PIDO LA PALABRA
• En algunos lugares, se dice que lo que hoy se persigue es democracia y austeridad, claridad en cuentas y transparencia en decisiones; buenas intenciones, sin duda alguna
La democracia implica el escuchar todas las voces, valorar sus argumentos y finalmente decidir en conciencia.
Sin embargo, esa premisa se rompe en el momento de que quien debe ejercer la altísima facultad de discernir, solo se limita a levantar la mano en función de intereses de Partido o de clase.
Esa práctica añeja de tantos y tantos años en donde parecía que en el mundo la división de poderes era solo una falacia encubridora de decisiones tomadas desde las cúpulas y aceptadas con mansedumbre por los peones del ajedrez, esperemos que no tome fuerza en ningún País de ningún continente.
En algunos lugares, se dice que lo que hoy se persigue es democracia y austeridad, claridad en cuentas y transparencia en decisiones; buenas intenciones, sin duda alguna, ahora pasemos del dicho a los hechos, eso sería sumamente relevante y se daría muestra de congruencia política, y que es de lo que adolecen algunos países de américa latina.
Los cambios políticos que se han venido dando en todo el mundo invitan a una reflexión, ¿qué es lo que mueve a la gente a decidir por tal o cual tendencia política?, ¿acaso será amistad; tal vez solidaridad o disciplina institucional; o quizá un bienestar traducido en la cantidad de satisfactores obtenidos? Este último punto es probablemente el que más se acerca a una respuesta objetiva, pues es obvio que la gente materializa la democracia en bienes y dinero.
Pero los bienes y el dinero también se pueden desnaturalizar en “pan y circo”, en cuyo caso se estaría prostituyendo la democracia, lo que a la postre, sería contrario a la necesidad de autodeterminar el futuro de los ciudadanos de cualquier País, pues bastaría que en los procesos electorales se nos pusiera un billete enfrente y con ello vendiéramos nuestra voluntad por todo un periodo de gobierno, sea cual sea su tendencia.
Ojalá que los cambios en todas las latitudes en verdad lo sean, sobre todo si son para bien del ciudadano y de la democracia que permita un gobierno auténticamente del pueblo y para el pueblo.
Y que en América Latina o en alguna otra parte del mundo, la democracia no se convierta en adorar al jerarca; en callar para no ser perseguido o auditado financieramente; en agachar la cabeza como muestra de docilidad y sometimiento expreso a la línea de algún poder de jure o de facto, en mentir para ocultar las verdaderas intenciones, y en autoengañarnos para no sentir ni lo duro ni lo tupido.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.