Boris Johnson tiene 100 días para lograr lo que Theresa May no pudo en tres años: materializar el divorcio de Reino Unido de la UE.
Durante la campaña interna por el control del Partido Conservador, insistió en que cumplirá con la fecha del Brexit, prevista para Halloween. Aunque hasta la fecha no ha explicado cómo lo va a hacer, sólo ha dicho que recurrirá a la carta de “todo o nada” para obligar a Bruselas a volver a la mesa de negociación.
Si bien, el jefe negociador europeo para el Brexit, Michel Barnier, manifestó el martes su voluntad de trabajar constructivamente para facilitar la ratificación del acuerdo de retirada y lograr una salida ordenada, Bruselas ha dicho que el pacto no será renegociado.
Además, el Ejecutivo comunitario, que está por iniciar el proceso de transición institucional de la comisión de Jean Claude-Juncker a la de Ursula von der Leyen, ha precisado que el pacto es el mejor posible, no sólo es remota la posibilidad de que logre que Bruselas vuelva a la mesa de negociación, también lo es que consiga el apoyo de la Cámara de los Comunes, que tiene la última palabra sobre el plan de Brexit o una eventual salida dura del bloque comunitario.
El triunfo de Johnson en las internas del Partido Conservador representó exclusivamente un cambio de actores en la cúpula del poder, mas no resolvió los problemas que llevaron a May al fracaso.
El partido Tory está fragmentado y cualquier búsqueda de mayoría parlamentaria pasa por los unionistas norirlandeses, quienes no apoyarán ninguna decisión que ponga en riesgo la integridad de los británicos. Pero Johnson no puede darse el lujo de fracasar, el Partido Conservador es consciente de que el impasse parlamentario o un nuevo aplazamiento de la fecha de salida desembocará probablemente en elecciones anticipadas.
Algunos analistas anticipan que serían pulverizados por el Partido del Brexit, el movimiento del euroescéptico Nigel Farage, la fuerza británica más numerosa en el Parlamento Europeo, con 29 escaños.