RELATOS DE VIDA

Había oscurecido, los dos pequeños ya estaban acostados en la cama, esperaban la llegada de mamá para escuchar un cuento, ser persignados, y conciliar el sueño para descansar, pues al otro día había escuela.
Ya en la habitación, -listos, cierren sus ojitos y comencemos con la narración- dijo la madre, cuando Mario, el más peqHueño de los niños se levantó diciendo – voy al baño.
Minutos después llegó a la habitación y se volvió a recostar.
-Ahora sí, este cuento habla de la obediencia – comentaba la mamá, pero fue interrumpida por Jesús, el niño de 10 años – tengo sed, voy por un vaso de agua.
Otros minutos más regresó y se integró a las cobijas.
-Bueno, entonces sí empezamos, érase una vez dos hermanos – inició el relato y nuevamente escuchó – ¿Puedes apagar la luz y conectar la lámpara por favor? – solicitud que atendió para volver con lo interrumpido.
-Los hermanos eran muy unidos, aunque peleaban constantemente, hasta que un día…- pero nuevamente una vocecita la paró – ¿y si te sientas en medio de los dos para que no tengamos miedo?, ¡Siiiiii! – La madre se cambió de lugar para acceder a la petición, y regresó a dónde se había quedado de la narración, cuando nuevamente: -Tengo comezón, ¿me puedes rascar?
Ya enojada la mamá se levantó, dirigió la mirada a los pequeños, apagó la lámpara, salió del cuarto y cerró la puerta. No sin antes gritar desde fuera de la habitación, tienen 10 minutos para estar dormidos, de lo contrario llamaré a su papá y le diré que están castigados, lo que implica que no habrá viaje, sin contar que le hablaré de las veces que me desobedecieron y se pelearon para que venga a despertarlos con el cinturón de la mano.
Se fue a su recamara, se puso la pijama, lavó los dientes, cepilló el cabello, acomodó las cobijas y almohadas y regresó con los niños, dormían plácidamente y totalmente tapados, por eso de las re cochinas dudas de recibir los cinturonazos…