Un Infierno Bonito

EN EL PERSONAJE DEL BARRIO DE HOY

“EL CARACOL”
A Jorge Ortiz Hernández, trabajador en la mina de San Juan Pachuca, era muy huevón, seguido lo castigaban por faltista, lo corrían de la mina y entraba a otra cambiándose el nombre, vivía en la calle de Peñuñuri, en el barrio del Arbolito, en la vecindad de don Pepe, estaba casado con Lucrecia, una mujer chaparrita y gordita que  le decían  “Chachita”. Jorge se juntaba mucho con “El Trompas” y eran muy borrachos, no salían de las cantinas.

Por lo regular cada sábado que se presentaban a trabajar recorrían varias pulquerías y a donde encontraban pulque del bueno ahí se quedaban, eran conocidos por todos los cantineros, que cuando les pedían la prueba les mentaba la madre. Las predilectas eran “La Vena de Oro”, “La Bandera Roja”, “El Marinero”, “La Sangre Minera” y remataban en la “Veta de Santa Ana”, llegaba a su casa agarrado de la pared y su lema era Sacando para el Pomo, para la comida Dios dirá.
Era muy conchudo, hacía cualquier cosa para no ir a trabajar. La mamá de “Chachita” por más que le daba consejos, ella no entendía, porque quería mucho a su viejo que por conchudo le decían “El Caracol”.
    •    ¡Hija, por favor, pon los pies sobre la tierra, busca la manera de que tu marido se vaya a trabajar, viven en la pobreza, y este maldito que no suelta el vicio de tomar, parece que su madre lo aventó en una cantina!

    •    Ya mamacita, cállate por favor, nosotros somos muy felices así, é me quiere y yo lo amo, por eso nos casamos.

    •    Sí mi hija, eso está bien, pero él tiene obligaciones que cumplir, tus hijos parecen calacas, y no se diga de ti, ya ni nalgas tienes, y luego con esas chanclas y con un solo vestido que usas pareces retrato. Yo quisiera ayudarte pero no puedo, con lo poco que gana tu padre, hay no la llevamos chiquititiando, pero no nos falta el pipirin, no pedimos prestado ni vamos al empeño. Ya ves poco a poco tu padre hizo nuestra casita, está en el cerro pero es nuestra.

    •    Perdóname mamacita que corte tu plática, pero voy a lavar al patio y no quiero que te escuchen las vecinas porque son re chismosas.

    •    Ya me voy hija, hay te dejo este dinero, a ver en qué lo ocupas, aunque ya estás casada, siempre serás mi hija, aunque vivas con un infeliz.

Chachita estaba embobada con su “Caracol”, los consejos que le daba su madre le entraban por una oreja y se le salían por la otra. “El Caracol” un día platicaba muy tranquilo con su vieja, cuando de pronto se le doblaron las patas y cayó de madrazo, estrellando su cabeza en el suelo, que sonó a bote viejo. Al verlo su señora “Chachita” gritaba muy espantada, dando vueltas como jicote alrededor de él, llorando desesperada.
– ¡Viejo, por favor no me dejes, no te mueras! No te vayas a pelar de casquete y quién mantiene a todos los hijos, abre tus ojitos. ¡Ayúdenme por favor!
A los gritos de la señora llegaron las vecinas, corriendo a ver qué pasaba y encontraron “Al Caracol” tirado en el suelo, con el hocico abierto, en posición de firmes.
– ¿Qué le pasó a su viejo, “Cachita”?
       – ¡No lo sé, estábamos platicando y de pronto dio el mulazo!
       – Hay que llamar al doctor, o a la Cruz Roja, está muy amarillo, a lo mejor ya se murió.
       -¡No ha muerto, Luchita, todavía está caliente!
 – Duran unas horas en enfriarse, yo no le escucho el corazón, ando mal de las orejas. A ver usted.
    •    A buen Santo se encomienda, tengo mucha cerilla,  por si las moscas vamos a ponerle el espejo, a ver si ya no respira,  aunque insisto “Chachita” que llamemos al doctor o a una ambulancia. 

En eso llegó doña María “La Pichona” que era la curandera del barrio, que se las sabía de todas, todas, era espiritista, leía las cartas, y la hacía de partera, haciéndose cargo de la situación, dio órdenes.
    •    ¡Súbanlo a la cama y quítenle sus zapatos, desabróchenle el cinturón!

“Chachita” se tronaba los dedos y rezaba en silencio, mirando cómo trataban de resucitar a su “Caracol”.
    •    ¿Ya murió, Mariquita?

    •    Todavía respira, métale los dedos en la boca sacándole la lengua.

    •    ¡Ni madre! Me vaya a dejar mocha de los dedos, mejor le meto una cuchara.

Doña María le echó una revisada de todo a todo y con mucho cuidado, abriéndole el ojo y el hocico, le daba masajes en el corazón, le apachurraba el cuajo, de momento le dejaba y regañaba a su vieja del enfermo.
      -¡Con una chingada.Ya deje de chillar “Chachita”!, me cay, que me pone nerviosa. ¿Ha estado tomando?
– Lo de siempre, Mariquita, se empuja 10 litros de pulque en el transcurso de la mañana, y luego se echa un desempance con tres caguamas.
– ¡Guacatelas! Si lo hubieran llevado con el doctor, en lugar de darle medicina, le hubiera lavado el hocico, apesta a puro caño. ¿No sabe si tomó agua?
– No lo creo, mi viejo la odia, siempre dice que agua, si no es rana.
-Espérense, no lo muevan, voy a mi casa por un remedio que nunca me falla, cuando mi viejo se me pone pendejo, con este remedio le bajo la  peda.
 Doña María llegó a la casa, destapó el frasco y se lo dio a oler, era amoniaco. “El Caracol” se levantó de madrazo, moviendo las patas y los brazos, como queriendo volar.
    •    ¡Ahhh! ¡Ayy gûey!

Doña “Chachita” se río de alegría, abrazaba a la curandera y bailaba con ella de gusto.
    •    Muchas gracias Mariquita, por aliviar a mi viejo.

    •    De nada, hay le dejo el frasco, si se vuelve a desmayar, le da a oler un poco y verá cómo se levanta hecho la chingada.

Todos se fueron, “Chachita” con mucho cariño, le limpiaba la cara con un trapo mojado, le daba un beso en el cachete y le dijo:
    •    ¿Qué sustote me diste, viejo, pensé que te ibas para el valle de la calacas? Y lo que más me preocupaba, es que si te morías y llegabas al infierno, allá te iban a dar en tu madre, porque cuando andas borracho se la mientas al diablo.

    •    Todavía me siento muy mal, habías de ir a comprar un pomo, aunque sea de Bacardi, a ver si con eso mejoro.

    •    ¿No será de tanto chupar que te pones mal? O Se te alborotan las amibas que se te subieron a la choya cuando comiste carne de marrano, por eso te desmayaste. Mejor descansa y te voy hacer unos chilaquiles bien picosos y te los bajas con una cerveza

    •    Pero las cervezas ya no me hacen nada, ni siquiera me apendejan, sólo me empazonan, necesito un fuerte. ¡Voy a la cantina!

    •    ¡Pero  Jorge, te acabas de darte un buen madrazo, que tal si en la cantina te agarra el telele, mejor mañana te acompaño al hospital, a que te echen una checada, a lo mejor tienes algo malo!

    •    ¿Qué me pasó?

    •    Estábamos platicando cuando de pronto volteaste tus ojitos al revés, y madres caíste como calabaza. ¡No salgas! No te vayas a caer al cruzar la calle y un pinche carro te machuque la cabeza.

    •    No me pasa nada, a lo mejor aquí en la casa me enfermo porque me falta aire o distracción, allá con mis cámaras voy a estar bien. ¿No tienes una lana que me prestes?

    •    Me acaban de pagar una lavada, tengo 10 pesos si te sirven, tenlos.

“El Caracol” llegó con sus cuates y se la pasó a toda madre, toda la tarde jugando dominó y chupando melón, por la noche llegó hasta la madre de borracho, la que estaba muy preocupada, con el Jesús en la boca, y dando vueltas en el cuarto como leona enjaulada, de pronto escuchó que alguien abrió la puerta, era Jorge, y salió ayudarlo.
    •    Qué bueno que llegaste, me tenías con el pendiente, estaba yo con el Jesús en la boca para que no te fueras a dar otro calaverazo.

“El Caracol” no le hizo caso, se quedó dormido, al otro día siguiente, a la misma hora, le pasó lo mismo, se volvió a desmayar. “Chachita” buscó el frasco y se lo dio a oler. Pero todos los días le pasaba lo mismo, a la misma hora se desmayaba, pero un día “Chachita” ya no encontró el frasco y le dio mala espina y fue a ver a su mamá y le contó con detalle lo que le pasaba a su señor.
    •    ¡De modo que ese cabrón se desmaya a la misma hora y luego se larga a la cantina! Te está mirando la cara de pendeja. ¡Te lo dije hija, ese güey es más mañoso que las patas que lo cargan!

    •    ¿Será, mamá?

    •    ¡A huevo! No conoces a los hombres, con tal de no ir a trabajar son muy mañosos! Así hubo un tiempo que me la quiso hacer tu padre, pero lo levantaba a madrazos y lo manda a trabajar.

    •    ¡Me dice que tiene miedo de que en la mina se desmaye! Que debo de incapacitarlo unos años mientras se alivia, es mi deber trabajar para mantenerlo.

    •    ¡Qué chistoso! Vas hacer lo que te diga, pero no a la hora te vayas hacer para atrás, pon mucha atención en lo que te voy a decir. Mañana voy a tu casa temprano y me escondo, por nada del mundo le vayas a decir a tu marido que voy a ir, ni tampoco cuándo voy. Cuando se desmaye me gritas y yo salgo con un remedio para aliviarlo al hijo desobediente.

Así lo hicieron y como a las 2 de la tarde le dijo a su mamá:
    •    ¡Ya se desmayó! ¿Qué hacemos?

    •    Me ayudas abrirle el hocico, le voy a vaciar todo el frasco de purga para caballo.

   Entraron las dos señoras, como si estuvieran muy preocupadas, lo cargaron y lo subieron a la cama, discretamente doña Felipa le amarró las patas con una jareta y se sentó a propósito en su brazo, a manera de que no lo pudiera mover, “Chachita” hizo lo mismo. La señora le cerró un ojo a su hija y ella comenzó a llorar.
    •    ¡Ay, Dios mío! No te lo lleves. ¡Por favor, déjalo unos 40 años más!

    •    ¡Ya hijita, no llores, aquí traigo una medicina que contiene alcohol, para que ayude a los músculos, pero veo que mi yerno tiene el hocico cerrado como almeja, si al menos nos ayudara a abrirla para darle un poco!

    •    ¿Qué contiene esa medicina, mamá?

    •    ¡Son inventos de tu padre! Al tequila le echa caña, Bacardi y unas gotas de brandy, dice que con esto hace revivir a un muerto.

Al escuchar la receta, “El Caracol” poco a poco iba aflojando la boca, quedándole abierta, en un descuido la señora le metió los dedos en la parte de abajo, “Chachita” en la de arriba y le abrieron el hocico, la señora le vació todo el frasco de purga. “El Caracol” hacía fuertes intentos por pararse pero no podía, se quitaron hasta que le comenzó hacer efecto.
    •    ¡Hay! Me gana del baño.

    •    Y desde ese día “El Caracol ya no se desmaya, cuando duerme aprieta el hocico, como almeja, con la purga que le dieron, de la diarrea lo estaba vaciando.

“Chachita” lo descubrió que era muy mañoso, y lo mandó a trabajar, ahora es ayudante de albañil, y cuando no quiere ir le dice:
    •    Hoy va a venir mi mamá.

    •    Ya me voy, salúdame a esa pinche vieja.


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