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Un Infierno Bonito

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“MI ÚLTIMO ADIÓS”
En el año de 1972, me presenté a Las Cajas de la Compañía Real del Monte y Pachuca para renunciar y que me pagaran lo que me correspondía de 20 años que estuve trabajando en varias minas. Como jefe de personal, tenía a un licenciado de apellido Carrillo, que se hizo pendejo y no me pagó nada, comenzó con: “vente mañana, luego que pasado, dentro de 8 días”, y así estuvo hasta que me aburrí y le menté la madre.

Me fui a trabajar a una empresa de Ciudad Sahagún,  Dina Camiones. Ahí se ganaban los pesos, no es por presumirles pero trabajé quince años. La empresa cerró sus puertas y nos liquidó a más de 6 mil personas; a mí me tocó, en aquel tiempo, 3 millones de pesos.
Al pasar los años, entré a trabajar en el Archivo General del Estado, de ahí pasé a la Fundación Arturo Herrera Cabañas, donde se me ocurrió escribir mi vida como minero, hablar de las minas, de su trabajo, de su sindicato charro y saqué el libro llamado: “Un Infierno Bonito”, que ha sido mi escudo, porque gané premios en cultura, en Bellas Artes, en el Archivo del Estado de México, en la Universidad de Hidalgo; la medalla de plata al mérito por trayectoria en la Fundación Arturo Herrera Cabañas, en Guadalajara gané el segundo lugar como periodista y el primero en radio, así como también el de cultura de esta ciudad.
Se me ocurrió invitar a quienes fueron mis compañeros del trabajo, y por medio de las letras, ustedes los han conocido. “El Chocolate”, que estuvo atento a todo lo que pasó en la huelga que el sindicato le hizo a la Compañía Real del Monte y Pachuca.
En el año de 1980, “El Cuervo” fue testigo de las liquidaciones miserables y en el año de 1983, también lo liquidaron. Guadalupe Rojas, uno de los encuerados en 1986 y a Antonio Hernández que lo corrieron, y después de mucho tiempo, se dieron cuenta de que estaba loco; de él viene la historia siguiente:
Un día llegamos a la cantina “El Gran Golpe”, en el barrio de El Arbolito, donde “El Loco” entró gritando y llamando la atención de todos los parroquianos:
    •    Cantinero, sirve  pulque del bueno, viene con nosotros mi entenado.

Nos acomodamos,  juntando las mesas para que nos dejaran platicar, y desconectamos la sinfonola. Comenzaron las preguntas:
    •    ¿Cómo te ha ido, mi buen “Gato Seco”? ¿Dónde trabajas?

    •    En un periódico, el mejor de Pachuca, “Diario Plaza Juárez”

    •    ¡Újule!

    •    ¡Újule qué, pendejo! Es un periódico donde trabajan puros chingones, con decirles que todavía no pasa la noticia y ellos ya la publicaron.

    •    ¿Te acuerdas, Gato, cuando se encabronó contigo “El Cuervo”?

    •    ¡Cómo no! Me dejó de hablar varios días.

    •    ¿Por qué se enojó contigo?

    •    Le dije que a su vieja la iban a meter la cárcel por vender tamales encuerados en vía pública. Que me dice enojado, “pinche ‘Gato Seco’, no te metas con mi señora, yo la quiero mucho”. Que le contesto que yo también.

    •    Si cabrón, de todo te acuerdas, pero menos del día que te iba a partir tu madre don Félix por burlarte de él.

    •    Pinche viejo pendejo, íbamos a volar una costilla para emparejar una frente, don Félix que le mete todo el control, la quería detener con su fuerza, llevaba 50 centímetros de barreno, de pronto se cae la costilla y sale volando; el señor cayó de cabeza y se rompió la gorra; me espanté y corrí a ayudarlo a levantarse; lo que quedó de la gorra se le bajó hasta las orejas; no pude aguantar la risa, parecía como soldado coreano, todo madreado. Lo jalé del brazo, me volvió a ganar la risa y lo solté; se fue de nalgas, se levantó enojado, que me avienta un madrazo, que si no me agacho, me vuela la cabeza. Bueno, a lo que venimos, quiero que me cuenten qué pasó durante estos años, antes de que se emborrachen y digan pendejadas.

    •     Te saliste de la mina en 1972, en ese tiempo estaba como Secretario General del Sindicato Antonio  Cervantes, un baboso que se dejaba mangonear por los de la compañía, lo tenían como títere, no arreglaba ni un asunto; le ibas a dar alguna queja y se te quedaba mirando como si estuvieras pelando tripas. En el año de 1974 llega como líder un charro.

    •    No mamen cabrones, venimos a hablar en serio.

Me dijo El Cuervo:
    •    No te hagas pendejo, era tu hermano Alberto Castillo. A ese cabrón le mentábamos la madre porque hacían unas pachangas de pelos, y a nadie de nosotros invitaba. Donde tuvo su falla, y la regó, fue al aceptar los contratos especiales, quitan al contratista y el perforista se hace cargo de las obras a destajo; por la ambición de ganar dinero, cualquier pendejo subía su tarjeta, y se aventaba tres barrenaciones por turno, valiéndole madre el humo y el polvo; muchos quedaron silicosos, y a otros se los cargó la huesuda, uno de ellos fue el Petronilo 

    •    ¿Cuándo se murió?

    •    Hace algunos años.

    •    Digamos salud, por su memoria.

Al terminar el vaso, me sirvieron otro. Y me dijo Lupe:
    •    Te tienes que tomar otro por el “Baldo”, también murió, y otra por el “Bandolón”, que también se lo llevó la muerte.

    •    Chinga tu madre, si lo acabo de ver.

“El Chocolate” siguió platicando:
    •    Después llegó como Secretario General José Luis Chávez, pertenecía a la misma sociedad de  charros que tu hermano. A ese pendejo lo manejaban por todas partes y en el año 1983 estalló la huelga; llevábamos más de un mes, cuando llega un grupo, llamado Liberación Minera, a la cabeza estaba Jaime Guajardo Guaso, y otros conocidos, se organizan y desconocen parte del Ejecutivo; al ver que la empresa estaba montada en su macho y no cedía a darnos lo que pedíamos, se realizaron manifestaciones. La gente se da cuenta que estábamos jodidos, y desfilan por las principales calles donde vivían las familias de los mineros, para que la gente los viera cómo vestían, llevando de la mano a sus chavitos.

La gente se da cuenta de la situación y salen los huelguistas a botear, a juntar dinero o como se le llame, a pedir limosna; otros seguían apoyando y la compañía, en su huelga.
De momento se quedó callado y dijo:
    •    ¡Ahí viene el pinche “Burro” y está hasta la madre de borracho!

    •    ¡Hola Gatito! ¿Qué milagro? Siempre que veo a tu jefecito le pregunto por tí, me cae de madre, carnalito. ¡Déjame darte un abrazo!

Al pasar por donde yo estaba, meneó la mesa y tiró los vasos servidos; nos levantamos rápido, Lupe jaló al “Burro” y con lo borracho que estaba, cayó al suelo, sonando su cabeza como bote viejo. Yo me enojé:
    •    ¡No la chingues, lo hizo sin querer!

Abracé a mi amigo “El Burro”, lo lleve al mostrador y le dije al cantinero que le sirviera lo que quisiera.
    •    Dios te bendiga, manito, cada que veo a tu jefecito le pregunto por ti. 

Recordé al famoso “Burro” que siempre ganaba las pulcatas; les pregunté a mis cuates:
    •    ¿Qué le pasó al “Burro”? Tomaba, pero no tanto.

“El Cuervo” me dijo:
    •    Siempre está en la cantina, no trabaja, y así lo ves diario.

    •    ¿Eso a qué se debe?

    •    Te acuerdas de Juan “El Panela”, que trabajaba con “los Diablos”.

    •    Sí, cómo no, él era compadre del “Burro”

    •    Pues le dio maroma con su vieja, y los encontró en la movida. Un día estábamos chupando en la tienda del Texano y pasó “El Burro”, entraba en el turno de las 11 de la noche, le invitamos una cuba. No quería, pero le quitamos sus tacos, y que nos los comimos. Dijo que no tomaba porque lo había llevado su vieja a hacer una promesa a la Virgen de Guadalupe, como en la tienda tenían una imagen, le dijo uno de los que estábamos:

    •    Pídele permiso.

Y se quedó con nosotros.
    •    Era la una de la mañana y  nos corrieron, al no haber que tomar dijo un cuate:

    •     “Aquí se rompió una taza y cada quien para su casa”. 

    •    “El Burro” se regresó a su hogar, al abrir la puerta encontró a su compadre durmiendo con su señora, armó un desmadre, se volvió loco. Le puso una chinga a su compadre, que por poco lo mata, a la señora la echó a la calle así, encuerada, y se quedó  llorando la traición, desde ese momento comenzó a tomar,  a todas horas, así se iba a trabajar y lo corrieron de la mina.

Yo les dije:
    •    A todos los estimo, les pido que le tengan paciencia; síganme contando.

Lupe dijo:
    •    La liberación minera entró y ganamos la huelga, Jaime Guaso fue el líder y comenzó a trabajar derecho y se ganó la amistada y admiración de todos los mineros, después falló, quitó la Clínica Minera, el gobierno pidió al Seguro Social que los atendiera, pero no querían, dijo el delegado que no podían atender a gente que ya estaba vieja y silicosa. 

Se pone de acuerdo con otros líderes, y se va tras la lana y traiciona a los mineros, uniéndose a la compañía. En el año de 1985 la empresa se negaba a darnos ropa a los mineros; como protesta, juntando a todos los trabajadores, nos encueramos, cada quien en la mina donde trabajaba; luego dieron casas a los amigos del secretario por orden de Guaso.
Después los liquidaron. Me gasté todo el dinero para no dejarle nada al ”Sancho”, ese se aparece por todas partes.
    •    ¿A poco tienes “Sancho”?

    •    A lo mejor, o no me he dado cuenta.  Se conoce como “Sanchoclos” porque llegaba cada año. Luego el señor González, porque goza cuando tú sales, y también le decían “El gato”, porque coje un ratón y se sale.

    •    Les di un fuerte abrazo a mis compañeros, me despedí.  Ya no les cuento más porque el minero tiene muchas historias, que podría sacar libros. Y a mí se me terminó mi página.

Les dije:
    •    “Chocolate”, ojalá y nos veamos pronto,  voy a ver si a tí se te quitó lo “Loco”, cuidate mucho Lupe, y tú “Cuervo”, ponte abusado, cría cuervos y te darán tequila. 

Hasta la próxima…