“DON JUANITO”

 

Juan era un minero que vivía en el barrio de El Arbolito, en la calle El Porvenir, en una de las vecindades viejas; todos los días pasaba a la cantina  “La Veta de Santa Ana” donde vendían pulque del bueno; a su vieja Ángela, le decían “La Coneja”, porque tenían 16 hijos.

A pesar de que era joven, se había arrugado como viejo, por las chingas que se llevaba en la mina y las crudas. Trabajaba en el terrero de El Cuixi. Un día llegó a su casa, estaba tan cansado que no se detuvo en la cantina. Su vieja, al verlo, se sorprendió:

     –  ¿Ahora qué? ¿Por qué vienes tan temprano?

     –  Si quieres me regreso.

     –  No te chispes, cabrón, era una pregunta. Como sé que llegas 

          noche y zumbado, se me hizo raro.

  • Es que me apendejé, me tropecé y me fui de hocico. La gente que está construyendo su casa no levanta ni arrincona bien sus cosas. De pura chiripada, al caer metí mi mano, si no me hubiera rajado la madre. Fue tan duro el madrazo, que por poco chillo. Mira cómo me quedó, parece que estoy echando cremas.
  • En la madre. Para mí que te la luxaste. Voy a poner agua a hervir, le echo sal y poco a poco metes tu mano y con eso se te quita lo hinchado.
  • ¿Qué esperas que no te encueras?

Mientras la señora ponía el agua a calentar, Juanito trataba de hacer movimiento en su mano, abriéndola y cerrándola. Hacía unos gestos, que parecía que estaba chupando limón.

  • Apúrate vieja, que siento que se me acalambra.
  • Sereno, moreno. Estoy matando dos pájaros de un tiro: caliento el agua y también los frijoles. Ya mandé a traer tu pulque, para que no salgas al frío. Te puede dar una reuma. A ver, mete la mano.
  • ¡Ay¡ Ya me quemé. Está hirviendo.
  • Aguántate. Le voy a echar cebolla caliente y te la vendo.
  • ¿En cuánto?
  • No estés de pinche payaso. Vas a ver como mañana estará lista para que te vayas a trabajar. Te habrías de ir a la Clínica Minera para que te la vea el doctor.
  • Nosotros los que trabajamos en terreros, no tenemos ninguna prestación y si voy al hospital, me voy a estar toda la tarde y me van a decir que me unte pomada.
  • Ya sé viejo. Voy a decirle a mi jefa que te la venga a curar; ella sabe muchas cosas. A mi papá lo curaba de todo y si no podía, llamaba a doña Tomasa; ella es curandera de oficio.
  • Espero que esté bien, para que mañana y pueda agarrar la jarra.
  • ¡Es lo único que te preocupa! En lugar de que digas “que esté bien para trabajar”, sales con la mamada de que a ver si puedes agarrar la jarra.
  • Ya no la hagas de a tos. Una cosa es el dolor y otra el hambre.

Tardó más la señora en servirle, que Juanito en dejar el plato limpio.

  • Deberías masticar la comida, con razón cada que acabas de comer te da chorrillo.
  • Ya cállate el hocico, y manda a alguno de los muchachos a traer el pulque. Que le digan al cantinero que me mande del que no le echó agua. Todo me duele, y mañana tengo que ir a trabajar. Mi mano parece guante de box.
  • Tienes que ir a la de a huevo, vino el dueño de la vecindad, me dijo que no se te olvide que debemos seis meses de renta, como le dije que no estabas, se puso pendejo, me amenazó que si no pagamos este mes, nos va a echar a la calle.
  • Si mañana viene, le voy a decir que no puedo firmar cheques por mi mano que está como bola, y no puedo con la izquierda.
  • Hoy es sábado, viejo, deberías de comprar un cachito de la lotería, a ver si te la sacas.
  • Cada rato me la saco.

En esos momentos, llegó la suegra de Juanito, le invitó unos pulques y comenzaron a platicar.

  • Fíjate, yerno, que en mi casa espantan, oigo rechinar el bracero, ayer me dijo mi viejo que vio salir de ahí un pinche gato negro, venía seco el condenado, con ojos rojos como de lumbre, lo siguió, le enseñó un crucifijo y desapareció…
  • A lo mejor sí suegra, me cae que es cierto, porque una vez yo lo ví, con estos ojos que se van a comer los gusanos, se me puso la carne de gallina, como soy muy cobarde para esas madres fui a ver al señor cura, al principio no me creyó, me dijo que le hiciera un cuatro porque como olía a pulque, pensó que iba borracho, me confesó y como le dije la verdad, fue a la casa y echó agua bendita. ¿Verdad, vieja?
  • ¡Sí!
  • A lo mejor ahí está la feria, yerno. Es lo que me dicen por ahí, le conté a mi viejo pero no nos atrevemos a rascar, que tal si en lugar de dinero nos sale un diablo.
  • ¡Ave María Purísima! Ya me vino a espantar ¿Dónde está mi suegro?
  • Está en la cantina desde que vio al gato negro, se le ha ido en puro chupar, dice que cuando lo vuelva a ver, se va a dar valor para destriparlo a puro patín.
  • Voy por él y juntos vamos a rascar y a sacar el dinero.

La señora Ángela, le hizo un reclamo a su jefa.

  • Ay mamá, no le hubieras dicho nada a Juan, de lo del espanto ahorita es capaz de irlo a buscar, dicen que cuando el dinero no les corresponde, se mueren. ¿Qué tal si nos quedamos viudas?
  • No le saques al parche, hija, si encontramos el dinero, nos volvemos ricas, no andaremos de mendigas, pidiéndole al pinche gobierno que le baje a los pasajes, la leche y las tortillas.

Llegaron Juan y su suegro, de volada hicieron planes para buscar el dinero, que se encontraba en el cuarto de la vecindad, Juanito le dijo a su mujer:

  • Tráeme un lápiz y una libreta de los muchachos, debemos hacer un plano para comenzar a rascar y sacar el dinero, sin navegar con bandera de pendejos.

Como todo minero, Juan le mostró a su suegro cómo comenzarían a rascar por el centro de la casa, que es donde se le apareció el gato, luego a tumbar el bracero y hacer un agujero como pozo y cuando saliera un olor a cobre ahí estaba el dinero y advirtió:

  • Aquí todos vamos a chingarle parejos, mis suegros y tu vieja, menos yo porque tengo mi mano mala, pero los voy a dirigir, el reparto será también por partes iguales.

Consiguieron palas, barretas, picos y como los enanos de Blanca Nieves, llegaron a la casa, donde los estaba esperando el dinero. Pasaron las horas tratando de no hacer ruido para que no se dieran cuenta los vecinos, seguían sin parar con la ambición de sacar las monedas de oro. Hicieron un hoyo muy profundo cuando de momento se les cayó la barda quedando sepultados entre ladrillos y láminas, todos fueron al Hospital General.

Semanas después de la tragedia, supieron que el gato que salía de abajo del bracero era de su vecina, quedaron ante el Ministerio Público, con el dueño, que le iban a parar su barda y todos los daños. Pero como no tuvieron dinero, firmaron un papel donde todos los busca tesoros sin permiso, repararían los daños, levantando una casa nueva.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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