En todo el mundo hay un drama en curso derivado de la longevidad: la gente vive más y financiar condiciones de vida equiparables con las que la persona tuvo en su fase activa es caro.
Si esto lo paga el resto de la comunidad las tasas de contribución serán altas y el impuesto al trabajo, distorsionador. Si lo paga cada uno con sus ahorros, las pensiones serán bajas porque el ahorro propio no alcanza.
Tampoco es novedoso querer fomentar el ahorro interno. Muchos países con sistemas de reparto han incluido mecanismos de fomento del ahorro individual. Sin embargo, si es ahorro obligatorio, las consecuencias no son nimias. Los requerimientos para con los afiliados en términos de trato y precio justos, transparencia y rendición de cuentas, representación de intereses de trabajadores y las estrategias de inversión permitidas, son más exigentes que las que rigen la gestión normal de instrumentos de ahorro privado.
Dicen que Brasil quiere inspirarse en el modelo chileno, pero debe aprender de sus errores.
El modelo chileno original, en 1980, estaba basado en supuestos de tasas de rentabilidad y persistencia del empleo formal que hizo a sus fundadores decir que las pensiones obtenidas serían iguales a los salarios de fin de carrera. Esto no se ha cumplido, y por un amplio margen.