RELATOS DE VIDA

Sólo se fueron, dejándolo solo, después de todos los sacrificios, del esfuerzo por ayudarlos, educarlos, alimentarlos, protegerlos; así simplemente tomaron sus cosas y se fueron, sin agradecer, sin valorar.
Jorge no pensaba en la ingratitud de sus hijos, que todos sus amigos y familiares le acentuaban, por su mente sencillamente pasaban imágenes de la convivencia con sus retoños y en lo solitario que estaría.
El hombre de aproximadamente 45 años de edad, había adoptado a cuatro hijos de su pareja, misma que lo dejó hace algunos años sin explicaciones, pero si con cuatro responsabilidades que atender.
En ese momento, la decepción fue el primer sentimiento, al que le siguió la ira y el dolor; y posteriormente la preocupación por educar, alimentar y vestir, a quienes ya consideraba de su propia sangre.
Por mucho tiempo el núcleo familiar se mostraba estable, si bien con peleas y recuerdos de la mujer que se fue; pero con la ilusión de que paso a paso y juntos, se conformarían en una gran familia.
Sin embargo, después de una década la susodicha regresó, y no para pedir disculpas o agradecer el cuidado de los hijos que solo eran suyos, sino para llevárselos y repetir la historia de abandono de hace algunos años.
Los cuatro vástagos, olvidaron en segundos el olvido de su madre, y decidieron seguirla hasta donde ella indicara; y también sin explicaciones y mucho menos agradecimientos, recogieron sus maletas y emprendieron la huida; mientras Jorge estaba ausente en casa por cuestiones de trabajo.
Al llegar a su casa el hombre, descubrió una casa vacía, con tan solo sus pertenencias, por más que buscó no encontró alguna carta que le indicara lo sucedido; marcó en repetidas ocasiones a los celulares de los que consideraba sus hijos, y la voz de la contestadora fue lo que recibió.
Se sentó sobre su cama, lloró, gritó, golpeó, también maldijo y después de un lapso, suspiró y terminó por aceptar que la soledad era su única compañía y que el abandono era la constante en su vida.