Un Infierno Bonito

“EL PIPIOLO”

Raúl  el “Pipiolo” era un chaparrito medio mamón, vivía con su jefa doña Laura, mejor conocida como doña “Pelos” y su hermana Rosa “la patas de hilo”, en una de las vecindades muy viejas, en el callejón de Manuel Doblado en el barrio de “La Palma”, tenía 18 años de edad, trabajaba en la mina de San Juan Pachuca.

Era novio de Julia “la Pecosa” la hija del zapatero, un viejo borracho y bilioso, había jurado darle en la madre a quien se le acercara, por eso se veían a escondidas. Como la gente del barrio rumoraba que espantaban en el callejón, al “Pipiolo” le daba mucho miedo subir solo cuando oscurecía,  por eso se dormía temprano como pollo.
Lo que más se comentaba es que en la vecindad se aparecía el muerto y se llevaba a quien le hablara. Un día el “Pipiolo” platicaba con uno de sus amigos y le reclamaba.
    •    Pinché “Pipiolo” te hiciste pendejo, y no cooperaste para el enchilón que hicimos en la mina.

    •    No tengo dinero güey, estoy juntando para casarme con mi novia, la quiero sacar de blanco, si me la llevo capaz de que el zapatero me destripa, ya me voy porque son las 9 de la noche y me da miedo entrar a la vecindad.

    •    Espérate yo te acompaño, sirve de que platico con tu hermana.

    •    Mejor ve a platicar con tu madre.

Pasaron los días y una vez hubo una función de cine, donde pasaban 3 películas de Pedro Infante, al “Pipiolo le gustaban mucho fue a verlas al cine Alameda, que se encontraba en la calle de Guerrero a 5 cuadras de donde vivía. Se picó y se quedó a verlas dos veces, cuando salió eran las 11 y media de la noche.
    •    ¡Ay! En la madre es re noche.

Por el barrio las tiendas las cerraban a las 9. Por las calles no había gente, el “Pipiolo” comenzó a tener miedo, subió toda la calle de Bravo, mirando para todos lados, llegó a la calle de Observatorio donde estaba el callejón que parecía boca de lobo. Se encarreró y subió a toda velocidad sin voltear hasta llegar a la vecindad, casi en la entrada había dos baños para todos los inquilinos, no tenían puerta solo un costal, como le andaba de hacer de la chis, hizo a un lado el costal y comenzó a orinar mirando hacia los lados, con miedo de momento escuchó una voz.
    •    ¡Ora güey!

El “Pipiolo” corrió como loco para llegar a su casa que estaba en el fondo de la vecindad, abrió la puerta de un caballazo, se metió a la cama con todo y zapatos espantando a su jefa y a su hermana, prendieron la luz y fueron a ver qué le pasaba. Temblaba como perro, la señora le preguntó destapándole la cara:
    •    ¿Qué te pasa hijo?

    •    ¡Me habló el muerto! Atranquen la puerta para que no entre y me lleve. 

Las mujeres se miraban una a la otra y les dio escalofrío.
    •    ¡Ya hijo por Dios! Aquí no hay muertos.

    •    Escuche jefa, como ladran los perros, el viento sopla, por Dios Santo se lo juro que me habló el muerto, estaba orinando en el baño cuando lo escuché.

    •    Ha de ver sido tu imaginación de tanto que se te dice, duérmete, descansa, aquí te cuido el sueño, voy a rezar para que la Virgen aleje a las ánimas que te espantaron.

En esos momentos entraba el zapatero a su casa, le dijo a su señora.
    •    Ya ni la amuelas Samuel, con estos fríos y te mojas la cabeza, te puede hacer mal, te voy a traer una toalla para que te seques.

El zapatero se la quedó mirándola furioso y le dijo:
    •    No me moje la cabeza, estaba haciendo del baño me quedo dormido y alguien de la vecindad me mió, pero ahorita saco mi charrasca y le voy a rajar la madre.

La señora se le puso enfrente:
    •    De aquí no sales, no sabes quien fue, mañana que estés en tu juicio lo buscas, te vayan a desconocer los perros y te destrozan, lo que debes hacer es lavarte la cabeza, que tienes los pelos tiesos y hueles re feo.

Como el zapatero borracho era muy necio y no entendía razones, estuvo alegando con sus vieja, “que se salía, que no se salía”, hasta que se quedó dormido, era media noche, el viento comenzó a soplar moviendo las copas de los árboles, los perros no dejaban de ladrar como si atacaran a alguien, de momento el “Pipiolo” soltó un grito muy fuerte, que hizo que su jefa se cayera de la cama, su hermana la fue a parar para sobarle la cabeza, y fueron a ver a Raúl, que estaba sentado a media cama con la mirada perdida, el sudor le escurría por las orejas y señalaba la puerta poniendo nerviosas a su madre y su hermana.
    •    ¡Allá está, mírenlo es el muerto!

La señora fue a tranquilizarlo diciéndole palabras a manera de que las entendiera.
    •    Ya hijo, debes encomendarte a Dios, pedirle de corazón que te devuelva la confianza que tenias antes y aleje los pensamientos que tienes.

Nuevamente el “Pipiolo” volvió a gritar.
    •    ¡Ayyy!

Su hermana Rosa, le dio un golpe en el hocico.
    •    ¡Oye baboso me espantaste!

La señora le dio un jalón de greñas a su hija.
    •    ¡Déjalo en paz! está asustado, lo que debemos de hacer es curarlo de espanto, voy a la cocina por un huevo para limpiarlo, aunque vamos a necesitar otras cosas.

    •    Hay mamá pasan de las doce de la noche ¿Dónde vas a conseguir lo que quieres?

    •    Acompáñame al patio, vamos a cortar unas ramas de pirul, para hacer un ramo, en lugar de clavel rojo le ponemos bugambilias, ¡Vamos!

    •    Vaya usté yo aquí la espero.

El “Pipiolo” no dejaba de gritar.
    •    Un muerto, me habló el muerto.

La señora con mucho cuidado y amor rezando en silencio limpio todo el cuerpo de su hijo con el huevo, luego lo quebró, lo hecho en un vaso con agua lo puso frente a la luz del foco.
    •    Está todo revuelto, no tiene figura, necesitamos limpiarlo lo más pronto posible, a lo mejor le pasa lo que cuenta la gente, que existe el muerto. Acompáñame vamos por las ramas del árbol.

Las dos mujeres temblando de miedo caminaron al patio de la vecindad,  cortaron lo que querían y regresaron corriendo, la señora con mucho cuidado armó el ramo y le dijo a su hija.
    •    Necesitamos una rama de ruda ¿Dónde la conseguiremos?

    •    Yo vi que estaba prendida la luz en la casa de doña Pancha, la vieja del zapatero, pero a lo mejor está despierto y es muy grosero, ni modo que le pidas la ruda.

    •    Tenemos que arriesgarnos hija, acuérdate que va de por medio la vida de tu hermano.

    •    Si pero te dijo que el zapatero es muy pelado, es capaz de golpearnos y decir que nos confundió con los ladrones que se roban la ropa del tendedero, yo no voy.

    •    No me dejes morir sola hija, vamos a ver que pasa.

Doña laura fue a ver que su hijo el “Pipiolo” estuviera durmiendo, y salieron a la casa del zapatero, tocaron quedito, salió su señora poniéndose el dedo en la boca, haciéndoles señas de que se callaran, las recibió en la puerta.
    •    Panchita buenas noches disculpe que la venimos a molestar a estas horas, necesitamos unas ramitas de ruda sabemos que usted tiene, pensábamos que estaba durmiendo, nos atrevimos a venir porque vimos la luz prendida.

    •    Estaba a punto de hacerlo, pero me quede dormida en una silla junto a la puerta, porque Samuel quiere salir con su charrasca a buscar a quien lo orino.

    •    ¿Orinaron al señor?

    •    Hace como una hora, se quedó dormido en el baño y alguien se le ocurrió ir, como esta oscuro yo creo que no lo vio, y le echo la miada.

A las mujeres les cayó el 20 luego, luego, pensaron lo que había pasado y le dijo la señora.
     – Descanse panchita, disculpe las molestias mañana nos cuenta.
     – No se van a llevar la ruda.
     – Ya no la necesitamos.
Las mujeres llegaron a su casa carcajeándose al escucharlas despertó el “Pipiolo” gritando.
    •    ¡El muerto!

Le dijo su mamá:
    •    Muerto vas a quedar cabrón, cuando te agarre el zapatero, porque lo orinaste, estaba durmiendo en el baño.

    •    ¿Era él que me habló? no le vayan a decir a nadie, que yo fui quien lo orino.

Todo volvió a la normalidad y desde ese día cada que el “Pipiolo” va al baño, antes de hacer el costal a un lado pregunta:
    •    ¿Hay alguien ahí?


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