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UN INFIERNO BONITO

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UN HOMBRE DE BUEN CORAZÓN

Alejandro Santander Ledesma es un hombre de buen corazón, de seguro cuando se lo cargue la calaca se va ir derechito al cielo por buena gente. Le prestó su departamento que tiene amueblado en la calle de Puerto Campeche, en la colonia El Palmar a Nayeli Arteaga Sánchez, una vieja de 30 años, bonita y bien buena, pensaba sacarle réditos amorosos, y a lo mejor se quedaba con él.

 

Se hizo muchas ilusiones y despertaba abrazando la almohada. Cada que iba a verla, ella le coqueteaba, le hablaba muy femenina, y caminaba como yegua fina, que al hombre se le ponía chinito el cuerpo. Un día, Alejandro se animó y buscó las palabras para que ella no las tomara a mal, y le pidió la torta.

Pero la mujer nada más le dio entrada porque mientras el otro esperaba la respuesta, la mujer metía a su amante en el departamento, a ponerle Jorge al niño. Esperó 15 días, y como no tenía respuesta, se decidió a buscar a Nayeli, pero la mujer ya había desocupado el departamento.

Alejandro se quedó con las ganas, muy triste porque se le había ido viva la paloma, y se hacía justicia con su propia mano. Nunca pensó que donde uno pone los ojos, otro canijo ya puso otra cosa. La buscó en toda la colonia, preguntó a los vecinos, pero nadie le dio razón. Al pasar el tiempo se resignó y decidió hacer un reventón en su casa llevando a varios amigos al departamento, aunque no podía olvidar a la ingrata.

Por la tarde, fue a hacer limpieza porque en la noche era la pachanga, pero fue grande su sorpresa cuando al entrar encontró a Nayeli y a su amante en plena acción. Eso lo molestó demasiado, se le pararon los pelos del espinazo y cajeteándola, los corrió, que fueran a hacer sus cochinadas en otro parte y no en su casa. No se movió de ahí, se estuvo zurrándolos, hasta que se vistieron. Al salir la mujer le aventó las llaves del departamento y le dijo que ya no lo quería ver nunca en su vida.

Alejandro no pudo contener su ira, les dijo palabras de carretonero. La insultó diciéndole hasta de lo que se iba a morir. Le recalcó que esperaba su recompensa por haberla ayudado, y resultó que se las daba a otro. Tendió la cama, limpiando el recuerdo que le habían dejado, revisó sus cosas y descubrió que le faltaban una cafetera eléctrica y un horno de tostador; pero lo que más le dolió es que su departamento lo agarraban como hotel. Brincó como chivo cuando una vecina le dijo que iban a diario. Acusó a su amor platónico, por robo y abuso de confianza, y mala onda. Pide que los detengan y le devuelvan sus cosas que se robaron.

 

A CANTINERO LE PUSIERON EN SU JEFA

Lo mataron a balazos, la noche del miércoles pasado, en la comunidad de la Vereda, perteneciente al Municipio de San Bartolo Tutotepec, a 40 minutos de la cabecera municipal.

Pedro San Juan Agustín, de 31 años, es el nombre del que se echaron. Dijeron los tecolotes que era el propietario de una cantina donde dos canijos entraron como clientes y pidieron que les diera un pomo. Durante varias horas estuvieron empinando el codo y se chuparon muchas cerbatanas. De momento echaron mano a su cintura, sacaron sus pistolas y rájele, lo mataron. Cayó al suelo parando las patas, y quedó en un charco de sangre. Le dijo un cliente a la policía que no le dieron tiempo de decir pío.

El director de Seguridad Pública Municipal comentó que tiene un testigo pero no dice su nombre porque también le vayan a dar en la madre. Le comentó que él se estaba echando su chínguere cuando de momento sacaron sus pistolas y le tiraron al negro en varias ocasiones, y salieron hechos madre perdiéndose entre la maleza. Cuando llegaron los uniformados no les vieron la cola, quién sabe por dónde se fueron. Luego llegaron los paramédicos de Protección Civil y de la Cruz Roja, que quisieron salvarle el pellejo pero ya no pudieron porque estaba como coladera.

De volada implementaron un operativo con todas las corporaciones, peinaron la zona, ya les andaban pisando los talones pero no los agarraron. Les dijeron que son dos los asesinos, de 25 a 30 años, de piel negra como pinacate; de seguro no son de pueblo. Dijo el testigo protegido que si los vuelve a ver los reconocería porque están chaparros como mojón, y hablan muy chistoso.

Los agentes investigadores dijeron que el crimen fue pasional porque hablan de una vieja de ellos, que el cantinero se andaba empinando.

 

SU VIEJA LE DIO EN LA MADRE

Audecio Agustín Torres Juárez, de 50 años, llegó todo madreado, a quejarse al Ministerio Público, que se le apareció el diablo encuerado. Dijo que llegó a su casa noche porque se quedó a trabajar horas extras, pero su vieja Rosa Cabrera Zaragoza no lo dejó entrar. Le dijo que se largara con la vieja con quien estuvo.

Audencio ya no se la quiso hacer de pez porque cuando se enoja se pone como el hombre verde, se le paran los pelos del espinazo y comienza a aventar madrazos. Mejor se subió en su camioneta y se bajó al centro. Pero para su mala suerte, en la calle de Galeana se le descompuso y se quedó a dormir dentro de ella.

Pasó una noche de perros por el frío, muy temprano se fue a su casa y entró por sus hijos para llevárselos a almorzar, pero su vieja le dijo que no. Ya ni le buscó ruido al chicharrón. Se quedó en el solecito como pollo, cerrando de vez en cuando los ojos, cuando escuchó que sus hijos se estaban peleando.

Entró y al ver que no se soltaban de las greñas, con una botella grande que tenía refresco, los calmó pegándoles en las nalgas. Salieron del cuarto chillando y se fueron a quejar con su mamá, y como su vieja ya lo traía apuntado en la lista negra, le mentó la madre y con la botella le dio con todas sus fuerzas, en medio de las piernas. Audencio se agacho a sobarse, momento en que la señora le quebró el control de la televisión en su cabeza.

Forcejearon y cayeron al suelo. Él le dio una cachetada. La señora se enfureció y agarro una cadena con que cierran la reja, y le pegó en el lomo hasta que se cansó; y luego le dio una patada donde antes le había dado el botellazo, que se revolcaba como burro contento. Y le siguieron lloviendo madrazos, lo desgreñó y lo rasguñó.

Lo salvó la campana cuando llegaron los policías y no se la llevaron. Uno de ellos les dio consejos matrimoniales, que deberían vivir amándose. Cuando se fueron la señora lo volvió a madrear y lo sacó a patadas de su casa, aventándole su ropa. Por las moscas fue a poner su queja, pues cuando su vieja se enoja parece cavernaria, y lo vaya a matar.

 

VIOLENTO ASALTO EN UNA VIVIENDA

Ocurrió en el fraccionamiento Constitución, a plena Luz del día. Dos tipos de cuidado, armados hasta los dientes, se metieron a una casa a someter con violencia a la propietaria de nombre Luz “N”, de 62 años. Se apoderaron de un equipo de cómputo y cadenas de bronce, entre otros objetos de valor. Se pelaron de casquete a bordo de un automóvil Mini Cooper rojo con franja blanca.

Declaró la agraviada a la policía que cuando iba a llegar a su casa se dio cuenta de la presencia de dos desconocidos. De inmediato estos monos la amagaron, poniéndole la pistola por la espalda, la metieron a su domicilio, la amarraron mientras que ellos buscaban lo valioso que tenía para conejeárselo.

Dijo que no tiene idea de cuánto tiempo se tardaron, ya que ella estaba asustada de que le fueran a hacer algo; pero ellos se tomaron el tiempo suficiente para seleccionar el botín cuyo monto tampoco se dio a conocer, pero fue muy cuantioso. En cuanto los delincuentes salieron huyendo, ella de volada llamó al 066 y llegó la policía, platicándoles cómo había estado la movida. Implantaron el operativo “Cero” y salieron como alma que lleva el diablo, pero hubo cero detenidos.

 

ATRACADA EN EL BANCO

Estaba formada para depositar el dinero, cuando de momento le llegaron por la retaguardia y le pusieron algo duro por las costillas, y uno de ellos le dijo en la oreja: “No la hagas de tos, salte, y no trates de gritar porque te suelto el plomazo”. La mujer sintió que las patas se le doblaban.

En el banco había mucha gente. Los delincuentes la abrazaron y con un suéter taparon el arma. Nadie se dio cuenta del atraco.

La afectada empleada se disponía a depositar una cantidad respetable en céntrica sucursal bancaria de Tulancingo, cuando fue intimidada cuando se encontraba cerca de la ventanilla. Aimine Berenice García trabaja en una tienda de ropa, quien acudió junto con el gerente del negocio, a interponer formal denuncia.

Declaró que se le acercó un sujeto por atrás y le dijo que se saliera porque si no se la iba a cargar la chinita. Por temor a que se la echaran al plato, se salió del banco y a unos metros de la puerta, otro tipo le dio matanga con su bolsa de plástico blanco, donde llevaba 83 mil 279 pesos.

Ambos comenzaron a forcejear y se rompió la bolsa, los billetes cayeron al suelo. El hampón rápido levantó la cantidad de 59 mil 509 pesos, y se echó a correr por un callejón, siguiéndolo pero el otro infeliz cacomiztle le dijo: “engarrótese ahí”, y lo perdió de vista. Toda amarilla, más que un chale, llegó a la tienda y lo contó a la gerente lo que le había pasado.

 

TRES DETENIDOS POR ABIGEATO

El fin de semana, un pastor con su rebaño bajaba por las veredas para llevarlos a pastar. Como es costumbre, dejó a los animales que comieran mientras él se dedicaba a vigilarlos, sin darse cuenta que él también era vigilado por tres sujetos, escondidos detrás de los arboles. Poco a poco se fueron acercando y cuando iba a sacar su itacate, le llegaron un con un derechazo a la quijada, que cayó levantando las patas.

Se le fueron encima, no lo dejaron levantar. Llegó un coche y se bajo rápido el chofer. Con un lazo lo amarraron, lo cargaron y lo aventaron debajo de un árbol, mientras ellos buscaron los borregos que se iban a llevar, sin espantar a los demás. El chofer abrió la cajuela y metieron a cuatro.

Se arrancaron a todo lo que daba el automóvil, para salir a la carretera. El pastor trataba de desatarse pero tenía nudos ciegos. Después fueron intervenidos por las autoridades.

De inmediato implementaron un filtro de revisión de personas y vehículos, sobre la carretera Almoloya-Tepozán, a la altura de la Presa Grande. Lograron agarrar al conductor de un vehículo Volkswagen Jetta, placas del Estado de México, quien iba acompañado por dos sujetos.

Se comprobó que Luis, César y Luis, de 19, 21 y 27 años, respectivamente, habían escondido en la cajuela el botín. Entrevistados por la policía, dijeron que habían comprado los borregos por la cantidad de 3 mil 500 pesos. El pastor los reconoció plenamente, de haberle robado los animales mediante violento atraco.

gatoseco98@yahoo.com.mx