Clásico destrozado

CINE DE AYER

Dentro de la retrospectiva dedicada a Arturo Ripstein en la Cineteca Nacional, se estrenó al fin La mujer del puerto, un filme realizado en 1991, y que había permanecido enlatado por diversos motivos.

Como se recordará, Arcady Boytler filmó en 1933, una primera versión, que se transformaría en un clásico del cine nacional. Emilio Gómez Muriel filmaría una segunda versión en 1949 con María Antonieta Pons en el papel que había inmortalizado Andrea Palma, como la mujer que vendía placer a los hombres que vienen del mar.

El guión de la inefable Paz Alicia Garciadiego destroza el clásico, dividiéndolo en tres historias de los personajes principales. Un joven Damián Alcazar interpreta al joven marinero apodado el Marro, porque con ese instrumento mató a su alcohólico padre, Alonso Echánove.

Evangelina Sosa es Perla, la hermana que trabaja en el tugurio de Eneas (Ernesto Yañez), y de la que se enamora perdidamente, pese a las prohibiciones de su madre Tomasa (Patricia Reyes Spíndola) y de la complicidad del pianista Carmelo (Alejandro Parodi).

El filme vendría a convertirse en una especie de borrador de Angel de fuego, de Dana Rotberg, sobre amores incestuosos filmada poco después. Desde Mentiras piadosas, Ripstein inició una colaboración artística con su esposa, que explota la miseria y el sensacionalismo, con diálogos inverosímiles y situaciones grotescas.

Aquí el asunto se convierte en un monumento de humor involuntario, con un Parodi sobreactuado que semeja tocar el piano con gran pasión, pero sobre todo con una especie de happy end, que destroza la tragedia de la cinta de Boytler, regodeándose en el incesto y entonando hasta el cansancio la canción original.

La mujer del puerto resulta pues un clásico destrozado, que salió de su enclaustramiento, solamente para mostrar sus miserias.    

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