“EL MAMILAS”

Después de descansar el viernes Santo, el sábado regresan bien crudos a trabajar, la mayoría no se presenta, estaban en la mina de Santa Ana a 480 metros de profundidad, tres amigos que siempre andaban juntos, se sentía el calor que ahogaba. Ellos tenían como jefe a un contratista que era muy barbero con los ingenieros, le decíamos “el Bandolón”.

-¡Órale güeyes! Vamos a poner una alcancía.

-Nosotros no somos ademadores, no sabemos.

– Es tan fácil que hasta mi vieja lo haría.

-Mañana la traes.

 

Le dijo el Baldo:

-Bandolón, no seas barbero. Este trabajo lo hacen los ademadores, nosotros qué sabemos de cortar la madera.

-A mi me vale madre, todavía vienen borrachos. En cuanto pase el Sotaminero le voy a decir para que los eche para afuera.

-¡Mejor que nos eche a  su hermana!

 

El Bandolón se fue a buscar al Sotaminero, acusándolos de que no querían trabajar. “El Mamilas” le dijo a uno de ellos.

-No he dormido ni cinco minutos, me la pase chupando con un compadre, llegue a las seis de la mañana, entré quedito a mi casa, mi vieja se levantó y me dijo:

-Que bueno que te paraste, me ganó el sueño. Ahí están tus tacos, ya vete a trabajar.

-Es que me siento mal, ve a la mina y me pides un permiso por dos días.

-¿Y yo para que te quiero aquí?, vete a trabajar o voy a decirle a tu jefa que te lleve de las greñas.

Se la quise hacer de tos, pero enojada me dijo:

-Es mejor que no me hagas encabronar porque te llevo a huevo, te la pasaste bien, pues ahora píntate de colores.

 

El loco nos platicó:

-Yo ando queriendo pegar mi chiche con la prima de mi vieja, es una india que está viviendo con nosotros. Una vecina nos invitó a su casa en la vecindad, nos fuimos al baile con mi señora, nos dijo que tenia sueño y se fue a dormir, y nos dejó… cuando le canté en el oído a la prima, la pinche vecina me mentó la madre, me dijo que le iba a decir a mi vieja que me quería pasar de listo… que le dice, y mi mujer me puso como lazo de cochino, además me dijo que cuando regresara se las iba a pagar. Tanto tiempo estar bailando con la naca y ni sabe la canija, a cada rato me pisaba los cayos.

 

Estábamos platicando y pasó el Petronilo y nos dijo:

-¡Aguas!, escóndanse porque ahí viene el Bandolón con el Sotaminero.

   Nos echamos a correr cada quien por su lado, yo me fui a la cuba, que es donde hacen del baño los mineros; cuando regresé me dijo el Sotaminero:

-¿Dónde andabas?

-Fui al baño.

-¿Dónde están el Loco y el Mamilas?

-No los he visto.

Me dijo el “Bandolón”

-¡No te hagas pendejo!, estaban los tres juntos, no quisieron levantar la alcancía.

-Estás loco, güey.

 

El Sotaminero me mandó a que fuera a traer un material al despacho de la mina, ahí me hice guaje hasta que salimos a las cuatro de la tarde. Llegué a mi casa y me dormí; como a las seis de la tarde me despertó mi vieja.

-Te buscan.

Salí y vi llorosa a la mujer del Mamilas, me preguntó que si no lo había visto porque no había llegado de su trabajo. Le dije que lo vi dentro de la mina, que a lo mejor se la fue a curar porque andaba malito. La acompañé a distintas cantinas que hay en el barrio: “La Roca de Oro”, “La Bandera Roja”, “La Terminal”, “La Granada”, “El Relámpago”… no lo encontramos, nos dijeron que no lo habían visto. La señora, no dejaba de llorar. Me dijo:

-Por favor, acompáñeme a la mina.

 

Fuimos a la mina de San Juan Pachuca, me metí, le pregunte al checador que si había salido Pedro Juárez, revisó las fichas de entrada y me dijo que no había salido, que le preguntara al lamparero.

Fui a donde dónde nos daban las lámparas y me dijeron que no había salido. Llamaron por teléfono al Sotaminero y al Jefe de Seguridad, quien de inmediato llamó al Capitán de la mina, se corrió la noticia de que un minero andaba perdido en los túneles desde las siete de la mañana del sábado, eran las ocho de la noche del domingo y no lo encontraban. Llegó toda su raza del Mamilas; dijo el jefe de Seguridad, don Rafael Carrillo:

 

-Llamen a los escafandristas para que entren a los lugares donde hay gas, que no le jalen a las alcancías, que revisen todos los caminos que suben a los rebajes, que tengan listas las ambulancias de la compañía, de seguro si no estaba muerto, estaba herido.

Llegaron los representantes del sindicato para ponerse a las órdenes en lo que se les ofreciera, el patio de la mina era un desmadre, uno daba unas órdenes, otro otras, la mujer del Mamilas lloraba a todo lo que daba, lo mismo su jefa.

 

Llegaron los ingenieros de la mina e hicieron un plan para buscarlo, recorriendo cada lugar del túnel hasta el último rincón, bajaron cuadrillas de salvamento y les dieron instrucciones, sacando un mapa.

-Según nos dicen que estaba trabajando en el nivel 480, donde hay unos túneles viejos que llegan a Paraíso, a lo mejor fue por agua y se perdió, o pudo subirse a las escaleras para salir más pronto; ¡llamen a los paleros de aire y a todos los que estén dispuestos a rescatar a un compañero!

 

La jaula bajaba una y otra vez, la angustia de los jefes y de los compañeros se había multiplicado pensando en lo peor, eran las doce de la noche del domingo. La mamá del Mamilas no dejaba de rezar y de vez en cuando lanzaba un grito que espantaba a los que estaban junto a ella. Mientras, abajo en la profundidades, cada quien cumplía la misión que le fue encomendada. Uno de los rescatistas subió a un chiflón, que es un agujero que tiene escaleras, y un túnel donde había carga.

 

De pronto vio al Mamilas, que estaba tirado en un montón de carga, le hablo y no le contestó. Dio la voz de alerta.

-¡Compañeros, lo encontré! Está muerto.

El médico no pudo bajar, debía llegar hasta donde estaba el cuerpo.

La cuadrilla subió, llegaron donde estaba el Mamilas y cuando se acercaron con la luz, se levantó. Los socorristas se espantaron y vieron que se estiraba y bostezaba. Les preguntó:

-¿A quién buscan?

-A ti.

-¿Qué horas son?

-La una de la mañana del domingo.

-¡Ah, chinga! Creo que me dormí un ratito. Ya hasta es domingo.

 

Suspendieron la búsqueda y lo sacaron a empujones, le quitaron la lámpara y lo sacaron de la mina mentándole la madre y diciéndole que estaba despedido. Los que estaban afuera le echaron una trompetilla, porque pensaban que estaba muerto… a la únicas personas que les dio mucho gusto verlo fue a su madre y a su vieja.

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