CONCIENCIA CIUDADANA
El sistema neoliberal se hunde lentamente y con ello, termina lo poco que le queda de credibilidad sobre los sectores sociales que aún lo consideran como una alternativa viable para el futuro del país.
Durante los últimos días afloraron casos de podredumbre de juniors famosos quienes, por la impunidad que gozaban, terminaron por perder el respeto de las normas de comportamiento social y el orden común. Cuando la ceguera se apodera de las élites sociales –se sabe desde tiempo de Platón- sobreviene el relajamiento de las costumbres, la desintegración de la sociedad entera y, finalmente, el derrumbe de las instituciones bajo el embate de los más fuertes, los menos escrupulosos y los más abusados y abusivos egoístas.
No se trata de un asunto de moral individual, ni de mandatos religiosos. De hecho, de nada sirven los preceptos de esos géneros cuando las iglesias o las costumbres han sido contaminados por la decadencia de la cumbre de poder; cayendo en lo que Platón llama la hybris, es decir, la desmesura, la locura del poder que permea a quienes no alcanzan ya a percibir los límites de su propia conducta.
El neoliberalismo da hoy furiosos coletazos y rugidos ante la creciente demanda social de justicia en las relaciones entre gobernantes y gobernados. La crisis política que vive México, nos hace ver también el derrumbe de su sistema de valores, surgido cuando sus elites eran no sólo acatadas, sino admiradas por el resto de una sociedad que intentaba, infructuosamente, alcanzar el éxito imitándolas servilmente; mientras que los valores y costumbres comunitarias y solidarias se hundían en el fondo de un pasado aparentemente perdido para siempre.
El neoliberalismo promovió el individualismo egoísta, ridiculizó los paradigmas educativos humanistas y se inclinó por imitar los modelos individualistas y competitivos del extranjero, donde el que tiene más saliva traga más pinole, y el más fuerte y eficiente encontrará su lugar en el aparato productivo si sabe imponerse; mientras los “perdedores” se hundirán en el pantano del subempleo, las labores peor pagadas, el desempleo y el gueto.
Dicho modelo llegó a contar con el acuerdo de las clases medias deseosas de garantizar a sus herederos un lugar cercano al círculo del poder, sin pensar siquiera que el sistema al que reforzaban pudiera hacer un daño tan grave a sus propios hijos, al someterlos a un modelo educativo adaptativo, inhumano, clasista y ajeno a las demandas de los otros: las víctimas, los marginados, los explotados. “Educación” pues, utilitarista, sin trascendencia, sin ideales ni fraternidad alguna con quien quede fuera del campo ganador.
Sin embargo, los resultados de dicho paradigma comienzan a brotar por todos lados y es paradójico que sean los vástagos de los abanderados del neoliberalismo mexicano quienes comienzan a mostrar sus resultados prácticos. Hijos de presidentes, gobernadores, empresarios y otros grandes personajes del pasado reciente son quienes hacen ver las consecuencias de dicha forma de vida.
Por eso es que resulta desconcertante pensar que personajes como Carlos Emiliano Salinas, admirados y envidiados por millones de jóvenes y padres de familia, sean quienes han venido a demostrar la miseria del modelo que sus propios progenitores impulsaron como el modelo digno de formar a las nuevas generaciones de mexicanos; y que hoy tiene a dicho joven “emprendedor” -al igual que a otros de su misma clase-, a un paso de ser condenado por la justicia de los Estados Unidos a pagar sus desmesuras, antes de que alcance a sus propios padres. Vaya paradoja.
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS CON NOSOTROS, ANTES DE QUE TERMINE EL SEXENIO.