Home Nuestra Palabra Miguel Rosales Nuestra Civilización…

Nuestra Civilización…

0

PIDO LA PALABRA
    •    Es claro que esta violencia no se ha dado por generación espontánea, o porque exista una predestinación que nos haya arrastrado a este estado de cosas; la violencia tiene muchos orígenes y la mayoría de ellos son previsibles, pero no hemos hecho gran cosa para su prevención, al contrario, cada día le ponemos nuestro personal granito de arena para alimentarla, para engordar aún más a ese animal violento y hostil que terminará por devorarnos


Ya lo dijo alguna vez Jaime Torres Bodet: “Un hombre muere en mí siempre que un hombre muere en cualquier lugar, asesinado por el miedo y la prisa de otros hombres”; sin duda alguna el maestro se estaba adelantando a su época, y con sus versos parecería que estaba describiendo lo que hoy estamos viviendo, el miedo de a poco nos va ganando, el miedo de súbito está matando, y como él decía, “y nada está seguro de sí mismo”.

Se mata o se fomenta la muerte desde el momento en que se hace apología del delito; igual sucede en el momento en que no medimos las consecuencias de nuestros actos y con ellos provocamos que alguna persona, e incluso familiar, salga herido o muerto; tal cual está sucediendo en el Estado Hidalgo y otras entidades federativas al venerar al Dios huachicol, y que por ello han muerto adolescentes, policías, militares o gente inocente.

¿Cómo es que llegamos a este nivel de violencia?, ¿en qué momento la tranquilidad se convirtió en utopía?, no tengo respuesta, solo sé que quedan “mil preguntas sin respuesta en la hora en que el hombre penetra a mano armada en la vida indefensa de otros hombres”, nuevamente citando al ilustre visionario.

Hablar de la violencia es hablar de un mundo en el que sin duda todos tenemos algo para contar, germen violento que precisa violencia para su exterminio; condenados a la porquería, virulencia que nos arrastra, abismo sin fondo que se ha tragado nuestra tranquilidad; agujero negro que amenaza con estrangular la confianza en el amigo que quizá mañana nos haga víctimas de su ambición.

¡Pero no!, no podemos permitir que la fuerza del miedo nos humille, no permitamos que los violentos nos fuercen a agachar nuestra cabeza, nuestra dignidad, nuestra esperanza; la vida es bella, y vivir encerrados en la desconfianza no es la  forma de vida que nos fue heredada, no es la forma de vida que debemos dejar a nuestros hijos; auto flagelarnos con el miedo es hacernos víctimas de nuestra propia indolencia, de nuestra falta de coraje, es estar muertos en la comodidad de ese encierro.

Es claro que esta violencia no se ha dado por generación espontánea, o porque exista una predestinación que nos haya arrastrado a este estado de cosas; la violencia tiene muchos orígenes y la mayoría de ellos son previsibles, pero no hemos hecho gran cosa para su prevención, al contrario, cada día le ponemos nuestro personal granito de arena para alimentarla, para engordar aún más a ese animal violento y hostil que terminará por devorarnos.

No nos abandonemos a la desgracia, no entreguemos nuestro ánimo al miedo, pensemos que mañana podamos volver a empezar, volver a levantarnos con nuevos ánimos para lograr nuestras metas y cumplir cada uno de nuestros objetivos, sin necesidad de abusar del menos favorecido, ¡que nada doblegue nuestra voluntad¡; no obstante que hoy, como en su oportunidad lo citó el ilustre maestro Torres Bodet: “y nada está seguro de sí mismo, ni en la semilla en germen, ni en la aurora la alondra, ni en la roca el diamante, ni en la compacta oscuridad la estrella, cuando hay hombres que amasan el pan de su victoria con el polvo sangriento de otros hombres”; hoy ese polvo se ha convertido en gasolina.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.