Home Nuestra Palabra RETRATOS HABLADOS

RETRATOS HABLADOS

0

Razón tenía mi tío Ezquiel: “el único consuelo que me queda, es que todos nos vamos a morir”

Festinar la caída de un personaje polémico como Cipriano Charrez Pedraza, sin intentar por lo menos encontrar alguna enseñanza para quienes ven con desconfianza y recelo el ejercicio de la política, sería tanto como observar el caso como único y fuera de norma, en un país donde la imagen de quien ejercer esa profesión o vocación se asocia de manera inmediata a la corrupción, la demagogia y la falta absoluta de escrúpulos.

Charrez Pedraza no es una excepción, sino parte de una “normalidad” a la que nos hemos acostumbrado, y tal vez hasta producto de una sociedad manipulable y proclive a la creación de héroes falsos, redentores mentirosos y cínicos de abolengo. En esta ocasión aderezado el asunto con el asesinato, doloso o imprudencial, pero asesinato.

En ese sentido, y como producto de un público que no se saciaba de sus bravuconerías a las que se unían con singular alegría, “porque este sí reta al poder, este si es nuestro Mesías esperado”, el hoy ex diputado federal representa fielmente una etapa lamentable en la historia del poder en nuestro país, en la que todo es posible ser confundido y los impostores aparecen como hongos silvestres en el campo.

Festinar la desgracia de cualquier personaje resulta una acción sin sentido porque no aporta nada al intento por explicar el fenómeno cada vez más difícil de entender, de los que enferman por el uso indiscriminado del poder.

Nada se origina de la nada.

Cipriano tuvo un origen en el que recibió apoyo de quienes lo cobijaron y hoy mismo le dan la espalda, le huyen porque resulta un leproso que contagia nadamás permitan que se les acerque. Sus seguidores que corearon a su salida de la Cámara de Diputados federal: “¡gobernador, gobernador!”, empezarán a mirarlo con recelo y poco a poco lo dejarán solo, porque saben, vaya que lo saben, que su carrera en que se veían a su lado beneficiarios de su destino, simplemente explotó en la cara del ahora también ex ungido por los dioses.

Estuvo en el momento, el lugar y la hora adecuada para adquirir tanto poder. Estuvo en el momento, el lugar y la hora inadecuada, para perder todo.

Pero tuvo un origen, padrinos y madrinas políticos, que se enorgullecían de su párvulo que rompía lápices, festejaban sus modos violentos de hacer las cosas y le auguraban un futuro único, en el que debía ser agradecido con quienes lo criaron desde infante.

Hoy por supuesto niegan su paternidad y maternidad, porque “nunca pensaron” que fuera a convertirse en lo que se convirtió. Es fácil renegar de lo que se hace con mano anónima que mueve la cuna.

Si es culpable o no del crimen que se le imputa, será la Procuraduría General de Justicia la que aporte los elementos necesarios para que purgue una condena en la cárcel.

Pero el asunto central es que hacer política aquí y en cualquier parte, se ha separado casi totalmente de una actitud humana, ética, sensible, empática con quien busca llenar de esperanza. La política se ha hecho propiedad de una casta de personajes que perdida la humanidad, ven con absoluta facilidad extinguir una vida que apenas si consideran humana.

Eso es lo urgente: devolver el sentido de humanidad a la tarea política, devolverle la cualidad de ser temporal, sumamente temporal, para evitar la locura del que se cree eterno, inmortal y cosas por el estilo.

El poder dura poco, a veces se extiende por maniobras del enloquecido, pero nunca rebasa el ciclo vital de su protagonista.

Tenía razón mi tío Ezequiel cuando observaba con enojo el gobierno de Carlos Salinas: “el único consuelo que me queda sobrino, es que todos nos vamos a morir”.

Tenía razón.

Mil gracias, hasta el próximo lunes.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta