“EL GARRAPATA”
Fernando Fuentes “El Garrapata”, era un minero muy parecido a Juan “Charrasqueado”: enamorado y jugador. Dinero que llegaba a sus manos, lo jugaba valiéndole madre lo demás.
La mayoría de las veces la suerte lo abandonaba; conseguía más dinero y seguía probándola. Los sábados que salía de la mina con sus cuates, los provocaba:
• ¡Órale “Hongo”, ahí te va un volado de 50 pesos!
• ¡Deposítalo, buey!
“El Garrapata” se jugaba toda la raya de la semana en volados, tapados, cubilete, baraja, y hasta carreras de caballos y a pata.
Una vez que había perdido todo su dinero, estaba preocupado y no quería llegar a su casa porque su vieja ya lo tenía amenazado con darle en la madre cuando estuviera durmiendo, y largarse. Llegó muy mansito y le dijo a su vieja Juana:
• ¡Dame de comer!
• ¡Primero tú dame el gasto!
• ¡No me pagaron!
• ¡No mames, Fernando, te estás pasando de listo! Lo que ganas lo juegas. Pero ya te dije, me cae que sí lo hago. Así que ya sabes a lo que le tiras.
• ¡Mañana te lo doy!
• Voy a invitar a mi jefa, que este de testiga, que me entregaste el dinero.
• Ya me voy a dormir porque mañana tengo que estar temprano en la mina, antes de que se vaya el pagador.
“El Garrapata” salió muy temprano de su casa para ir a la mina. La pasión por el juego lo había hecho muy tranza; fue al almacén y pidió unas botas a descuento, que le costaban 80 pesos y le descontaban 10 pesos semanales. En la puerta de la mina estaba el abonero que vendía ropa, y le dijo:
• Don Julio, fieme 3 pantalones de mezclilla y 2 camisas. El sábado me pongo parejo.
• ¡Tu cuenta es muy larga! Me debes, aparte de esto, 100 pesos. Me tienes que dar 30 pesos a la semana y no te escondas, porque te demando o te doy en la madre.
“El Garrapata” subió directo a la cantina “El Relámpago”, del barrio El Arbolito, y le dijo a don Salomé que le vendía las botas y lo que llevaba. El señor que siempre amolaba al jodido, les compraba todo a como él quería.
• ¡Te voy a dar por todo 200 pesos!
• ¡No marche, déme 500!
• ¿Los quieres o no?
• ¡Está bien, demelos!
Se bajó y enfrente de la escuela Justo Sierra, estaba una mueblería donde vendían en abonos, y pidió fiado un reloj de pulso, una plancha y una licuadora; dio de enganche los 200 pesos; lo que sacó lo fue a rematar con el mismo Salomé, en 500 pesos. “El Garrapata” llegó al barrio de La Palma y se puso a jugarlos con otros cabrones que eran igual que él. Pasaron las horas, y “El Garrapata” había ganado el triple de lo que llevaba jugando al poker; pero la ambición de ganar lo hacía apostar más.
• ¡Va la entrada de 200 pesos!
• ¡Ya dijiste! ¿Cuántas quieres?
“El Garrapata” miraba nervioso su juego, y tenía una tercia de jotos. Echó una sonrisa y le dijo:
• ¡Dame dos!
Poco a poco abría su juego, y saltó los ojos cuando le salió otro joto. Se aventó como el gorras.
• ¡Van mil pesos y mi resto!
“El Toro” sin pensarlo, los pagó y le preguntó:
• ¿Qué tienes?
• ¡Cuatro jotos! Valiste madre.
• ¡El que valiste madre fuiste tú. Tengo cuatro ases.
“El Garrapata” se jaló los pelos, soltó el aire, y muy triste, dijo:
• ¡Ni Modo! Yo sé perder. Dame mi retiro.
• ¡Ten!
“El Toro” le dio 20 pesos. “El Garrapata” se fue a la cantina La Veta de Santa Ana, y se jugó las jarras de curado, y las perdió. Ese no era su día. Pidió fiado unas cubas y se puso hasta las chanclas. Llegó a su casa cerca de la medianoche, y lo primero que hizo fue pelear con su vieja, quien le preguntó:
• ¿Ya me traes el gasto?
• ¡Qué bonito joronguito! Cómo chigas. ¡Mañana te lo doy!
• ¡No comprendes que tus hijos y yo no hemos comido!
• ¡Perdí en el juego! Pero tu tienes la culpa. Me salas, estás muele y muele, que quieres el gasto. Pareces marrano cuando lo van a matar, chille y chille.
La señora Juana, lloraba de coraje, y le dijo:
• ¡Vas a ver cómo al rato te voy a dar en la madre, te lo juro por mi madre!
• Ja, ja, ja. Ahora sí me hiciste reír. Todavía no nace quien me dé en la madre. Cierra el hocico y tus ojitos, y duérmete, antes de que yo te desmadre.
En cuanto amaneció, la señora llevó a sus hijos a la casa de su mamá, regresó y en el otro cuarto, con un martillo, se pegó en la cabeza, en el ojo, se azotó varias veces contra la pared, y se puso otro martillazo en el hocico. Lloraba de dolor, pero se seguía pegando. Cargó al niño chiquito, agarró a una niña de 3 años de la mano, y se bajó al Ministerio Público a presentar su denuncia.
• Vengo a poner una demanda en contra de mi esposo, que siempre me golpea, no me da para comer. Mire cómo están estos niños, parecen calacas de lo flacos. Andan sin zapatos. La niña ya está grandecita y no tiene calzones. Míreme cómo estoy golpeada, y también vea mis zapatos, que se me salen los dedos.
La señora lloraba a lágrima viva.
• Se quedó dormido. Le dije que iba a venir a poner mi queja, y se las mentó a todos ustedes. Dijo que juntos los ministeriales, le hacen los mandados.
El Ministerio Público se enfureció y llamó a unos agentes policiales.
• ¡Vayan a esta dirección y tráiganme, a como dé lugar, a ese golpeador de mujeres! Usted pase a la enfermería para que le curen sus lesiones. ¡A ese méndigo le vamos a dar un escarmiento!
Los ministeriales, antes de salir, se quedaron mirando a la señora, cómo estaba golpeada, y le dijeron:
• No se preocupe, señora, en unos momentos regresamos con el que le pegó.
• ¡Por favor, tengan mucho cuidado! Mi señor está loco, es traicionero. ¡No los vaya a desmadrar!
Los agentes, cumpliendo con su deber, llegaron a la casa y tocaron, despertando al “Garrapata”, que dormía con el hocico abierto, y eso lo enojó.
• ¿Quién?
• Abra, por favor.
• Dígame quién es. Yo no acostumbro abrir a desconocidos. Se me hace que son ladrones.
De momento, los agentes policíacos tumbaron la puerta de la casa y lo sacaron arrastrando de las greñas, dándole con la pistola en la choya. Lo pusieron a disposición del MP, quien le dijo:
• ¿Con que muy machito? ¡Traigan a la señora!
Cuando vio entrar a su vieja toda parchada de la cabezo, con un ojo cerrado y el hocico reventado, “El Garrapata” se sorprendió y le preguntó:
• ¿Qué te pasó, vieja? ¿Te atropelló un carro?
• No se haga pendejo. Usted la golpeó. ¡Encierrenlo en los separos!
“El Garrapata” estuvo encerrado en la penitenciaría más de un mes. Su familia pagó una fuerte multa, y las curaciones de la señora. Cuando salió, regresó a trabajar a la mina. Y le dijo “El Hongo”:
• ¡Ahí te va un volado de 20 pesos!
“El Garrapata” le dijo, muy triste:
• ¡Ya no juego desde que mi vieja me ganó!