bien pendejo, pero no sabe que así eres de nacimiento, lo heredaste de ella.
  • ¡Ya cállate el hocico! Dame de comer, un día me vas a sacar de onda y te voy a romper la madre.
  • Órale güey, no me lo prometas, cúmpleme, a ver quién se la raja a quién, si vienes de la casa, de tu madre, porque no te quedaste a comer allá.
  • Me ofreció pero no quise, ella no tiene ninguna obligación de darme.
  • Pues yo tampoco, aquí no es restaurante, la comida se sirve a las 4 de la tarde, el que esté bien el que no, ya se fregó.
  • No seas gacha, acuérdate que vengo de trabajar y no he comido, te pido que me sirvas de comer, por favor.
  • Si no soy tu gata, ahí en la mesa hay un bolillo, rellénalo de frijoles y trágatelo.
  • Pura madre, mejor trágatelo tú.

“El Metate” se salió enojado, azotó la puerta y dándole una patada al perro, lo hizo volar, de momento sintió un golpe de un tejolote en la espalda, que lo hizo doblar de dolor.

  • ¡Ay!
  • A mí no me andes dejando con la palabra en la boca, cabrón, ya lo sabes, porque para la otra te lo atinó en la mera cholla, yo para tí soy tu madre.
  • Mejor burro.

“La Charra” cerró la puerta, “El Metate” se sentó en el escalón del patio cerca de su casa, a ver a qué horas le abría su vieja. Por la noche, pasó por donde estaba don Clemente, un vecino que vivía en el fondo de la vecindad, al ver la sombra, gritó.

  • ¿Quién vive?
  • Soy yo, Lalo.
  • Te salvaste, por poco te azorrado una piedra, pensé que a lo mejor era un perro, que estaba echado, luego pasa uno y sin querer los pisan y avientan el mordisco, ¿qué haces a estas horas? Ya pasa de la media noche.
  • Salí a ver las estrellas, es que son tan hermosas.
  • No mames cabrón, de seguro te corrió “La Charrita”.
  • Si don Cleme, así fue. Pinche vieja, ya no la aguanto y estaba pensando en cómo madrearla.
  • No te preocupes, amigo “Metate”, échate un pegue de caña, es de la que me trajeron de la sierra, esta hace hablar a los mudos, te va aliviar el coraje, y te hará pensar mejor.

“El Metate” estaba herido moralmente. Se aventó unos tragos, que por un pelito se ahoga, don Clemente le dio de golpes en la espalda, para que reaccionara y le dijo:

  • Tómale con gusto y verás cómo te va a levantar el ánimo, me cae de madre que al rato vas a tirar la puerta a patadas y vas a desmadrar a tu pinche vieja, que te dejó afuera, ten tómale, aviéntate unos tragos por la ingrata que te está matando de tristeza.
  • ¿Usted lo cree?
  • Claro que sí, lo que te hace falta es que chupes a madres, hasta que se te amacice el cuajo y te darás cuenta que el hombre es muy feliz andando en la calle con sus amigos, tomando en la cantina, para olvidar todo lo que le rodea, porque cuando llega uno a su casa, es como si entrara al infierno, se topa uno con el pinche diablo. La vieja comienza como guacamaya y no queda otra que aventarte una lucha a calzón quitado, yo te digo que no le tenga miedo a las mujeres, te dejo la botella para que te la chingues.
  • No sea vaya don Clemente, acompáñeme en mi dolor, brinde conmigo, porque quiero hacerle una confesión. Pienso salir por la puerta falsa, mi vieja me tiene hasta la madre y con eso resolvería mis problemas.
  • ¿Qué pasó Lalo? Quítate esos pensamientos, Diosito, nos dio la vida y Él sólo nos la puede quitar, por eso dicen los curas que al que se suicida el diablo, lo mete en un tinaco de caca.

Don Clemente le daba consejos a Lalo, pero no quitaba el dedo del renglón de matarse, después de algunas horas, don Clemente le dijo:

  • Ahí te dejo solo en tus pensamientos, si quieres darte en la madre, hazlo, yo me tengo que ir, porque por estar alegando contigo, que eres un necio, ya casi amanece, mi vieja ha de estar encabronada y me vay a pasar lo que a tí.
  • Espérese, nada más nos acabamos la botella y se va.
  • Ya te dije que no, no tarda mi señora en venirme a buscar y si me encuentra, es capaz de madrearme.

Don Cleme, agarrándose de la pared, caminó por el oscuro callejón, para llegar a su casa y escuchó lo que le gritó “El Metate”:

  • Pinche viejo mandilón, estamos iguales y me viene a dar consejos.

Lalo se empinó la botella, en cada trago soltaba unas lágrimas y mentadas en contra de su greñuda vieja, hubo un momento en que por lo borracho, se quedó dormido. 

El frío de la noche y el ladrar de los perros, lo despertaron, y se aventó otros tragos, se estremecía cuando le caían en la barriga, sentía calambres en los dedos de las manos y de las patas. Como pudo, se paró sosteniéndose de la pared, se quiso aventar la caminata, pero ya no tenía licor la botella y la aventó, entró al patio de su casa con trabajos, desató los nudos ciegos del lazo del tendedero, quitó las plantas que le estorbaban, amarró la punta en un tubo que salía de su ventana, llorando con el moco que le escurría, hizo una gasa y en la otra punta se la metió en el cuello y dijo en voz alta:

  • Pinche “Charra”, me voy a matar, no sé cómo le haga para regresar y jalarte de las patas, tengo que hacerlo.

Miró al cielo y levantó las manos como cuando rezan el Padre Nuestro y dijo:

  • Señor, recíbeme en tu santo seno. A tí madrecita linda, perdóname por la decisión que voy a tomar, sé que te voy a causar mucho dolor, cuida a mi padre, que está jorobado de tanto trabajar como pinche burro en la mina. Y tú, pinche “Charra”, te vas a arrepentir por todos los días de tu vida. Adiós, mundo cruel.

“El Metate” cerró los ojos se aventó al vacío, había pensado que al ahorcarse, su cuerpo quedaría colgando en la puerta, para que cuando abriera “La charra” lo viera. Sin embargo, había calculado mal, el lazo le quedó grande, cayó parado, rebotó contra la pared, tumbando todas las plantas y los cajones que tenía encimados.

En el patio hizo mucho escándalo, espantando a los perros, salió “La Charra” y lo metió a madrazos, le dio de cachetadas, prendió la luz y se asomó al patio, lo sacó de las greñas y le dijo:

  • Pinche borracho, mira nada más lo que hiciste cabrón, pero mañana te levanto cuando cante el gallo, para que barras toda la tierra y levantes las macetas. ¿Qué te pasó?
  • Me quería suicidar, pero me fallo.
  • Hasta para eso eres pendejo, para que se te quite lo borracho, te quedas a dormir con el perro.

Al día siguiente “La Charra” despertó al ver que su viejo dormía con el hocico abierto, le aventó un chanclazo, que lo hizo respingar.

  • ¿Qué?
  • Párate carbón y déjame arreglado como estaba antes de irte a trabajar.

Lalo, todo crudo, se puso en chinga loca a dejar limpio lo que había regado, cuando terminó el castigo, su vieja lo mandó a trabajar en ayunas y no le puso tacos. Nunca más pensó en quitarse la vida, siguió sufriendo durante muchos años, su felicidad llegó cuando se murió su vieja, mientras la velaban, él se fue de parranda.

 

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