El gran archivo de Yampolsky, el otro lado de la fotógrafa

El próximo año, la Ibero publicará un libro sobre este acervo, de la obra, así como del contexto histórico en el que vivió la fotógrafa

La Colección Mariana Yampolsky es uno de los tesoros que resguarda la Universidad Iberoamericana Ciudad de México a través de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero (BFXC). Tras ser donada en abril pasado por la Fundación de la fotógrafa y por Arjen van der Sluis, esposo y heredero de la creadora nacida en Chicago en 1925 y fallecida en 2002 en su casa, en el centro de Tlalpan, se encuentra en proceso de catalogación y se alista un primer libro que brinda detalles sobre el acervo compuesto por cerca de 75 mil negativos, reproducciones fotográficas, biblioteca con alrededor de 11 mil libros, y archivos personales como grabados, cartas, una colección de arte popular mexicano y discos.
Mariana Yampolsky llegó a México en 1945 e ingresó a La Esmeralda, donde estudió pintura y escultura. No pasó mucho tiempo para que fuera parte importante de la vida cultural y la construcción de identidad artística mexicana, sobre todo por su faceta de fotógrafa de la diversidad cultural de nuestro país, en especial de las comunidades rurales. Durante varios años, la Fundación realizó un gran esfuerzo de preservación, difusión y catalogación; sin embargo, la institución académica creó una bóveda con una temperatura constante de ocho grados centígrados, ideal para conservar los negativos e impresiones de los que consta el archivo.
“La Fundación y el viudo de la artista hicieron un gran esfuerzo de preservación y catalogación, pero quisieron garantizar que el legado de Mariana Yampolsky no saliera del país por ninguna circunstancia, que se pusiera al servicio de la investigación y de la sociedad, y que se resguardara para el goce de las siguientes generaciones. Las conversación con la Universidad empezó hace dos años, se tuvieron que hacer diversas gestiones jurídicas como la disolución de la Fundación, así como la revisión exhaustiva de los derechos de autor”, indicó Teresa Matabuena Peláez, directora de la BFXC.
Mientras se resolvían las cuestiones legales, el equipo de la Biblioteca investigó con especialistas en archivos fotográficos cuáles eran los requerimientos óptimos para la conservación de negativos contemporáneos. “Asumimos que en la biblioteca no éramos expertos en la preservación de este material y llamamos a los expertos. Además, paralelamente recibimos el archivo ‘El Heraldo de México-José Gutiérrez Vivó’. Así fue como llegamos a la creación de la bóveda que resguarda estos acervos con todas las características óptimas de seguridad, que está a 8 grados centígrados, así como todos los materiales fotográficos de la biblioteca que van de 1860 a la fecha”, dice.
Hallazgos
La Colección Mariana Yampolsky está en la Ibero desde abril pasado; se ha hecho una amplia revisión de su estado, además se ha digitalizado completamente y se ha revisado y complementado la catalogación hecha antes por la Fundación.
De acuerdo con Luis Inclán, coordinador de acervos históricos de la Biblioteca, de los cerca de 75 mil negativos se han catalogado y ordenado alrededor de 30 mil; se clasificó por estados de la República y por subtemas como arquitectura, retrato, mazahuas, mujeres, ceremonias. “Durante muchos años se realizó a través de carpetas y hojas de registro, la Fundación ordenó el material de manera geográfica y es posible que sea así porque el material no está fechado”.
Entre las joyas de este acervo se encuentran los negativos originales de algunas de las obras más reconocidas de la fotógrafa. “Es muy interesante este hallazgo porque podemos ver en algunos casos la edición que hizo de las imágenes, el encuadre que ella eligió se respetará en todo momento, pero conocer el material nos deja ver su proceso; también encontramos materiales fuera de foco o muy oscuros. Es un gran tesoro inexplorado y quien lo desee podrá adentrarse en un universo de creación muy rico”, indicó.
Entre el material también se ubicó una serie de retratos realizados hacia finales de los 90 y principios de 2000, a personajes como Elena Poniatowska, una de sus más grandes amigas; Jesusa Rodríguez, José Sarukhán y el grupo de rock Botellita de Jeréz.
Una mirada personal
Respecto al archivo personal y de la Fundación, Inclán destaca la correspondencia a instituciones como la Secretaría de Educación Pública respecto a la edición de libros, una carta que una artista le escribe sobre las condiciones que vive una mexicana en Milán, documentación que intercambió con galerías para negociar exposiciones. “Ella dibujaba sus propias muestras, así que podemos ver también este proceso. También recordemos que ella hacía grabados al principio de su carrera, de hecho tenemos un par de placas. Hay mucho material para los investigadores”, dice Inclán.
Según el investigador, en esta colección existen series fotográficas que probablemente no se publicaron nunca, como un fotorreportaje realizado a una familia, pero desde el punto de vista de una niña, que habitó la colonia Roma en los años 50. “Mariana estaba empezando a hacer fotografías y es muy interesante cómo sigue a la niña en sus labores diarias, va a la escuela, juega, hace la tarea; tomó las fotos y escribió los textos con la voz de la pequeña, quien cuenta que no tiene papá, que su maestra le enseña a cuidar el salón y que su mamá trabaja para comprar pan y leche. Es un inédito que nos gusta mucho y estamos analizando la posibilidad de publicarlo con un texto introductorio”.
En la biblioteca personal también hay una ruta hacia los intereses más profundos de la creadora, como la literatura infantil, los libros ilustrados para niños, la historia de México y la literatura mexicana, historia del arte, libros antiguos.
“No era una bibliófila que buscara rarezas, sino una lectura que atendía sus intereses. Hay libros para niños muy bonitos, ilustrados, hay otro con el que a través de tarjetas se pueden armar historias; también hay muchos ejemplares dedicados a ella, así como cartas que los niños le escribieron para agradecerle que les enseñara el arte popular mexicano; no sabemos de dónde son los pequeños ni en qué circunstancias les mostró el arte del país, pero sí sabemos que esto data de los años 90, sabemos que Mariana estuvo en Estados Unidos en el 94, quizá fue en ese momento”, dice.
Finalmente, respecto a las piezas de arte popular mexicano, Inclán cuenta que fue el viudo de Yampolsky quien entregó los objetos que en algún momento adornaron el hogar de la fotógrafa. “Hay una máquina de escribir hecha en barro, hay otras hechas con connotaciones políticas, como una figura de Vicente Fox con traje de presidiario. En la casa aún hay cajas repletas, hasta el momento nos hemos traído unas 30 y ya tenemos más de 150 piezas, entre las que destacan las que estaban exhibidas en las paredes del estudio”.
El próximo año, la Ibero publicará un libro sobre este acervo, de la obra, así como del contexto histórico en el que vivió la fotógrafa. Además presentarán una serie fotográfica sobre la festividad de un pueblo.
“Hay muchas imágenes sobre las fiestas de los pueblos, pero no hemos encontrado la información concreta sobre ellas, de modo que quisimos incluir un ejemplo de estas ceremonias que tanto le interesaban”, explica Teresa Matabuena Peláez.
El libro tendrá textos de Rosa Casanova y Rebeca Monroy, quienes formaron parte de la Fundación desde sus inicios; Fernando Osorio escribe sobre las características de la bóveda y sobre la importancia de que los archivos se conserven con cuidados de alta calidad; Alberto Soto se dedica al grabado, Manuel Berumen aborda la casa estudio de Mariana; Luis Inclán brinda detalles de la biblioteca personal, Mariana Pérez ofrece un contexto de la cultura mexicana, Alfonso Cerqueda habla sobre la festividad de los huehuentones, y Matabuena abunda sobre toda la colección. También se incluirán 120 fotografías cuyo hilo conductor son los niños.

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