Todo empezó con golpes e insultos, Jesús el Nazareno era señalado por todos como el culpable, humillado, convirtiéndose en el hazme reír de los romanos, y a pesar de eso lo único que percibimos es fervor, y una mirada de llena de fe y esperanza.
Entre aproximadamente 10 mil espectadores, y 100 participantes; con gritos de desprecio, y aberración, Jesucristo hizo su llegada, al recinto donde sería juzgado por un crimen que no cometió.
Ya frente a Poncio Pilato fue cuestionado por ser el supuesto mesías, ante un acto de burla, lo condena a muerte, y con una corona de espinas se volvió rey.
-¡Tú eres un farsante y debes morir!
-¡Camina charlatán!
-¡Eres un falso mesías y tienes que morir!
Era lo que los soldados romanos gritaban a una pobre alma que solo buscaba, la salvación y reconciliación de su pueblo.
El recorrido del Mesías era largo acompañado del peso de 100 kilos de la cruz, que cargaba en un solo hombro, era demasiado, y en un inevitable acto de cansancio y fatiga cayó de rodillas.
En ese momento los soldados comenzaron a azotarlo sin misericordia, exigiendo que se levantara y continuará con el suplicio.
Y después de unos minutos, con mucho esfuerzo Jesús se puso de pie, y mientras el continuo azote del látigo perduraba sin compasión el Nazareno fue obligado a continuar el camino
-¡Camina rey de los judíos!- aclamaban los centuriones.
Y aunque el rostro de Jesús reflejaba sufrimiento, su alma mostraba lo contrario.
-¡Eres un blasfemo!- repetían.
Dejando en las manos de Dios el destino de su hijo y caminando con fe, cada paso que daba lo hacía más fuerte.
Con heridas en pies y manos; los azotes inhumanos, cargaba en su hombro lo que representaba el perdón y amor de Dios.
Jesús cae totalmente, está en el suelo y todos le exigen que se levante, pero el cuerpo de Jesús ya no podía seguir, y tras recibir varios azotes, Jesús es ayudado por cirineo.
Después de avanzar hasta a la novena estación, Jesús cayó por tercera vez, sin posibilidad de levantarse.
Al desfallecer el cuerpo y el alma, el suplicio se volvió inevitable. Después de un camino de agonía, el salvador llegó al lugar de su muerte.
Fue despojado de sus vestimentas por los soldados y fueron sustituidas por un pedazo de tela, y junto a él, dos hombres más serían crucificados, quienes eran acusados de ladrones; Cristo fue colocado en medio, encomendando a Dios su espíritu.
Ya colgados los tres en la cruz, el hombre a la izquierda gritó:
-¡Acuérdate de mí, cuando estés en el paraíso!
Finalmente al borde de la muerte, y proclamando gloria a Dios y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, Jesucristo murió dejando salvación a su pueblo, que nunca dejó de creer en él.