Salvador Sánchez, “El Pájaro”, llegó de un pueblito de la Sierra, acompañado de su greñuda vieja. Su jefa que había quedado viuda, y un chavito de pecho. Como provincianos, les costó mucho trabajo encontrar dónde vivir, porque a pesar de que las vecindades de los barrios altos estaban que se caían de viejas, les pedían meses de renta por adelantado. Vivieron siete años en la vecindad de don Molina, en el barrio de La Palma. Su jefa se puso muy abusada, y se juntó con un minero que se la llevó a vivir a Pachuquilla.
A Salvador, que era un hombre fuerte, le decían “El Pájaro” porque era hijo de don “Chupas”, un tomador profesional que murió de una cruda mal curada. En su pueblo, de Tlanchinol, era maestro de media cuchara. Como no le daban chamba, se metió de chalán, con un maestro que era un viejo borrachento negrero. Lo tenía trabajando 12 horas al día. El pobre “Pájaro” llegaba a su casa muy cansado, arrastrando las patas. Le dijo su vieja:
- Te guardé unos nopalitos en chilito verde, que te vas a chupar las uñas.
- No tengo hambre, vieja. Con estas chingas de perro que me estoy llevando, ni ganas me dan de tragar. Mi pinche maestro nada más se hace pendejo, no trabaja, y me paga lo que quiere.
- Ni hablar, viejo. Venimos a Pachuca a buscar fortuna y regresaremos al pueblo ricos. Vino tu mamá, me dijo que fueras a verla.
- Ah, que mi jefa. Ya ni la chinga. Vive hasta casa los diablos. Ni para el camión tengo. Y quiere que vaya a verla.
- Le dije que trabajabas de siete a siete, y me dijo que fueras el domingo que descansas.
- ¿No te dijo para qué me quiere?
- Parece que quiere que le vayas a echar un escobillado porque su casa se gotea.
- Mi jefa, ya ni la amuela. Sabe que trabajo como pinche burro, y todavía me da chamba. Le había de decir a mi padrastro. Ese güey no hace nada. Ya se salió de la mina. Mi jefa es la que trabaja de gata, y lo mantiene.
- Ya no hagas bilis, viejo. Si viene a verme, le digo que te fuiste de viaje.
- Le dices que me puse la verde y ando con la selección.
- No seas mamón. Te voy a poner agua para que te bañes, estás todo lleno de mezcla. Antes de que te duermas, te voy a cortar tu cabello, que se te salen por los lados de tu cachucha.
- ¡Ay, vieja! Con lo jodido que estamos, me dan ganas de meterme de policía ministerial. Creo que ahora se llaman Coordinación de Investigación. Esos güeyes andan de traje, tienen casa propia, coche, un chingo de viejas, y se emborrachan diario.
- Ni lo permita Dios. Prefiero que te metas de policía, pero no de la bancaria o de los de seguridad privada. Esos cuates están más amolados que nosotros. Andan hablando solos. No les alcanza lo que ganan. Métete de los que andan en las patrullas, chingando a la gente. Pero mejor te prefiero como eres, de chalán, pobre pero honrado. Esos y los granaderos están condenados.
- ¿Qué te dijo el profesor de la escuela?
- Que nos da de plazo hasta el lunes, y si no lleva la cuota que pidió para pintar la escuela, echa para afuera al niño.
- Canijos profesores ratones. Se las arreglan a toda madre. Ahorita están entrando los niños a las 7 y media de la mañana y salen a la una y media; que es para cubrir los días que perdieron de la influenza humana. Pero descansan cada que quieren. Les dicen a los padres de familia que no hay clases porque se van a capacitar. Mientras que los niños están bien burros. En esta prueba del enlace no dieron ni una. Cuando se mueran, Dios los va a castigar. Porque aquí los perdona la Secretaría de Educación Pública.
- Así es, viejo.
- Mientras se calienta el agua, hazme unos taquitos de frijolitos fritos; los de la olla me hacen mal. Luego ando como ametralladora.
- Te estoy diciendo de que tengo un chilito con nopalitos.
- Bueno, dámelos.
“El Pájaro” estaba comiendo como los niños chiquitos, que se quedan durmiendo con el bocado en la boca.
- Ya apúrate. El agua está caliente.
- Mejor me baño mañana.
- ¡No, ni madres! Hueles a chivo.
- Te grito desde donde vivo.
Al día siguiente, muy temprano, “El Pájaro” iba cambiadito a trabajar. Y comenzaba la bronca con su maestro.
- ¿Por qué nada más me da 300 pesos?
- Para la otra semana te emparejo lo demás.
- ¡No me chingue, maestro! ¿Qué voy hacer con ese dinero, que es para la semana?
- El lunes te doy los otros doscientos.
- ¡Acuérdese! Porque luego se va de borracho, y se le olvida. Me dice que ya me los dio, que estamos a mano, sin saber que se hace pendejo.
Un día, “El Pájaro”, al cargar un bote de mezcla para echárselo al hombro, se vino abajo del andamio. Cayó de una altura de 6 metros. Se lo llevaron al Hospital General, todo desmadrado. Ahí lo operaron de una pierna. Le había pasado lo que al zancudo, que una se le dobló y otra se le hizo nudo. Como en el hospital hay puro médico chafa, lo operaron mal y quedó chueco. Caminaba como cangrejo.
Se desesperaba. Pasaban los días y no se componía. Al no tener dinero, pensó en salir por la puerta falsa. Se comió la nata con veneno para las ratas. Otra vez cayó al hospital, donde a base de lavativas lo revivieron. Y su vieja lo cajeteó:
– ¡Yo pensé que me había casado con un verdadero hombre. Estaba orgullosa de ti. No me importaba que fueras un peón, un pinche burro, y mucho menos que hayas quedado chueco. Con tu trabajo la comida me sabía sabrosa; pero por un accidente te quieres ir de esta vida, dejándonos muertos de hambre. Qué no sabes que al que se suicida el diablo lo mete en un perol de aguas negras por toda una eternidad, así lo decía en el sermón el padrecito de la iglesia.
– Es que no sirvo para nada. Los cuates se burlan de mí.
– Entonces vamos a regresar al pueblo. El campo te va a caer bien. Y volveremos a ser felices.
– ¿Y mi madre?
– Ella encontró quién le caliente los huesos. Es muy feliz con el señor que tiene, aunque está como mentada de madre, bien feo. Dicen que cuando nació al verlo el médico que estaba horrible, en lugar de darle de nalgadas al niño para que chillara, se las fue a dar a su madre.
– No mames, vieja. Me hiciste reír.
– Así debes de estar siempre. No que llegas con una carota
como de mula. Vamos, el campo te espera.
- ¡El Campo! Recuerdo cuando mi padre me mandó a darle de comer a las gallinas; les preparaba el salvado. Una vez que me equivoco, y en lugar de salvado les di aserrín, y nacieron cuatro pollitos con pata de palo y un pájaro carpintero.
- ¿Qué dices, nos vamos? Venir a Pachuca fue un sueño. Hay trabajo, pero pagan una miseria. Y todo aquel que se mete a las minas, si no se mata, muere por enfermedad en los pulmones. Al menos allá, sembramos frijoles y en caso de necesidad, nos echamos un pollito. ¿Qué estamos haciendo aquí?
- Le vamos ir a avisar a mi jefa, a ver si se va.
Le fueron a avisar a doña Juana, que los mandó a la chingada. Ella estaba muy enamorada de su viejo. Les dijo que estaba pasando su segunda luna de miel. “El Pájaro”, su vieja y su hijo de siete años, se despidieron de los vecinos. Y con cajas amarradas, se regresaron a su pueblo.
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