LAGUNA DE VOCES

“ Historias de poder

En muchos de los casos la sospecha fue lo primero que acabó con la poca confianza que existía en el pequeño grupo de poder que habían edificado en más de tres décadas de actuar como si se tratara de un batallón de infantería. Conocían de los castigos a que se harían merecedores si fallaban de alguna manera, pero también de los premios que siempre resultaban el cumplimiento de las promesas hechas desde adolescentes. Pero la sospecha, la duda, la sensación de que todo terminaría mal, desató un sentimiento que los hizo verse como desconocidos y temerosos de ser relegados en una historia que llegaron a pensar eterna.
     El primero en mostrar que después de todo las amistades eternas son una falacia fue el que todos consideraban leal casi por defecto congénito, imposible de pervertir en su actitud, el que podía defender la causa aún a costa de su vida, porque así lo educó su padre, que por cierto era el único que había estado en una institución educativa de tipo militar.
     Murió olvidado por aquel a quien defendió, ensalzó con sus palabras ante propios y extraños, porque deberás creía en él y su destino estaba ligado a lo que decidiera a quien siempre citaba como ¨mi líder. Efectivamente fue su líder hasta el mismo día en dejó de respirar en un hospital público a donde nunca llegó a quien esperó hasta el último momento que tuvo conciencia, con todo y que su familia y amigos parte de ese grupo al que pertenecía le dijeran que no iría, que nunca acudiría para despedirse porque había cambiado, porque era otro, porque simplemente ya no lo recordaba.
     Antes de dar su último aliento lloró y peleó con los que afirmaban que su líder era otro, totalmente contrario al que conocía. Nunca quiso aceptar que la codicia, la soberbia hubiera acabado con todo lo que platicaban de chamacos. Calificó a todos de mentirosos llenos de envidia.
     No, el que era objeto de sus más fieras defensas lo había olvidado, incluso detestaba que le recordarán su nombre, porque le traía a la mente esos tiempos de penurias en que apenas si tenían para comer. Le recordaba lo que había sido.
     Tocó el turno a otro, pero ya distanciado de aquél a quien decía que ya no le debía nada. Nunca quiso que lo buscarán para avisarle que su muerte era inminente producto de una afición desmedida a la bebida. Pero se le notaba taciturno semanas antes de la complicación que finalmente lo llevó a la tumba, dolido con la vida, con la suerte que le sonrió unos años para cobrarse muy carro lo que en apariencia le había ofrecido a manos llenas.
     Cuando fue enterrado, cosas del destino, todos los que habían conformado ese grupo acudieron, menos el que esperaba con ansías el primero en fallecer, y al que este segundo difunto pidió que no le informaran, aunque la verdad es que tampoco habría acudido aunque le hubieran enterado.
     Así que nadie se extrañó cuando lo mismo sucedió con cada uno de los que habían sobrevivido. Se fueron paso a paso, y la realidad es que solo quedó el que los dirigía con estilo militar, que los convocó cuando todos eran unos adolescentes, que les hizo creer el viejo cuento de que todos para uno, y uno para todos.
     Ahora que lo piensa, cobijado por un mundo de desconocidos a los que no aparecía ni lo aprecian, se da cuenta de muchas cosas, pero una fundamental es que pagar mal una verdadera amistad destruye por dentro a quien lo hace, y luego acaba uno a uno con los supuestos grandes logros que resultan espejismo, absurdos que se tejen con la soberbia y la vanidad.
Mil gracias, hasta mañana.

Jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

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