SONETO EN INVIERNO

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“Puedo escribir los versos más tristes esta noche”
Pablo Neruda.

    •    En el mismo contexto, vino a mi memoria la figura inmortal de Violeta Parra. Escuché con deleite su nostálgico canto de mujer enamorada que arranca notas a su guitarra para acompañar su añoranza de “Volver a los diecisiete” y vivir un amor a destiempo


Hace más de veinte años, adquirí la costumbre de enviar a mis amigos y a quien corresponda, uno o varios sonetos con motivo de las celebraciones del año que se va, cuando se entrelazan con las festividades del nuevo. Todos tienen el mismo título “Soneto en Invierno”, solamente cambia el año de su nacimiento. Como huellas que quedan en mi senda, pequeños cantos de catorce versos (endecasílabos, octosílabos y alejandrinos) están ahí: alegres, tristes, optimistas, suicidas, místicos, blasfemos… Hoy, el poeta puede negar a Dios y mañana platicar con él… Un agnóstico tiene capacidad para ser profundamente cristiano y amar a la Virgen del Tepeyac. El soneto es fondo, pero también forma: si alguno de estos dos elementos predomina, el poema puede degenerar en frívolo mensaje en verso, o prosa hecha pedazos con fallidos intentos de ritmo, rima y métrica.

Escribir versos (con aspiración de hacer poesía) no es seguir las normas de la lógica. No es un SER, sino un ESTAR SIENDO; la creación no es un estado inerte, sí un proceso dinámico: contrasentidos, incongruencias, negaciones… no son elementos para la crítica; no caben en el análisis de las categorías líricas. Neruda, en su “Poema número Veinte”, afirma que puede escribir versos tristes, y hasta ejemplifica: “La noche está estrellada y tiritan azules los astros a lo lejos…” No ES un poeta triste; ESTÁ SIENDO un poeta triste: en el Neruda diplomático, el Neruda luchador social, el Neruda político, o el Neruda amoroso… no cuenta la obligación profesional, sino la magia con que se envuelven las musas en el momento de la creación.

En el mismo contexto, vino a mi memoria la figura inmortal de Violeta Parra. Escuché con deleite su nostálgico canto de mujer enamorada que arranca notas a su guitarra para acompañar su añoranza de “Volver a los diecisiete” y vivir un amor a destiempo. Pero, sin duda, lo que mejor ejemplifica el contenido de este texto, son sus dos himnos grandiosos: “Gracias a la vida” y “Maldigo del alto cielo”. Este extraordinario ser (la genialidad no tiene sexo), rubricó su canto de gratitud a la vida, con el estruendo de un disparo que terminó con la suya… C´est la vie.

Toda proporción guardada, ante la obligación ética y poética de escribir un soneto en estos días, decidí afrontar el riesgo de que mi estado, transitorio, de grinch, ejerza su libertinaje y se dedique a clavar espinas venenosas en las simbólicas flores de nochebuena, que divinizan algunos amigos y familiares. En estas fechas importan más los abrazos, los aguinaldos, los convivios… que el humildísimo nacimiento de Jesús, allá en un lejano pesebre de Belén.

Permítaseme, pues, dejar completo este sacrilegio. Eso sí, con todo respeto:

SONETO EN INVIERNO

Un día llegará el último soneto de mi vida;
Puede ser en invierno, primavera o verano,
Tal vez en el otoño de un existir mundano
Que se va como vino, sin razón comprendida.

Aquí estoy, dominando la tentación suicida,
Por el miedo terrible que me inspira el arcano.
Me interrogo implacable ¿fue mi vivir en vano?
¿Me iré sin redimir la existencia perdida?

Otra vez nochebuena, la navidad y reyes;
Otra vez los propósitos, las risas, los abrazos.
Para mí no hay futuro, se acabaron las leyes,
La amorosa tarea de didácticos lazos…
Aunque busque y encuentra toda la fe perdida,
Pronto escribiré el último soneto de mi vida.

P.D.- Amenazo con regresar en enero.