Autómatas…

Observo a mi alrededor y me doy cuenta que a mucha gente la veo todos los días, pero en realidad no los conozco; a veces parecemos autómatas, cada cual inmerso en sus propios anhelos y cautivos de nuestros muchos problemas.

La mayor parte de la gente caminamos para donde el viento nos empuja, sorteamos el temporal y procuramos sobrevivir con lo que el día nos va dando; nos quejamos, pero por lo general nuestra desdicha la acreditamos a las circunstancias, culpamos a los demás y se nos olvida hacer un análisis de nuestros actos y el consecuente cumplimiento de nuestra responsabilidad; somos hijos del temporal, y la suerte es nuestra guía; y no nos damos cuenta que precisamente es nuestra suerte la que necesita mucha ayuda para hacer su trabajo, y esa ayuda, nosotros somos los únicos que podemos proporcionársela.

Nos sumimos en nuestro duelo, el duelo por la muerte de un ser querido; el duelo por el abandono en que nos tiene otro ser querido; el duelo por la pérdida de un bien o una cosa querida; pero vivimos en un eterno duelo, el duelo del abandono de nosotros mismos.

Levantar la voz, para muchos es impensable; la flojera, la apatía, el miedo y la ignorancia, si hacen su chamba: nos paralizan, nos impiden ir más allá de lo que el día y nuestro escaso esfuerzo nos da. Quizá por ello nos hemos convertido en una población que gustamos de ser guiados; quizá por ello, algunos simples mortales -el tuerto en tierra de ciegos- son elevados a rango de líderes; se les adora y venera, al grado de no observar las ficciones que a veces se dicen.

Siempre me he preguntado qué es lo que hace que una persona sea seguida por multitudes; la respuesta no tiene nada de simple, si acaso, un común denominador: el fanatismo, que es una forma de ignorancia y de miedo; el miedo de las masas; el temor a hacerse cargo de su propio destino; el miedo a vencer nuestro propio miedo; por ello las masas requieren que “alguien”, lo haga por ellos.

Pero es precisamente ese temor masificado el que le da la fuerza al líder, y Él lo sabe, huele los miedos de la masa y lo manipula, lo usa a su favor; sabe que nadie osará levantar la voz en su contra, pues la falta de organización de las masas los convierte en materia fácil de controlar; pues si acaso hubiese algún inconforme -que los hay por montones- pocos se atreverían enfrentarse al líder, por el miedo de que nadie lo siga; teme que lo “dejen morir solo”; y ante esa perspectiva, decide quedarse callado, no actuar, permitiendo que los liderazgos se perpetúen.

Parte de la estrategia de los liderazgos es darle a sus seguidores pan y circo; tocar los puntos que el líder sabe serán apoyados, y en estos casos, nuevamente la flojera trabaja en favor del líder; el conformismo interpretado como aceptación es contundente. Y cuidado con que alguien se atreva a cuestionar al líder y no se someta a sus designios, pues lo más probable es que éste intentará desacreditar al desertor y les soltará a sus mastines para que lo destrocen.

Los líderes pretenderán con cada uno de sus actos sacar beneficios no para sus huestes, sino para sus intereses particulares, pero llevando como inocente carne de cañón a sus fieles, a sus cándidos agremiados; y éstos, dócilmente se dejan guiar hacia una lucha que los está desprestigiando más de lo que quizá ya estén.

Así pasa, así seguirá pasando en tanto nuestra nobleza, nuestro exceso de nobleza siga siendo trastocada; el ser humano se auto convierte en alimento visceral.

No hay miedo más irracional que el que es producto de la ignorancia, y en este caso, ignoramos que el mejor momento para vencer el miedo es asumiéndolo, enfrentarlo; la vida que conocemos es solo esta; el más allá no sabemos de su existencia, es un improbable que también ha servido como medio de manipulación; por ello, y como esta vida es la única que conocemos, no la dejemos pasar en vano, dejar huella, trascender es parte de nuestro esquema, empecemos a trabajar en ello, comenzando por saludar a nuestro vecino.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

Related posts