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Un Infierno Bonito

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“EL CHIQUITO”
    •    Pongan mucha atención


A  muchos de nosotros los pobres nos tocó vivir en un barrio minero; lleno de sufrimientos, cochinadas, basura y mucha pobreza… no fuimos escogidos por el destino, lo que pasa es que la cigüeña nos llevaba a una colonia rica, pero se dio en la madre con un poste y nos dejó ahí, ni modo, tuvimos que soportar lo que viniera.

Nos habíamos acostumbrado a ver la vecindad toda madreada, donde no había agua, ni luz; el patio de tierra con muchos agujeros, el techo de lámina y un baño para hacer del uno y del dos, ¡más de 50 vecinos! En el fondo de la vecindad, vivía Pedro “el Chiquito”, como le gustaban las luchas, era muy peleonero, se aventaba a los madrazos con cualquiera sin importarle que le rajaran el hocico.

Nunca pudo entrar a trabajar en la mina porque estaba muy enano, medía un metro con cuarenta centímetros, así que se dedicaba a andar por el barrio de la Palma todo el día haciéndose pendejo. Para chupar resultó un verdadero campeón al igual que su padre, además era muy enamoradizo pero no encontraba muchacha de su talla.

Su papá se llamaba Martín y le decían “el Chaquetas”, ¡háganme el favor! Era muy parrandero, sus hijos no lo conocían porque se salía muy temprano de su casa, y regresaba muy noche. Un día se puso a platicar con su vieja, doña Lala, a quien le decían “la Chicharra”.
-Yo no sé qué vamos a hacer con esta pinche situación, por más por más que le chingo como burro, no encuentro la puerta. Y mis hijos salieron igual que yo de chaparros, les dicen las tachuelas. Ya ves, mi hijo Pedro, tiene 18 años y parece que tuviera seis, no encuentra trabajo en ninguna parte; en el Servicio Militar en lugar de darle un rifle para que lo cargara en el hombro, le dieron una pistola.
-Le calculaste mal viejo, le faltaron otros pocos, y así andas presumiendo de que eres muy gallo, pero ni de agua.
-Me dan ganas de meterlo a un circo, o con los toreros enanos.
-No reniegues, ofréceles una lana a los secretarios del sindicato, aunque sea para que engrase las ruedas de los carros de mina.
-Ya les dije, pero no quieren, dicen que se vaya a caer en un agujero.

Pasó la conversación y el Chiquito se salió de la casa, ahora estaba en la cantina con el Moco, y el Cocol jugando dominó para las tandas.
-¡Tírale, Moco!
-Chispas, paso.
-Por las muelas de un puerco.
-¡Pongan atención, con esta blanca cierro!
-El hocico.
-Te amarro a ti y a otros cinco.
-Con tu hermana.
-¡Échale ganas, está cerrada!
-Ni de las orejas.
-Ya viene don mocho…

En esos momentos entró a la cantina Juan Zapata y “el Chipipo”, eran muy broncudos y vivían en el barrio del Atorón. Uno de ellos le dijo al cantinero, muy burlón:
-¿Por qué dejas entrar a niños a la cantina? Voy a buscar a su mamá para que lo saque a nalgadas.
El Chiquito, se levantó de un solo movimiento y le dijo.:
-Mejor ve avisarle a la tuya, dile que venga y yo le doy de nalgadas.
Juan Zapata le dio una cachetada que lo mandó abajo del mostrador.

En eso, que se levanta el Chiquito, parecía trompito chillador, parecía un muñeco de caricatura cuando aventaba los golpes. Juan Zapata le atinó un madrazo en el mero hocico,  el Chiquito cayó noqueado, como fulminado por un rayo. El Moco trató de defenderlo pero corrió con la misma suerte, le pusieron en su madre. El Cocol, al ver que el Chiquito no se meneaba, pensó que lo habían matado y fue a avisar a su casa.
-¡Señor, señor! Ya mataron a su hijo, Pedro.
El Chaquetas se puso pálido, se metió a la cocina, agarró un cuchillo cebollero y bajó corriendo, se metió a la cantina y preguntó:
-¿Quién desmadró a mi hijo?
-Yo.
Sin darle tiempo, don Martín Chaquetas, le enterró varias veces el cuchillo a Juan Zapata, que cayó muerto. El cantinero le aventó una cubeta de agua al Chiquito, que se paró de volada, sacudiéndose como perro. Vio a Juan Zapata, le quitó el cuchillo a su papá y le iba a dar el descabello, pero sus amigos lo detuvieron.
-No la cagues, güey.

Se escuchó la sirena de las patrullas de policía, el Chiquito, le dijo a su papá:
-¡Vete a la casa!, yo les digo que le dí en la madre, si te agarran a ti, te mandan a la penitenciaría, sin embargo, a mi me mandarán al tutelar para menores.
El Chaquetas se salió corriendo a esconderse en su casa, llegó la policía repartiendo madrazos y macanazos a lo pendejo, buscando al culpable, le dieron una patada al Chiquito.
-¡Sáquese, pinche escuincle!
El Chaquetas, llegó a su casa,  le explicó a su vieja como había estado la bronca, y le preguntó.
-¿Lo mataste?
-Yo creo que sí, porque no se movía.
-Escóndete, porque ya no tardan en venir a buscarte, si te encuentran te sacan la sopa a madrazos.
-¿Pero dónde?
-Métete en el tinaco de agua, está oscuro y no te ven, si se acercan metes la cabeza, y aguantas la respiración.

Poco después llegaron los Ministeriales, buscando por todas partes, y les dijo su comandante.
-Búsquenlo dentro de su casa, debajo de la cama, por todos lados, si no está nos llevamos a su vieja, allá le ponemos la perica, para que confiese a donde se fue.
Al ver que se llevaban a su vieja, el Chaquetas quiso salir rápido
-¡Méndigos, déjenla! Ella no fue, fue teté.
Los policías al quererlo sacar, voltearon el tinaco y se mojaron, y que se desquitan dándole una buena madriza. Se lo llevaron a cocos y lo metieron al bote, ahí le echaron varios años,

El Chiquito lloraba porque su jefe estaba tras las rejas, para su fortuna, en la estación del tren estaba parando un circo, les pidió chamba y se tuvo que meter de payaso para ayudar a su jefa a mantener a sus hermanos. A la fecha, trabaja en el Circo de los hermanos Atayde, es muy mamón, hace reír a la gente y le llaman “el Chiquito Travieso”.