PEDAZOS DE VIDA
Las historias trágicas siempre están llenas de advertencias que las personas o protagonistas buscan ignorar, se les dice una y otra vez que no, que por esa calle no deben caminar, que no deben ir a tal lugar, que no deben enamorarse de tal persona o bien que no deben hacer caso a otras, pero al final de cuentas lo hacen, y el laberinto de la desgracia se desencadena para dejarlos en una situación peor, y aunque algunos pudieron imaginarla antes, sólo saben que es cierto hasta que están inmersos en la penumbra de la miseria humana.
Para este cuento no quiero fallas, quiero que sufra, que el protagonista tenga una muerte y dolorosa, que el lector mire como se desangra entre las letras del texto, no quiero tenga un solo momento de descanso, quiero que muera de agotamiento, que la vida se le vaya en intentos de ponerse a salvo de la hecatombe que es su propia vida, la sombra del pasado que regresa y perjudica al instante todo su futuro.
No quiero que sufra, más bien que tome el dolor con la resignación que origina el saber que él es el único culpable de su cruel destino, sí, sí quiero que tenga dolor, pero he dicho bien, no quiero que sufra pero sí que le duela el físico y que este mismo dolor no le permita pensar en el sufrimiento que deja un mal amor, el sufrimiento que te hace ser el más cruel de todos y el más loco del mundo, el amor enfermizo que al final también es imposible.
Y como no quiero fallas, iré a ver cómo tengo que hacer para que las entrañas se le mueran lentamente, los órganos fallen de forma paulatina y al final tenga un accidente absurdo que complemente el nefasto cuadro en el que el personaje principal deberá morir, todo con la firme intención de que se tenga una buena historia para escribir.