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¿Dónde estás, Sheccid?

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LA GENTE CUENTA

Un sillón es lo único que se veía al fondo de la habitación, iluminada difusamente por un hilo de luz natural, mientras que en la atmósfera resonaba la voz áspera, pero suave de Stevie Nicks acompañada de una guitarra; mientras Felipe, con la mirada contristada hacia un pequeño libro, lanzaba un suspiro hacia el aire.  
    A medida que avanzaban las páginas de aquel libro con hojas amarillentas, pasaba en aquel ambiente una historia de añoranza, una historia que había ocurrido no hace mucho, y que se parecía demasiado a la que se le mostraba frente a sus ojos, cuando se había enamorado de un ideal, por no decir de un imposible.
    Y de pronto, se imaginó al lado de su más grande deseo, sentados en una banca del parque, mientras trataba de hablar con ella; era una mujer con la gracia de una niña, pero con el misticismo de una mujer, de ojos claros, unos labios dignos de ser besados y una figura envidiable, pero a pesar de sus cualidades físicas, tenía algo que no todas tenían: una gran capacidad para la lógica y el discernimiento.
    También se la imaginó caminando junto a ella, mientras disfrutaban un delicioso helado de chocolate; ella, con un libro bajo el brazo, correspondía a sus palabras, y en un momento de debilidad, ambas sombras se unieron bajo una sola, Felipe la abrazaba por la espalda, y ella se dejaba llevar por aquella expresión de cariño.
     Recordó la última vez que la vio en persona, su rostro denotaba una gran tristeza, pero con la total determinación de regresar hacia su casa maternal, muy lejos de Felipe; solo un beso y unas palabras sellaron la despedida: “no podrás irte nunca, no te dejaré, eres mi novia eternamente, todo lo que brote de mi pluma habrá tenido tu origen, y daré gracias a Dios”.
    Felipe regresó a su realidad cuando de la última página salió una pequeña nota manuscrita, con un poema y una firma: “con amor, tu Sheccid”. Lentamente cerró el libro, se levantó y salió de la habitación, mientras Stevie Nicks cantaba sus últimas líneas: “incluso los niños crecen, y yo también estoy envejeciendo”.