RELATOS DE VIDA
El pequeño Jonathan, aunque no de edad, llevaba días desencajado, si bien le habían gustado los presentes que los Reyes Magos le habían traído, había puesto mucha esperanza en que su principal y púnica petición se cumpliría.
Una semana antes de la llegada de estos personajes emblemáticos, en una reunión familiar la pregunta que fue repetida en constantes ocasiones, por el número de niños que había era: ¿qué le pediste a los Reyes Magos?.
Al primero que cuestionaron fue a su hermano Joaquín, quien respondió – Un X-Box y un par de juegos – continuó su hermano Javier quien aseguró – yo pedí un par de patines, y todo el equipo de seguridad como casco, rodilleras y coderas.
Durante largo tiempo, prosiguió la misma pregunta con todos los pequeños invitados, las respuestas eran muy comunes, citaron – muñecas, arena kinética, bicicletas, carros, muñecos de acción, principalmente de Capitán América, Iron Man y Spiderman; incluso televisiones y películas.
Después del recorrido de peticiones tocó recibir la pregunta a Jonathan, quien con voz firme contestó – Yo pedí un colchón – por un momento la audiencia familiar guardó silencio para después al unísono reír a carcajadas, no en tono de burla, sino por la sorpresiva petición.
La tía Rosalía, desde la esquina de la casa donde estaba cuestionó – ¿por qué un colchón? Pudiste haber pedido otra cosa, esa solicitud es muy extraña, aunque no niego que es única y original, pero no deja de ser rara.
Sin pensarlo, Jonathan respondió de manera inmediata – es algo que necesito, ya no puedo dormir bien en mi cama, al colchón que tengo se le saltan todos los resortes, ya me lastiman y quisiera acostarme feliz sin tanto chipote.
Nuevamente imperó el silencio, pero minutos después los asistentes aplaudieron la decisión del niño de pedir algo necesario y no algo que quería.
Llegó el día esperado, pero en el árbol no estaba el colchón, solo un par de sudaderas, tenis y una pelota de foot-ball; y aunque agradeció los presentes no estaba del todo contento; sin embargo quince días después, al llegar de la escuela, lo primero que vio al abrir la puerta fue el regalo esperado, con una nota pegada en él que decía: “Querido Jonathan, una disculpa, en nuestra visita se nos olvidó dejar este necesario artículo para que puedas dormir bien; por eso tuvimos que regresar para dejártelo. Dulces Sueños. Atentamente: Melchor, Gaspar y Baltazar”.
Su cara cambió de manera mágica, como pudo lo acomodó en la base de su cama y pegó tremendo brinco, para recostarse por un momento, suspiró y tomó una pequeña siesta, para estrenar el regalo que aunque “tarde, pero llegó”.