RELATOS DE VIDA
-“Quince años tenia Martina cuando su amor me entregó, a los dieciséis cumplidos una traición me jugó, y estaban en la conquista, cuando el marido llegó, qué estás haciendo Martina que no estás en tu color, aquí me estado sentada, no me podido dormir, si mi tienes desconfianza no te separes de mí…” – cantaba fuerte, decidida y con voz firme Candita.
Estaba cumpliendo ya 93 años llenos de dicha, cariño, y sin duda, sacrificio; su gran memoria demostraba su fortaleza, ímpetu y ganas de continuar en este mundo en ocasiones cruel, pero en muchas otras feliz, muy feliz.
Doña Candelaria, por haber nacido exactamente un dos de febrero; llegó a paso lento a la fiesta preparada por hijas, yernos, nietos e incluso bisnietos; fue recibida con las mañanitas y después una porra; el ambiente era más que feliz, adornado con globos, letreros de feliz cumpleaños y el despampanante “93” en el fondo de la lona que ayudaba a calmar el incesante sol.
Con la celebración, la familia agradecía la presencia de “Candita”, como cariñosamente le llamaban, agradecían que ahora podía ver y reconocer a todos después de un tiempo en tinieblas, superado por voces cariñosas, abrazos, ternura y paciencia.
“Doña Cande” disfrutaba la fiesta, observaba el bailar de los asistentes, cantaba en ratos, cuando conocía la canción, aplaudía; comía, también en ratos porque su dieta no le permitía abusar; disfrutó el pastel comprado por sus nietos; nada se le escapaba desde sus profundos anteojos que dejaban entrever, sus ojos soñadores.
Desde su asiento descansaba sus piernas ante el trajín de 93 años; estaba perfectamente ataviada con un vestido rosa, un abriguito a cuadros cubrían su encorvada espalda y un gorro tapaba sus cortos cabellos plateados.
En cada minuto recordaba los bailes de sus tiempos y el paso de su vida; y los acoplaba al momento, claro que le encantaba, estar viva y ser feliz, pero lo que en verdad la llenaba de dicha, es ver a su familia reunida.