Un Infierno Bonito

“LA TUZA”

Entrábamos a trabajar a la mina de San Juan Pachuca a las 7 de la mañana, teníamos que cambiarnos de ropa, algunos, nos poníamos nuestros zapatos de minero, lo mismo que los calzones, y todo lo que utilizábamos para que se secaran, según el nivel y el nombre de la mina.

Cuando empezamos  en la mina de Santa Ana, hacía mucho calor, teníamos que encuerarnos, sólo nos quedábamos con calzón o una franela atravesada y otra la utilizábamos en el cuello, que nos servía para limpiarnos el sudor del cuerpo o taparnos boca y nariz, cuando había mucho calor.
Después de bajar a la mina, al nivel 370, que son metros de profundidad, llegábamos al comedor a calentar nuestros tacos, sin faltarnos el rico pulque, subíamos a unas perreras, así les llamábamos a unos vagones, como las del trenecito de Chapultepec. Que son plataformas con ruedas que caminan sobre rieles, jaladas por el motor que funciona con electricidad, llevan una garrocha con cable, que va conectado al trole.
Nos trasladaban 3 kilómetros y nos dejaban en un contratiro de la mina de Santa Ana, teníamos que subir 80 metros de escaleras verticales, cargando cada quien su herramienta.
Uno de esos día, junto a mí iba cabeceando “El Chalupas” que con el movimiento del motor, su cuerpo se hacía de un lado a otro, arrullándolo. A su compañero, que le decían “La Tuza”, era su encargado, que le pegó muy fuerte con la mano abierta en la gorra.
    •    ¡Despierta, cabrón! ¡No te duermas!

“El Chalupas” abrió los ojos, prendió la luz de la lámpara y dijo.
    •    ¿Quién fue el güey viejo que me pegó?

    •    ¡No chilles, aguántate como tu hermana! ¡No te duermas, “Chalupas”! Aquí no es mesón. A mí se me hace que no te deja dormir tu vieja o las pulgas.

    •    ¡Tú hermana!

    •    ¡Me la prestas una semana!

“El Chalupas” apagó su luz, y cerró los ojos, “La Tuza” le iba haciendo maldades, le metía la punta de la franela en la oreja, de manera que no lo dejaba dormir.
    •    ¡Ya, pinche “Tuza”! No vengas molestando.

    •    ¡No te duermas, ya vamos a llegar!

    •    ¡Es que desperté muy temprano y tengo mucho de sueño!

    •    ¿Por qué despertaste temprano? Si eres muy dormilón.

    •    Ya ves que mi vecina está bonita y bien buena!

    •    ¡Sí!

    •    ¡Ayer cuando llegué de trabajar estaba lavando el patio, y como le gusta vestir con falda corta, cuando se agachó le vi los calzones! Se me quedaron bien grabadas sus piernas y a cada rato las recordaba,  no las podía olvidar. Con esa imagen me fui a dormir. Soñé que mi vecina venía cruzando la calle, el aire le levantaba el vestido y le volví a ver sus piernas, muy bonitas. En eso venía un camión, a toda velocidad con la intención de atropellarla, corrí, la hice a un lado, la salvé, se acercó junto a mí, me miró fijamente y muy coqueta, me dijo: “¡Muchas gracias, vecino!”. Se colgó de mi cuello, puso su boca en mi oreja y sentí su resuello, y mucho escalofrío, la abracé, con su lengua me lamió desde la barba hasta la oreja, haciendo que me pusiera chinito, chinito y me dijo: “Yo beso así vecino, pero con mucho amor”. Volvió a juntar su cara con la mía, y sentí su lengua que recorrió desde la frente hasta la barba. 

Que despierto y era mi pinche perro. Que me levanto encabronado, y que le doy de patadas. Eran las 3 de la mañana y ya no pude dormir. Mi vieja que me dice:
    •    ¿Ora qué? ¿Estás loco? ¿Por qué le pegas al perro?

    •    ¡Es que me lamió la cara!

    •    ¡También no te la lavas!

Que me paro, que lo cargo y que lo aviento al patio y que cierro la puerta ¡Ya no me dormí, y tú que vienes chingando!
    •    ¡Si no soy lazo!

    •    ¡Con todo y orejas te echo al cazo!

“La tuza”, era el encargado del “Chalupas” y se llevaban muy bien, vivían en el mismo barrio. Llegaron al rebaje y le dijo:
    •    Órale, pinche “Chalupas”, súbete a la alcancía a llenar las conchas y ya deja de bostezar, cada que lo haces, abres el hocico, hasta se te ven las tripas.

    •    ¡Tengo mucho sueño! Te iba a pedir permiso y me voy a mi casa.

    •    ¡Te vas madres, cabrón! Aquí trabajas o te rajo el hocico a madrazos. 

    •    ¡Ah, chinga! Ni mi padre me pega cuanto menos tú

    •    ¡Tu padre porque es pendejo! Pero yo soy tu padrastro

    •     Chíngale un rato y luego te duermes.

    •    ¡Con tu jefa!

El Chalupas se subió a la alcancía que tiene tres metros de altura, y llenó varios carros de mina, llamados conchas. Entre los dos las iban a vaciar, pero a medio turno se encampanó la carga y no bajó, y “El Chalupas” le dijo:
    •    ¡“Tuza”! Súbete para que me ayudes.

    •    ¡Si no soy partera!

“La Tuza” se subió, se asomó y le dijo:
    •    ¡ En la madre, va a estar pelón bajarla! La carga se quedó atorada! Voy por una fajilla y le metemos pólvora. Ahorita vengo.

Como “La tuza” se tardó, “El Chalupas” se atrevió a subirse a poner una plasta de dinamita, la carga se vino y lo prensó en la puerta de la alcancía, muriendo instantáneamente.
Cuando llegó “La Tuza” y lo vio, lloró como niño chiquito, con un sentimiento de gran amistad, como si el difunto hubiera sido de su familia.
Al pasar los días “La Tuza” quedó triste, extrañaba a su mejor amigo, no se le borraba de la mente, se volvió muy borracho, casi no comía. Un día que estaba en la cantina con sus cuates entró un perro, de momento le dio risa,  luego se puso a llorar como niño. Se acordó de aquella anécdota del “Chalupas”
Una vez, el contratista le dijo al jefe de la mina que cambiara de contrato a “La Tuza”, el ingeniero le contestó:
    •    ¿Por qué quieres cambiarlo?

    •    Desde el día del accidente de su compañero “Chalupas”, anda muy triste, distraído, si de por sí es medio pendejo, ahora más, no vaya a ser el pinche diablo y un día se mate.

    •    Está bien. Luego yo te aviso cuando esté el cambio. Hay que hacer movimientos de gente.

La pobre “Tuza”, no daba una; a los trabajadores les dio gusto cuando les avisaron que ya estaba el cambio, lo iban a mandar a la mina de Paraíso. Nos fuimos a despedir de él y nos dijo:
    •    ¡Les agradezco mucho, pero no quiero irme! Toda mi vida he trabajado en esta mina, y sobre todo en este lugar, sé que por aquí anda mi amigo “El Chalupas”.

Le dijo el contratista:
    •    ¡El cambio ya está hecho! Y no podemos darle marcha atrás, así que, te queremos dar una despedida, de amistad, como tú se la diste a tu amigo que en paz descanse, dicen que cuando dos almas se estiman, por más que se quiera no se pondrán nunca olvidar. A ver tú, “Poeta”, dile unas palabras de despedida a “La Tuza”.

Había un cabrón al que le decíamos “El Poeta”, porque siempre hablaba en rima y le dijo:
    •    ¡Pobrecita de “La Tuza”, ¿de qué agujero saliste? ¡Antes eras muy alegre! Ahora te vemos muy triste. ¡Pobrecita de la tuza! Ya no prueba bocado, en la mina no trabaja, anda muy apendejado. ¡Pobrecita de la Tuza! Ya lo dijo mi compadre, ya se va la pobrecita, a chingar a su madre.

El cambio le sentó bien a la “Tuza”, porque se repuso y volvió a ser el mismo, una vez en la cantina, nos dijo:
    •    ¡La vida es muy cabrona! Y nos pone muchas trampas, el difuntito “Chalupas” estaba muy enamorado de su vecina y su perro de él. Espero que Dios lo tenga en su Santa Gloria.


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