Un Infierno Bonito

CÓMO ENTRÉ A  LA MINA              

Allá por el año de 1958, el periódico anunciaba que en las minas de Pachuca, se necesitaba gente.

A pesar de las protestas de mis padres, mi edad de 16 años, y mi condición física pobre, acudí al Sindicato Minero a solicitar el trabajo, pase muchos problemas para lograr que me mandaran a las oficinas a dar mis datos generales, y estando ahí usé toda mi astucia para que me pasaran sin Cartilla del Servicio Nacional.
Pero me faltaba la prueba más difícil, el reconocimiento médico, ya que para entrar a trabajar tenía que pesar 50 kilos, y yo pesaba 47. Después de dos rechazos me daban la última oportunidad, la noche anterior cené frijoles, con mucha tortilla, y por la mañana platanos con leche, me sentí reventar, con ganas de vomitar y de ir al baño, pero sentí mucha tranquilidad cuando me subí a la báscula y pesé 49 kilos, con 500 gramos, me habían perdonado medio kilo.
Me mandaron a la mina de San Juan Pachuca, me entregaron mi equipo de seguridad, una gorra, un cinturón, mi lámpara y una ficha que sería mi identificación con el número 448. Y una tarjeta de raya que marcaba 12 pesos diarios.
Me quedé a trabajar en la mina de Paraíso con la categoría de cochero (peón), me llevaron a un contrato de casa, cuando me presentaron a los que serían mis compañeros ni caso me hicieron, comían muy apurados que ni siquiera voltearon a verme, al terminar de comer, se me acercaron y uno de ellos, a quien le decían “El Cavernario”, su apodo lo decía estaba feo, gordo, greñudo, chimuelo y era muy alto, con barbas largas. Se me acercó y me pregunto.
    •    ¿Cómo te llamas?

    •    -Félix Castillo García.

    •    ¿Dónde vives?

    •    En la calle de Galeana 404 en el barrio de “ El Arbolito”

    •    ¿Cómo se llama tu mamá?

    •    ¿Dolores García Valencia?

    •    ¿Cuántos años tienes?

    •    16 años.

    •    Tenía que ser, ahora recuerdo, “Pecoso” un día te dijo que hace 15 años tuve en el barrio de “El Arbolito” tuve una vieja que se llamaba Dolores, y que la deje con un niño.

    •    Si como no, lo recuerdo muy bien.

    •    Pues mira lo que es la vida, este es mi hijo. Dame un abrazo.

Y que me da un beso. Enojado que lo aviento y que le miento la madre.
    •    Que pasó hijo mío, yo soy tu padre no me desconozcas

    •    Ya te dije que chingues a tu madre.

Se me quedó mirando y meneando la cabeza dijo.
    •    Mira “Pecoso” lo que son las cosas, te voy a pedir un favor, mañana me lo llevas a bautizar, y le dices al padrecito que en lugar de echarle agua bendita en la cabeza, se la eche en el hocico, para que se le quite lo grosero.

Me dio tanto coraje que casi lloraba pero en esos momentos llegó el barrretero, que era el contratista de la mina, y me dijo que me fuera a trabajar con el “Cavernario” y me explicó.
    •    Mira hijo ponte muy abusado, en lo que vas hacer, cuando eche a trabajar la máquina, aprietas la barrena y no la sueltes.

Al hacerlo sentí mucho dolor en las manos y la solté. Mire las palmas de mis manos y estaban despellejadas, “El Cavernario” no dejaba de reírse, paso por ahí el barretero y me preguntó que me había pasado le dije y le fue a reclamar a “ El Cavernario”.
    •    Como serás desgraciado. Ahora tengo que mandarlo al cuarto de primeros auxilios para que lo curen.

Ahí estuve una semana y luego me mandaron a la mina de San Juan Pachuca, con un maestro que la hacía de todo. Le decían la “Morena”, mis compañeros serían “El Nicho”, “El Morado”, “El chaparro” “El Greñas, “El Roñas” y “El Mara”.
Pasaron los días, yo siempre había querido ser minero y ya lo había logrado, a partir de entonces pude conocer la mayor parte de la mina y desarrolle trabajos como cochero, ayudante de armador, ayudante de rielero, ayudante de motorista, ayudante de mostrador de ingenieros, de perforista, había trabajado en las minas, de San Juan Pachuca, Paraíso, Santa Ana, y el Álamo. Pero todavía me faltaba mucho por conocer.
Una vez me mandaron a la carpintería, junto con mis compañeros, y el encargado me dijo:
    •    Llévate esta pala y adelantate, porque nosotros tenemos que esperar, que nos corten unos tablones, mientras limpias el cañón. 

Le dije que sí, pero hubo un momento que se me cerro el mundo, no sabía que era “El Cañón”, mire hacia atrás, y en un muro del pasillo había como adorno un cañón de piedra. Pedí una cubeta prestada me quite mi franela que tenía en el cuello, y muy tranquilo me puse a limpiarlo una hora después llegó el encargado y al verme me fue a ver y me pregunto.
    •    ¿Qué clase de cañón limpiaste?

    •    Muy orgulloso le enseñe como había quedado.

Me dio un golpe en la cabeza y una patada en las nalgas y me dijo.
    •    Como seras pendejo te di la pala para que limpiaras el túnel, ese es al que le llamamos “Cañón”, ve y dile al calesero que te baje al nivel 270, ahí esperas a tus compañeros.

Cuando llegue a donde me dijo había muchos mineros que al verme les dio mucha risa, me habían dado unas botas de hule del número 27 y yo calzo del 23, haciendo burla se me acercaron y me dieron mi bautizo. Me bajaron los pantalones con todo y calzones, y me echaron grasa, y aceite en mis genitales, y me dijeron.
    •    Desde este momento te llamaremos “El Gato Seco”.

Sabía que les tenía que aguantar sus bromas, y poco a poco me fui acostumbrando a ello, porque así es el ambiente de la mina,  a nuestro Capitán de Laboratorio le decían “El Moco”, pero nadie se atrevía a llamarlo por su apodo, un día el encargado me dijo:
    •    Vas y le dices a ese señor chaparrito. Señor “Moco” que necesitamos pólvora.

Que se pone colorado de coraje y que me contesta.
    •    Hijo de tu pinche madre ¿Por qué me dices “Moco”?

Mire hacia donde estaban mis compañeros y se morían de risa, y desde ese momento el Señor Ortiz, me trajo de encargo, y me mando a empujar conchas con otros compañeros, al llegar a la criba vi que la concha o góndola no llevaba puesto el gancho, y se lo puse. Al querer voltearla, se salió de la vía.
Uno de los encargados me regaño muy fuerte y me dijo.
    •    ¿Por qué se lo pusiste pendejo?

En esos momentos llegó el capitán y preguntó.
    •    ¿Qué es lo que pasa aquí?

    •    Este pendejo, puso el gancho cuando íbamos a vaciar, y por poco se voltea la concha, solo se salió de la vía

El Capitán me miró y me dijo.
    •    Ve a buscar un tubo o algo que sirva para meter la concha en su lugar.

Fui corriendo me sentí útil y con eso menos culpable, llegue y les entregue el tubo, y me dijo
    •    Agárrale aquí.

Por querer hacerlo rápido, que me resbalo y que me agarro del respirador del capitán, como es de resorte se estiró y al soltárselo le pegó muy fuerte en la nariz y boca, que le salió mucha sangre.
Me quite mi franela para limpiarlo y me pego un golpe en el costado que me hizo revolcar de dolor.
    •    ¡Sácate de aquí pendejo, antes de que te mate!

Al día siguiente me cambiaron de mina, me mandaron al nivel 270 de la mina de “Fortuna”, donde llegan los motores grandes de las minas de Real del Monte y el Álamo. Ahí encontré a mi amigo “El chicharrón” que me enseñó como quebrar las piedras, y usar la pólvora, pero una piedra al explotar voló y me pego en la mano que por poco me la mocha, me mandaron al hospital donde estuve unos días y otros en mi casa para reponerme, y cuando me regresaron ya me habían cambiado de mina.

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