LA GENTE CUENTA
-¡Hola amiguitos! Bienvenidos a su programa favorito, Cocinando con Romina.
La pequeña Romina, armada con un mandil, guantes, cucharas y su celular con un palo de selfies, grababa un video, a la usanza de los tutoriales que suelen aparecer en las redes sociales.
De fondo, una cocina reluciente, con cada uno de los aparatos electrodomésticos limpios, y en orden; en la mesa principal se encontraban apilados algunos trastes y demás utensilios, además de las materias primas; y en la puerta… ¿su hermano mayor?
-Romina, ¿qué haces? –reclamó con cierto nerviosismo el chico.
-Shhh, no grites, Victor –inmediatamente acudió Romina a silenciar a su hermano-. ¿No ves que estoy grabando un video?
-Pero vas a ensuciar la cocina, y ahorita mamá no está. Nos va a regañar.
-Es que voy a hacer un pastel para mamá –intentó persuadir ella-. Es más, ayúdame, hermanito, para que entre los dos le hagamos una sorpresa, ¿vale?
El hermano dudó por un minuto, pero la idea de darle una sorpresa a su madre lo hizo cambiar de opinión.
-¿Y lo vas a grabar?
-Claro que sí. Quiero volverme youtuber
-¿Ah, sí? –inquirió incrédulo Víctor.
Los dos hermanos pusieron manos a la obra para mezclar cada uno de los ingredientes, aunque de una forma descompuesta. El primer reto: la batidora.
-Romina, ¿sabes usar eso?
-He visto a mamá hacerlo varias veces. Sé que puedo.
La respuesta del aparato fue la esperada: manchas grandes de una pasta con olor a huevo, mantequilla y harina se dispersaron por cada una de las paredes, incluso sus ropas. A pesar del incidente, a los pequeños les pareció divertido.
-Oye, hermana, debemos ponerle un poco más. No va a alcanzar para el pastel.
Nuevo desastre ocurrió con la mezcla, haciendo que las caras estuvieran cubiertas de suciedad. El celular de Romina seguía registrando todo.
-¿Y ahora qué? ¿Dónde lo vamos a poner? –preguntó Víctor.
Romina observó el microondas para terminar su creación, y con ello la oportunidad de consagrarse como chef. Presionó los botones al azar, ocasionando que la pequeña masa amorfa terminara siendo como un carbón. Y de repente, una respiración profunda.
-Mami… ¿cómo estás?
-¿Sor… presa?
Los dos hermanos sostenían lo que quedaba del “pastel”, ante la mirada molesta de su madre.